CAPÍTULO 14

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El espejo refleja lo que mi cuerpo ha acuñado como nuevo estilo. Soy un humano disímil al que era, sea cual sea la parte a la que mire. Empiezo observándome de arriba hacia abajo. Tengo el cabello rojo en las orillas y plateado en el centro, y llevo un gorro de muchos colores y luces brillantes en la nuca, que se ve como si estuviera mal puesto. Después paso a mi cara. Me agrandaron los ojos de una manera... irregular, podría decir, y mis pupilas están en forma ovalada, como las de algunos reptiles. Son de color gris, y tengo que aceptar que es de lo poco que me gusta realmente; mi nariz tiene un luminoso punto rojo en el centro, que no entiendo exactamente qué es o qué quiere dar a entender, pues sólo parece un horrible barro; mis labios están cortados, las pequeñas líneas se ven muy remarcadas; mi piel es color grisácea en todo mi cuerpo, pero aún conservo un poco mi tono original. Es como si el gris sólo fuera una pequeña capa de maquillaje.

Todo es aceptable en una manera muy tolerante, pero el vestuario... El vestuario se lleva el premio a lo más ridículo de mi cambio. Tengo una chamarra color negro con mangas que llegan hasta mis rodillas; sin embargo, en la parte de las muñecas tengo unas aberturas para poder sacar las manos. Mi pantalón es color negro, muy común y corriente, y creo que es lo único normal en mi vestimenta. Mis tenis son triangulares, muy raros. Son color blanco con rojo.

—¿Es todo esto inocuo? —Paso una mano por mi cabello, y lo siento reseco—. Esto me va a terminar matando.

—Claro que no, Bombón. Es más, todas las operaciones por las que pasaste tuvieron una aplicación de medicamentos, vitaminas y vacunas indispensables para fortalecer tu cuerpo y para vivir a las orillas de lugares tóxicos. Son obligatorias, y es por eso que incito a hacer este cambio radical en la gente equis que llega, además de que así todos lucen mucho mejor, tal como tú ahora, mi amor. Nada de qué preocuparse, corazón.

Vuelvo a echarme un vistazo completo. No estoy convencido. Esto es denigrar a un joven como yo en su máxima expresión.

—¿Te gustó, corazón?

Le hago unos ojos que según yo lo transmiten todo.

—No mucho. —Hago una pausa—. Una que otra cosa, pero nada más.

—Me agrada que tengas una actitud positiva. Si tan sólo pudieras entender a plenitud lo bien que se te ve esa rutilante piel. La operación para cambiarla fue la más complicada, pero mira nada más el resultado. —Me acaricia con sus finos dedos mi cara—. Espero que no te importe no poder volver a tu color original.

No respondo a esto. Sólo le echo ojos de víbora a Lady, en ambos sentidos de la expresión.

—¡No es cierto! —Ríe con una mano en su boca—. Mentira. El efecto se va quitando poco a poco si no usas el tratamiento adecuado, pero aun así, no dejes de usar tus medicamentos y químicos. No seas un equis y no pongas en riesgo tu salud.

Me alivio. No seré un rarito para toda la vida. Ni siquiera creo durar más de una semana soportando este estilo de vida.

—¡Ay, corazón, me estás encantando! —dice, pellizcando mi cachete—. Hasta serías mi novio si pudiera tener.

Permanezco serio. Nuevamente me veo en el espejo. No tengo palabras ni ganas de pensar en cuál es el punto de vista final que tengo de mi resultado. Lo que sí sé es que fue la hazaña obligada más grande que he hecho en mi vida. La voluntad propia para transformarme en un monstruo no me hubiera salido ni de mis uñas. Mis uñas... No tengo uñas. Sólo piel gris en la parte donde deberían ir.

—¡¿Y mis uñas?! —Me altero un poco—. ¿Dónde están mis uñas? ¿Qué voy a hacer si tengo comezón, Lady?

—Tranquilo, tranquilo. Siguen ahí, sólo que debajo de una capa de piel artificial que las protege.

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora