CAPÍTULO 16

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Intento evitarlo, pero no puedo: no logro hacer ocurrir el ocaso de mis constantes asombros hacia la imperfectible ciudad. Tan diferente y avanzada a diferencia de la Tierra Original. Los medios de transporte, la gente, la tecnología..., todo me enajena cada minuto.

Lady y yo subimos a su peculiar carro descapotable, el cual me empieza a encantar por su ilusión integrada. Tal vez debería dejar de ver Utopia City con amargura y desprecio. Lo quiera o no, esta ciudad es perfecta.

—Por cierto, ¿cuántos años tienes viviendo aquí? —le pregunto una vez que ya el carro está yendo por las ajetreadas calles y avenidas de la ciudad.

—Me alegra decir que nací en estas zonas, corazón. Claro, antes de que existiera esta preciosidad de ciudad. Nunca me ha tocado estar en la Tierra Original, pero me han contado que vivir en ella es como vivir en la prehistoria. Me imagino que ha de ser terrible.

—Pues sí. Si es comparada con esta ciudad, estar fuera es como vivir varias décadas atrás. Pero no contestaste a mi pregunta: ¿cuántos años tienes viviendo aquí?

—Pues desde que nací, corazón —replica en tono burlón, como si hubiera hecho una pregunta tonta—. El vivir aquí desde tu primer respiro es algo maravilloso.

—¿Y cuánto tiempo ha pasado desde que naciste?

—Pues mucho, pero vivir aquí es como un bonito sueño, en el exterior... Ay no, puro mono feo que...

—¿CUÁNTOS AÑOS TIENES?

Me mira con asombro y desprecio, como si fuera un vástago latoso que ha hecho una travesura imperdonable. Me siento culpable interiormente por unos cuantos segundos. Después me dan ganas de haberle dicho algo más eficaz.

—Ay, Bombón. Ten respeto, ¿no? Ese tipo de preguntas no se hacen. ¿Quieres que te diga un embuste?

—¿Cuál es el problema? Al final todos envejecemos, ¿no?

Ella sacude la cabeza y gira sus ojos. «Sólo dime tu edad y ya, mona modificada.»

Ambos nos bajamos del carro. Al hacerlo, inmediatamente veo una estructura que se asemeja a un palacio cuyos constructores se debieron haber volcado en terminar la obra. Es grande, y, analizándolo mejor, me percato de que tiene mucho parecido al antiguo Taj Mahal, que solía resplandecer en la India, sólo que esta construcción es notablemente más grande y tiene una iluminación en 3D del Planeta Tierra girando sobre su propio eje. Arriba de todo, se lee: «Exploradores Busking 0».

¿Qué rayos tenían en la cabeza los que dieron nombre a cada construcción de la ciudad? Tan fácil que hubiera sido ponerles Edificio 1, Edificio 2, Museo 4, Escuela 5, etcétera. Leer esos nombres te dejan patidifuso, pero de una mala manera. «Cálmate Bom... Joseph. No puedes empezar a quejarte hasta de la mosca que pasa frente a ti», me digo a mí mismo.

Al entrar en el bonito lugar, escucho una canción reproduciéndose en un tono bajo, como si fuera furtivo: An Encounter, de The 1975, si mi memoria no falla. En la sala en que me encuentro se hallan muchas cosas interesantes que corrompen la normalidad. Una de ellas: largos tapetes rojos que desprenden una clase de polvo amarillento, el cual se eleva hasta el techo y al llegar ahí se transforma en luz eléctrica potente. También hay grandes ventanas en forma de triángulos que dan a unos jardines de amapolas gigantes. No hay ni una simple mancha en alguna superficie, e incluso un olor a vainilla puede ser olido en todo el recinto. Noto en muchos sitios del lugar unas pantallas transparentes que muestran lo que yo pienso que son mapas y planos. Si la canción en reproducción se detuviera, un silencio profundo se podría tragar.

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora