18 de septiembre, mi cumpleaños. He pasado el día rodeada de mi gente, de mi familia y mis amigos aquí en Galicia. Ahora me encuentro admirando el impresionante cielo estrellado desde la playa que está a pocos metros de mi casa, junto a mi abuela. Y no puedo sentirme más afortunada. Compartir este momento con ella es tan bonito, tan mágico.
Han pasado algo más de tres meses desde que dejé Madrid, desde que lo dejé todo. No ha sido fácil, pero poquito a poco voy curándome. Desconectar de todo me ha hecho muy bien, porque me siento mejor. Mi gente también me ha ayudado mucho a que lo esté. Aunque, por supuesto, echo de menos mi vida en Madrid y mi trabajo. Pero sobre todo, echo muchísimo de menos a mis chicas, y a Hugo.
Él quería seguir manteniendo el contacto conmigo aunque fuese desde la distancia, pero yo me negué. Le pedí que no me llamara ni me escribiese, porque pensé que sería la mejor opción para olvidarme de él. Pero fui una idiota. Me es imposible hacerlo, no logro olvidarme de Hugo pase el tiempo que pase. Ahora no sé absolutamente nada sobre él. Respetó mi decisión y no me ha mandado ni un mensaje desde entonces. Ni siquiera hoy, en mi cumple. Puede que él sí haya conseguido olvidarse de mí.
Siento como mi abuela me abraza más a ella, y yo le sonrío, intentando dejar esos pensamientos atrás.
—Cuéntame. ¿Qué pasa, Eva?
—Nada —le digo para que no se preocupe.
Ella no muy conforme, niega con su cabeza y acaricia mis manos y mi cara con dulzura.
—Los ojos nunca mienten, pequeña.
Suspiro.
—No es nada. Estoy muy feliz por haber celebrado mi cumple con todos vosotros, por poder compartir ahora este momento tan especial contigo. Solo que, no sé, echo de menos mi trabajo en la editorial, mis amigas... Y bueno, también a Hugo, el chico que os presenté hace unos meses en la boda. ¿Recuerdas?
—Claro que lo recuerdo, cariño. Aunque no hablé mucho con él, me pareció muy buen chico y en su mirada pude ver amor hacía ti, pero de ese que es real. Y lo más importante, te vi feliz... ¿Qué pasó?
Muerdo mi labio con fuerza, aguantándome las horribles ganas que tengo de llorar. No quiero hacerlo delante de ella. Encojo mis hombros.
—Hubo malentendidos, desconfianza por mi parte... No sé... Un cúmulo de cosas que no supe cómo gestionar en aquel momento, así que decidí dejarlo todo y venir aquí. Pero aún le quiero... —la voz se me rompe sin poder evitarlo. Mi abuela me abraza con fuerza, refugiándome entre sus brazos.
—¿Y él? ¿Sabes si aún te sigue queriendo?
—No, pero...
—Entonces hablad, quizá aún podéis arreglarlo.
Niego lentamente con tristeza.
—Ya es tarde.
—¿Por qué?
—No me ha vuelto a hablar, ni para felicitarme hoy por mi cumpleaños. Por lo que no creo que me siga esperando. Se habrá olvidado ya de mí... Y no le culpo, tiene todo su derecho a hacerlo pues fui yo la que cortó todo tipo de relación entre nosotros...
—No creo que le haya sido tan fácil olvidarse de mi niña, de estos preciosos ojitos azules y tu sonrisa. Pero si lo ha hecho, él se lo pierde. ¡Que le den! —me río levemente —. Bueno, dejemos de hablar de hombres... ¿Estás escribiendo un nuevo libro, no?
—Sí, estas semanas he estado bastante inspirada y tengo ya la mitad de él escrita —sonríe orgullosa.
—¡Qué bien! Esa es mi maravillosa nieta —vuelvo a reír. Mi abuela es la mejor —. ¿Sobre qué es? ¿De terror como siempre, no? —asiento sonriendo.