Dirigentes existen en cientos de países en los distintos continentes. Algunos piensan que están ahí para jugar a un simple videojuego, y otros hacen de una tierra un basurero. Sin embargo, es probable que de entre todos haya un único dirigente que frisa la descripción y que esté suficientemente loco como para perder la cordura y destrozar vidas, y ése es indudablemente el de Steel City.
Entonces él no es ningún tonto; conoce muy bien todo el lío y también sabe que los keykeeps son reales, aun cuando nunca me mencionó nada al respecto cuando recién lo conocí. Ambos estamos en el mismo juego, pero yo lo estoy jugando mejor. Tal vez ese mensaje en las nubes sobre un supuesto juego sea esto de la búsqueda de las piedras, como si fuera una competencia organizada por quién sabe quién.
Charli me mira como si yo ya supiera el proceder, lo que sigue, y esto obviamente es el rechazo al siguiente paso.
—Además —explica—, posiblemente el quebrantado dirigente ya ni te vea con buenos ojos, puesto que no usaste su avioneta para llegar a Steel City, sino para llegar a la sede.
—Tienes razón, pero..., ¡pero ya es la última piedra, Charli! —Hago una mueca de sorpresa—. Estoy que no puedo con la intriga. ¿Acaso tú no quieres saber qué hay detrás de todo? Tal vez estés en lo correcto y no sea más que vidas privadas de personas comunes y corrientes, pero, ¿si no? Puede que sea algo más...
No me mira a los ojos. Con la pequeña luminosidad que emite la lámpara, puedo ver que tiene la cabeza gacha.
—Pero tendrás que oponerte a lo que un loco haría: no la robes. Sí o sí se tiene que enterar el dirigente de esto. No vas a poder hacerlo a escondidas.
¿Seguirá el dirigente teniéndome la misma extraña confianza después de todo lo que he hecho? ¿Será una falta grave haberme largado de Steel City sin su consentimiento? Después de todo, tampoco es que me haya dejado claro que tenía que volver a la ciudad que gobierna, además de que posiblemente ya no tenía nada que hacer allí.
—Pero ¿te imaginas? ¿Cómo rayos voy a abordar el tema de la piedra?
—Directo al grano, sin rodeos —afirma, tensando sus labios. Qué bueno es saber que está completamente de mi parte esta chica—. Si empiezas a titubear, su mente también va a empezar a formar insinuaciones que ni al caso y podrías salir incluso lastimado.
Su cara y sus palabras muestran que realmente se preocupa por mí, lo cual me alegra. Yo haría lo mismo si ella estuviera a punto de llegar a la cúspide de lo que sea.
—¿Quieres que te acompañe? —interrumpe mis pensamientos—. Hoy es sábado libre. Podemos hacer lo que queramos.
Un nudo se me forma en la garganta. Sonrío tenuemente.
—Me encantaría que me acompañaras, pero recuerda que no puedes salir del Tumor.
—Verdad. —Sus tensas facciones se ablandan—. ¡Qué ridícula soné!
Aguardamos el tiempo que resta del viaje en silencio. Lo único visible son los botones, palanquetas y palancas bordeadas por luz azul. Bien podría ir a la parte frontal del jet para iluminar todo el interior, pero estoy muy desgonzado para siquiera levantarme por comida y algo de beber al frigorífico. En cambio, sólo me quedo mirando a la ventana, a las espumosas nubes que hay allá fuera, que son el único techo de miles de feos que no tuvieron las mismas ventajas que yo y Charli, y existen en los áridos desiertos del perímetro del Tumor. Cada noche miran al firmamento, desesperados. Muchos ansían un pedazo de carne y se secan de sed, y yo, mientras tanto, tengo una innecesaria máquina que masajea mi espalda. Yo no merezco todo esto. Un adolescente más luchador y fuerte que yo merecería tener las posesiones que yo tengo. Tengo que sentirme agradecido, pero sobre todo, tengo que aportar algo a la maquinaria que intenta remover el espantoso sistema actual; tengo que hacer algo para acabar con las lágrimas inmerecidas, y en los keykeeps puede yacer la solución; porque una persona puede estar tonta, pero una muchedumbre entera que lucha día a día para mantener a su familia no lo puede estar, y que equívoco sería pensar lo contrario.
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Tumor (Keykeeps #1)
Science FictionAño: 2140 Desde hace décadas, un extraño material ha estado cayendo a la tierra: la gente lo ha adoptado como Tumor. Cada año, los jóvenes pobres de diecisiete años son enviados a esta misteriosa zona para que puedan así explorarla y descubrir...