CAPÍTULO 25

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Realmente no entiendo casi nada lo que va detrás de la sentencia de Lady; sin embargo, sus palabras son como una lanzada directa a mi entrecejo. Intento rogarle para que me explique con detalle a qué se refiere, pero ella se niega a hacerlo:

—Lo siento, corazón.

—¿Pero por qué no me lo cuentas? —le digo, enfureciéndome un poco, pero restaurando inmediatamente mi temperamento de niño bueno—. Si realmente es tan delicado como dices, tiene que ser contado, ya que no es sólo cuestión de uno mismo.

Lady sacude la cabeza y junta mi mano con la suya. Me entierra un poco sus uñas azufradas decoradas con cristal tallado.

—Bombón, debes aprender que lo delicado es delicado sin importar si se trata del futuro de una hormiga o de una nación entera. Sin embargo, no te preocupes, no será un secreto para siempre; conforme avance el tiempo te darás cuenta de eso y de muchas cosas más.

La plática acaba cuando ella hace una cara de lástima. Ya no le voy a seguir rogando; tal vez es mejor que no lo sepa por el momento. Tendré que reprimir mis ganas por conocer.

Llegamos después de un moderadamente largo viaje a un lugar que me da la primera impresión de que es parecido a la Zona X, sobre todo por lo vacío y despoblado de los prados verdosos del entorno.

—Ahorita estamos en Allakaket, Canadá. Les conté a las personas encargadas de ti que acabábamos de llegar, y me dijeron que ya están a punto de recogerte.

El ruido del motor de un helicóptero se hace evidente. Baja y busca una posición buena en la que detenerse. Creo que lo hará a una docena de metros de nosotros.

—Ellos te explicarán lo que tendrás que hacer. Yo no iré contigo porque tengo...

—¡No! —suelto. Me atemorizo—. No me dejes con esta bola de desconocidos —reprocho, casi gritando. El miedo se refleja en la expresión de mi cara, tal como puedo ver en mi reflejo casi invisible sobre la ventana.

—¡Ay, corazón! —me dice, abrazándome y besándome—. Me encantaría no dejarte solo, pero jamás me permitirían ir contigo.

En el momento en que salimos, el helicóptero pisa tierra, trayendo tras de sí un poleo acompañado de tierra. Esto me ventea el poco sudor que llevo en la frente. Del compartimento manan dos personas que no sé si son hombres o mujeres debido a que llevan un traje que se asemeja muchísimo, al menos en la parte de la cabeza, al de un astronauta. Del cuello para abajo, la vestimenta es de hierro y metal. Algo un poco (bastante) atemorizante es que, sobre la frente del casco que llevan, hay escrito una frase en color negro: «Combatir el futuro para existir».

—Tal vez si te dejen venir conmigo —le comento a Lady, y camino apresuradamente hacia una de las personas con medio traje de astronauta.

—Buenas tardes. Un favor, ¿podría venir Lady, la mujer que está allá? —pregunto, haciendo ojos suplicantes.

A lo lejos, Lady salta muy coquetamente y les manda besos a las personas. Un poco desalentador para que aprueben mi petición.

Las personas se quedan calladas unos segundos. No se mueven tampoco. Una de ellas estira su brazo en dirección al helicóptero, sin demostrar alguna emoción.

—¡Ven, Lady! —grito para que me pueda escuchar desde donde está.

—Ella no puede —por fin emite sonido una de las personas. Su voz suena muy antinatural, como la de un robot; me aqueja.

Su extraña actitud sólo provoca que quiera con todas mis fuerzas que Lady me acompañe. Tengo miedo de que estos desconocidos me hagan daño a mí o a mis allegados. ¿Es necesario que esté atravesando todo esto?

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora