CAPÍTULO 17

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Impacto y estallo contra el suelo de una sala de reducidas dimensiones. El piso no es más que tierra de un tono claro y las paredes son amarillentas, sin ventanas. La sensación de dolor que siento es coetánea con las miradas fijas en mí de varios sujetos que desconozco. Algunos me dicen «hola», y yo les regreso el mismo saludo pero de una manera torpe. Los rostros de algunos son de indiferencia o desagrado. No parece abundar la camaradería entre los integrantes.

Entre todos los exploradores, hay una criaturita que era inadmisible que se me olvidara del todo: Kev. Me da lengüetazos en casi todo el cuerpo, provocándome cosquillas y a la vez el desvanecimiento de mi dolor de cadera. Me sorprende que me reconozca aun con toda esta tonta transformación que me han hecho. Le rasco el cuello y su pequeña cabeza, como si fuera una recompensa por entregarme un amor tan tierno.

Seguido de esto, quien creo que es algo así como la jefa del equipo, se pone detrás de un atril ubicado en un rincón del cuarto y ejecuta una incursión en pedir silencio, alzando sus regordetes dedos. Es rechoncha. Su piel es de un color rosa blancuzco y sus grandes ojos son azules. Tiene unas orejas que parecen de conejo, alargadas verticalmente. Casi está calva, salvo por un pequeño pedacito de cabello blanco que crece sobre su frente.

Nadie guarda silencio hasta que la supuesta jefa con forma de conejo agita sus manos con precipitación y habla en un tono más fuerte:

—Someramente, quiero decir algo: a él yo lo conozco, y cuidado: puede ser alguien peligroso para el Equipo Zafiro —habla con la voz propia de una cacica.

Los que me rodean dejan de producir sonido en cuanto la jefa pronuncia estas palabras. Incluso yo me consterno un poco ante lo que expresa. Inhalo y exhalo con más rapidez de la normal, y mis manos tiemblan ligeramente.

—Se la creyeron, ¿verdad? —ríe de una forma graciosa, como si hiciera «ji, ji, ji». Lo atribuyo a la risa de un conejo—. No, la verdad no lo conozco. No tengo constancia del origen de este chamaco. Yo me llamo Jiggla, la que ordena y manda expulsar en este equipo —vuelve a hacer su risita—. No es cierto. Estoy muy contenta de tener un nuevo integrante en el equipo. Llevábamos ya algún tiempo sin recibir a nadie. Si quieres, puedes presentarte ante nosotros. —La jefa posa sus ojos en mí, y al instante me siento intimidado. Puede parecer tierna y alegre, pero sus ojos me transmiten... poder.

—Fest. Me llamo Fest —digo con una voz servicial y aduladora. Trato de tranquilizarme al cargar a Kev y sentarme con comodidad en la tierra.

Miro de reojo a todo el resto de mi equipo. Me observan con detalle, pero más con curiosidad que con despecho. ¿Qué pensarán de mí? No creo que algo malo. Al fin y al cabo, mi vestimenta y mi físico son del mismo tipo que los de ellos. Nada de otro mundo, viéndolo con ojos utopianos. Aun reflexionando así, me siento con la actitud que tendría un hereje.

—Muy bien, Fest, es un gusto tenerte aquí. Como decía, hace ya dos años que no recibíamos a alguien nuevo, y lo malo es que los otros equipos continuaban obteniendo más y más exploradores de manera constante, dejando a este equipo atrás en cuanto a cantidad se refiere —el ánimo en su voz decae—. Te voy a explicar algunas cositas antes de partir a explorar. ¡Todos a la sala de discusiones!

Algunos afirman la orden de Jiggla al unísono. Como yo no tengo ni una remota idea de dónde se ubica la sala de discusiones, ordeno a mis pies seguir el patrón del resto de los exploradores; obviamente me obedecen porque soy como un verdugo para ellos. Sujeto a Kev con mi brazo derecho, y mi mano izquierda la coloco en sus ancas, supuestamente para abrazarlo. Bajamos unas escaleras que conducen unos cuantos metros hacia el interior del planeta (¡qué exagerado que soy!). Tengo la extraña certeza sin pruebas de que, desde que caí en medio de todo el grupito de exploradores, ya estaba junto con ellos bajo tierra. Probablemente toda esta construcción está enterrada. Sin embargo, no lo puedo comprobar, pues casi no hay ventanas en las paredes por las que pasamos, y para colmo, en las pocas que llego a captar no puedo observar nada más que una densa oscuridad. Esto último bien podría ser un claro indicio de una vivienda subterránea.

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora