Capítulo 21

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Sentados uno en una esquina del sofá de nuestra oficina, Hugo y yo escuchamos atentamente a Sam recitarnos algunos de sus poemas. Cuando termina, la aplaudimos haciendo que se sonroje levemente.

—Jo, qué vergüenza... —dice mi amiga y nos reímos —. ¿Entonces los meteríais en el libro?

—Pues claro, tía. Son preciosos enserio.

Hugo asiente coincidiendo conmigo y nos sonríe.

—Gracias, chicos —le devolvemos la sonrisa.

—Seguro que a Flavio le encantarán también —bromea Hugo guiñándole y ella le saca el dedo.

—Vete a la mierda, Malfoy —nos reímos.

De repente, suena mi móvil pegándonos a los tres un buen susto y volvemos a reírnos. Pero al ver quién es, se me cambia la cara por completo.

—¿Qué pasa? —me pregunta Hugo preocupado.

—Nada.

Me levanto del sofá y salgo fuera para contestar.

—¿Por qué me llamas esta vez?

—Hola eh —oigo a Eric al otro lado y suspiro.

—Eric, ¿qué quieres?

—Nada, solo... Te echo de menos —una risa sarcástica se escapa de mis labios al escucharlo.

—¿Alguna otra mentira más que quieras decirme o...? —suelta un resoplido.

—No, Eva, joder. Es verdad. Te quiero y te echo muchísimo de menos. ¿Por qué no volvemos a intentarlo, eh? Piénsalo una vez más, por favor.

—Eric, no me hagas esto. Lo nuestro se acabó, ¿vale? No pienso volver contigo. Estoy mucho más feliz sin ti, así que déjame en paz de una puta vez.

—¿Estás con el gilipollas ese? ¿Ya te lo has follado? —y eso es lo último que necesito oír para colgarle.

¡Menudo imbécil! ¿Cómo he podido pasar cuatro años de mi vida con alguien así? Madre mía...

Cuando ya me encuentro un poco más calmada, vuelvo a entrar dentro de la oficina y se callan de repente, mirándome ambos con preocupación.

—¿Qué?

—¿Estás bien? —me pregunta Sam.

—Sí —le sonrío para asegurarle que estoy bien cuando en realidad es completamente mentira.

Suspira.

—Bueno, pues yo me voy ya. Os dejo solos —nos despedimos de ella con un fuerte abrazo cada uno.

Me dirijo hacía mi mesa para seguir escribiendo, cuando Hugo me agarra por la cintura pegándome a él. Sus ojos verdes conectan con los míos durante varios segundos en los que nuestras respiraciones se entremezclan, y trago saliva nerviosa.

—¿Te pongo nerviosa, Eva? —me pregunta con una sonrisa divertida en sus labios y coloco mis manos en su pecho para apartarle de mí cabreada.

—Déjame, idiota —suspira.

—¿Hasta cuándo piensas seguir enfadada conmigo por ninguna razón, eh? —me río sarcásticamente.

—Es que sí que la hay, Hugo.

—¿Ah sí? ¡Pues dímela porque yo no tengo ni idea!

Suspiro yo también y vuelvo a acercarme a él.

—Te necesitaba, Hugo. Pero tú estabas con otra —digo con lágrimas a punto de escapar de mis ojos.

Él frunce su ceño totalmente confuso.

Todo no es casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora