Escuchar a Hugo cantar es una maravilla. Siempre y cuando no me moleste como lo está haciendo ahora. Intento concentrarme para poder terminar el primer capítulo de nuestro libro, pero me es imposible así. Cojo un cojín del sofá y se lo tiro para que deje de cantar de una maldita vez.
—¿Pero qué haces loca? —me pregunta sobresaltado por el cojín que le acabo de lanzar.
—Cállate, pesado.
—¿Es que ya no puedo ni cantar o qué?
—Pues no, me molestas —rueda los ojos.
—Todo le molesta a la niña oye...
Chasqueo la lengua.
—¿A que te tiro otro? —le amenazo cogiendo otro cojín y alza sus manos en señal de rendición.
—Vale vale, ya me callo.
Suspiro y vuelvo a centrar mi atención en la pantalla del ordenador para seguir escribiendo. No pasa mucho tiempo cuando oigo que tararea otra canción y niego riendo, rindiéndome con él.
—¿Qué pasa?
—Nada, tranqui —nos sonreímos.
—No puedo parar quieto, ya lo siento —se disculpa —. Tengo que estar haciendo algo siempre —me río.
—No te preocupes, supongo que me acabaré acostumbrando... —se ríe —Además, tú también aguantas mis cosas —asiente con su cabeza.
—Eso es cierto.
—¡Oye! —me quejo y se vuelve a reír.
—Pasamos casi todo el día juntos, es normal que haya cosas que nos molesten del otro y así...
—Ya... ¿Pero qué es lo que no te gusta de mí?
—Pff, hay tantas cosas... —le fulmino con la mirada y suelta una carcajada —Que no, es broma. Me gusta todo de ti Eva —le sonrío sonrojándome.
—Gracias.
—Aunque a veces seas una borde... —me dice con una sonrisa divertida y acabo tirándole otro cojín.
—¡Idiota! —se ríe y sin esperármelo, me tira los dos cojines a la vez dándome en toda la cara —. ¡Au!
Sigo quejándome como si me hubiese hecho mucho daño y viene rápidamente a donde mí preocupado.
—Mierda, perdón. No quería hacerte daño, Eva.
Empiezo a reírme a carcajadas. Él suspira y niega.
—Tonta —continuo riéndome mientras agarro su brazo para tirarle al sofá conmigo, abrazarle y darle un montón de besos por la cara —. ¡Evaa! ¡Que no puedo respirar! —se queja y me aparto un poco.
—Lo siento, pero es que eres tan cuqui... No te mereces esta piel ni la cara que tienes —se ríe y me abraza fuerte dándome besos por la cara también.
—¡Guapa! —vuelvo a soltar otra risita, pero seguidamente me separo de él poniéndome seria.
—Ya vale, Hugo. Hay que ponerse a trabajar.
—Joo, no quieroo.
—Venga, que sino no conseguiremos terminar el libro y nos echarán a los dos de aquí —resopla.
—Pero si todavía hay tiempo, Eva.
—Solo cuatro meses, Hugo.
Suspira.
—Vaale, está bien —nos levantamos del sofá para ir cada uno a nuestra mesa. Pero antes de que pueda llegar a la mía, Hugo me agarra por la cintura dándome la vuelta y empieza a hacerme cosquillas.