Epílogo

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8 años después...

Miro con una sonrisa a mi pequeña Mía, que tiene ya tres añitos, mientras hace un puzzle. No puede ser más cuqui, la quiero tanto y me hace tan feliz.

—¡Muy bien, mi amor! —la felicito cuando termina el puzzle —. Ahora vamos a ver una peli, ¿vale? —la cojo en brazos y la siento conmigo en el sofá —. ¿Te gusta esta? —pongo una peli de dibujos cualquiera.

—¡Noo, papiii! —chilla revolviéndose entre mis brazos, intentando escaparse. Cada vez es más difícil hacer que se entretenga con algo.

—Papá no puede ahora, Mía. Venga, vamos a ver la peli —le digo, pero sigue sin hacerme ni puto caso.

Al final consigue que la deje en el suelo.

—¡Papii! —chilla de nuevo mientras va corriendo hacía la habitación donde Hugo está trabajando. No me queda más remedio que abrirle la puerta para que pueda pasar dentro porque sino no hay forma de que pare quieta. Hugo deja la ilustración que estaba dibujando a un lado cuando la ve correr hacía él, y la coge sentándola sobre sus piernas.

—Ey, mi peque, ¿qué pasa? —le pregunta a Mía preocupado al ver en su cara un adorable puchero.

—No quiero ver peli.

—¿Por qué no? Mamá seguro que te pone una peli muy bonita —ella niega con su pequeña cabecita.

—Nooo, no me gusta —se queja, haciendo que Hugo y yo nos riamos —. ¿Qué haces, papi?

—Dibujar, cariño. Mira... —le enseña el dibujo que estaba haciendo en su tablet —¿A que está chulo?

—Halaa... —dice Mía asombrada —Yo quiero.

Ambos volvemos a reírnos, es demasiado mona por favor. Hugo le deja dibujar lo que ella quiera en la tablet y luego, me mira a mí sonriendo, haciendo un gesto para que me acerque hasta ellos.

—Lo siento por molestarte, Hu. Pero es que no he podido pararla —me disculpo colocándome a su lado. Él niega riendo, agarrando mi cintura para acercarme aún más a él.

—Tranquila, amor —le sonrío y me roba un beso.

Sin que él suelte mi cintura, paso un brazo por encima de sus hombros, y nos quedamos viendo lo que nuestra pequeña está dibujando. Entre sus garabatos, puedo distinguir cuatro figuras que parecen personas. Sonrío muriéndome de amor.

Espera un momento...

Mierda, joder. Esto no estaba en mis planes. Mía es la única que lo sabe, se me escapó sin querer ayer mientras jugaba con ella. Le dije que no contase nada de lo que había escuchado, que era nuestro secreto hasta que yo misma se lo contara a Hugo. Soy tonta. Es una niña de solo tres años. Si yo no sé guardar un secreto, ¿cómo lo va a saber hacer ella?

—¿Quiénes son, pequeña? —le pregunta Hugo y yo comienzo a ponerme muy nerviosa.

—Papi, mami y yo.

—¿Y este, quién es? —señala el cuarto confuso.

Ay dios...

—Mi hermanito, pero no está. Mami lo tiene aquí escondido —sus pequeñas manos tocan mi tripa. Solo estoy de dos semanas por lo que aún no se me nota nada. Muerdo mi labio muerta de los nervios por la reacción de Hugo, quién se queda atónito.

—¿Eso es verdad, Eva? ¿Estás...? —no le salen las palabras mientras alterna su mirada entre mi tripa y mis ojos repetidamente. Trago saliva, asintiendo.

—¡Sorpresa!

Su expresión pasa de la sorpresa a la felicidad en pocos segundos. Y baja a Mía de sus piernas para abrazarme con cuidado pero con todas sus fuerzas, levantando hasta mis pies del suelo de la emoción.

Todo no es casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora