El sábado me desperté con un dolor de cabeza impresionante y eso que solo fueron dos cervezas. Por suerte conseguí que Hugo y Anaju se fueran de mi casa antes de que Eric llegara, porque el cuadro que iba a encontrar no creo que le gustaría mucho: los tres durmiendo en la postura de la cucharita.
Termino de colocarme la falda negra corta con unas medias negras también y una camisa blanca. Y luego, me maquillo pintando mis labios de rojo. Normalmente no suelo arreglarme demasiado para ir al trabajo, pero hoy me apetecía ponerme mona.
Cuando ya estoy lista, cojo mi bolso con todo lo necesario y me dirijo hacía el salón donde Eric me espera para llevarme al trabajo. Hoy me ha dicho que se va a quedar en casa trabajando, algo que me ha sorprendido bastante pero bueno... Y ya que se ha ofrecido a llevarme hasta allí pues voy con él.
—Amor, ya estoy.
Pone mala cara nada más ve cómo voy vestida.
—¿Por qué vas así?
—No sé, solo me apetecía arreglarme un poco... —mi mirada baja hacía el suelo y juego con mis anillos empezando a sentirme algo insegura.
Le oigo suspirar y se levanta del sofá.
—Vamos.
Salgo de casa detrás de él y nos subimos al coche. El camino hasta la editorial lo pasamos en silencio.
—Cuando acabes, me avisas y me paso a recogerte, ¿vale? —me dice al aparcar delante del edificio.
—Vale, pero no hace falta que vengas Eric. Me puede llevar Hugo hasta casa si eso —corta mis palabras dejando un breve beso en mis labios.
—Vengo yo, que para eso soy tu novio.
Frunzo mi ceño por su comportamiento tan raro.
—Está bien —termino diciendo en un suspiro y finjo una sonrisa —. Nos vemos luego, amor.
—Hasta luego, cariño —nos despedimos con otro corto beso en la boca.
Entro dentro del edificio y voy hacía la oficina que comparto con Hugo. Pero antes, siento que alguien me da una palmada en el culo y me giro asustada para encontrarme con mi mejor amiga sonriendo.
—¡Sam! —le regaño y se ríe.
—Es que madre mía tía —me recorre con su mirada de arriba a abajo —. Hazme todo lo que tú quieras.
Río rodando mis ojos.
—Tampoco es para tanto, Sam.
—¿Que no? Evi, estás impresionante y guapísima y buenísima... —vuelvo a reírme sonrojándome.
—Calla anda, que tú también tienes lo tuyo de guapa eh —se ríe.
—Bueno, me voy que he quedado con Iván para enseñarle los poemas que ya tengo escritos.
—¿Sí? Seguro que le encantarán —me sonríe y nos abrazamos antes de que se vaya para su despacho.
Yo sigo mi camino hasta la oficina. Abro la puerta y me encuentro a Hugo ya sentado en su mesa. Tiene puestos los cascos por lo que no me escucha. Dejo mis cosas y me acerco hasta él tocando su hombro para que así se dé cuenta de que ya he llegado.
Se lleva una mano al pecho del susto y me río.
—Joder...
—Perdón, no quería asustarte.
Niega con una sonrisa.
—No pasa nada.
Le devuelvo la sonrisa pero él ya ha bajado su mirada a mi cuerpo, dándome un buen repaso.