Sam y Anaju se lanzan a abrazarme con fuerza nada más les abro la puerta. Yo les correspondo el abrazo todavía un poco parada ya que no esperaba que se presentaran en mi casa. Hugo sonríe detrás de ellas mirándome a mí pero yo rehuyo su mirada.
—¡Evii! ¿Qué tal estás, pequeña? —me pregunta la rubia cuando ambas me sueltan de sus brazos.
—Bien —les respondo con una pequeña sonrisa.
—Espero que no te importe que nos hayamos presentado en tu casa así sin avisar ni nada. Es que llevábamos ya una semana sin verte y te echábamos mucho de menos, Evi.
—Jo, y yo a vosotras —nos sonreímos.
—Y no te preocupes porque traemos la cena y... ¡Palomitas! —dice Anaju y me río levemente.
—Pasad anda.
Me hago a un lado para que puedan pasar dentro. Hugo se acerca a mí con la intención de abrazarme también pero vuelvo a huir de él arrebatándole a Anaju el paquete de palomitas de las manos.
—Voy a la cocina a hacer las palomitas y a por cervezas. ¡Id sentándoos en el sofá si queréis! —grito desde el pasillo yendo rápidamente hacía allí.
Suspiro al llegar. Me siento fatal por evitarle, pero es que no soy capaz ni de mirarle a la cara sin morir de la vergüenza por el sueño que he tenido esta mañana con él. Joder... ¡Vaya mierda de verdad!
Después de meter las palomitas en el microondas, me pongo de puntillas para intentar coger las cervezas de la balda superior de la nevera.
—¿Te ayudo?
Me llevo una mano al pecho del susto al escuchar la voz ronca de Hugo, quien me mira apoyado en el marco de la puerta de la cocina con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios.
—No, no hace falta —le contesto en voz baja mientras sigo intentando alcanzarlas de puntillas. ¡Maldita sea! ¿Por qué Eric las tuvo que dejar ahí?
Le oigo soltar una pequeña carcajada.
—Si es que eres mu chica —me susurra antes de coger las cervezas sin ningún esfuerzo. Yo trago saliva nerviosa al sentirle tan cerca detrás de mí.
Me giro para cogerlas de entre sus manos pero las alza hacía arriba para que no pueda alcanzarlas. Frunzo mi ceño y vuelvo a ponerme de puntillas, quedándome a unos pocos centímetros de su cara.
—¡Hugo! ¡Dámelas! —me quejo enfadada después de intentarlo unas cuantas veces y no conseguirlo.
—No te las voy a dar hasta que me digas la razón por la que llevas evitándome todo el día, Eva.
—No te evito... —le miento dando dos pasos hacía atrás. Bajo mi mirada al suelo y muerdo mi labio.
Se ríe sarcásticamente.
—¿Que no? Primero, dejas en visto mis mensajes. Y luego, te escapas cuando voy a darte un abrazo y evitas mirarme todo el rato y... No lo entiendo...
Suspira frustrado tras unos segundos en los que no me atrevo a decirle ni una sola palabra. Deja las cervezas en la encimera para cogerme con suavidad del mentón y obligarme así a que le mire a los ojos.
—Si estábamos bien, ¿no? —me pregunta confuso. Yo asiento lentamente con la cabeza —. ¿Entonces?
Me pierdo en sus ojos verdes y él en los míos mientras espera una respuesta por mi parte.
—Nada, solo... Me he rayado.
—¿Por qué?
—Porque igual no deberíamos ser tan cariñosos y así entre nosotros cuando yo tengo novio, no sé... —exactamente no es por eso por lo que le estaba evitando, pero es algo que también me preocupa.