Despierto en mitad de la noche con muchísimo calor, tanto que tengo que escaparme de entre los brazos de Hugo para poder respirar. Me encuentro fatal. Siento un horrible dolor en toda la zona de mi abdomen. Doy vueltas en la cama para buscar una postura en la que no me duela pero nada funciona.
—Eva... —escucho la voz ronca y adormilada de Hugo. Mierda. Le he despertado —¿Qué pasa?
—Me siento muy mal.
—Espera... —enciende la luz de la mesita de noche para poder vernos mejor —¿Qué te duele, enana?
—El abdomen y toda esta zona —señalo donde me duele —. Y tengo mucho calor —aparto las sábanas y la manta de mi cuerpo. También intento quitarme la sudadera pero se me hace difícil por el dolor.
—¿Quieres que te ayude?
—Sí, porfa —me siento sobre la cama para que así me pueda ayudar a quitarme la sudadera, y lo hace tímidamente —. Hugo, estoy segura de que sabes hacerlo mucho más rápido que eso —se pone rojo.
—Voy, voy. Perdón.
Ambos soltamos una risita nerviosa. Al fin me quita la sudadera y me quedo solo en sujetador. En otro momento me habría dado mucha vergüenza, pero ahora solo pienso en algo que pueda quitarme este calor y aliviarme el insoportable dolor que siento.
—Ven —posa con delicadeza su mano en mi espalda y me ayuda a levantarme de la cama para ir hasta el baño. Pasa una toalla mojada por mi cara, cuello y mi pecho sin llegar a rozar la tela de mi sujetador. En todo momento mantiene su mirada fija sobre la mía —. ¿Mejor? —pues la verdad es que no, ahora tengo incluso más. Que me mire de esa manera tan intensa no ayuda en nada a que me baje el calor.
Niego tímidamente con mi cabeza. Suspira pasando las manos por su pelo desesperado.
—Espérame aquí, ¿vale? Voy a por un ventilador.
—Vale.
Me apoyo contra la pared del baño mientras él va a buscarlo porque empiezo a sentir náuseas también. No tardo en arrodillarme frente al retrete y vaciar mi estómago. Hugo vuelve corriendo al oírme. Recoge mi pelo hacía atrás y acaricia mi espalda.
Cuando parece que ya he terminado de vomitar, me siento en el suelo apoyada contra la pared. Hugo enciende el ventilador para que me dé el aire. Se sienta a mi lado y sigue acariciando mi espalda.
Nos quedamos un rato así en silencio. Me muero del dolor. Y no puedo evitar pensar en lo peor.
—¿Y si estoy embarazada? —le digo cagada de miedo. Él me mira y coge mi mano acariciándola.
—A ver, tranquila. ¿Cuánto hace que...?
—Hace casi una semana. Pero lo hicimos usando protección... Creo... —me entran las dudas. Dejé de tomar las pastillas porque me sentaban fatal. Así que a partir de eso Eric siempre suele ponerse un condón. Pero esta vez no me acuerdo si lo hizo ya que no estaba concentrada en lo que hacíamos.
—¿Crees? —me pregunta nervioso.
—No lo sé, ¿vale? No me acuerdo Hugo —le contesto muy agobiada comenzando a llorar —. No, no puedo estar embarazada ahora. No quiero. Si aún no sé ni cuidar de mí misma, ¿cómo voy a cuidar de un bebé? Y además, tengo que escribir el libro y preparar la boda y... —hablo de manera atropellada. Me cuesta cada vez más respirar.