Doy un sorbo a mi café y vuelvo a dejarlo sobre la mesa para seguir tecleando letras en el ordenador. El segundo capítulo va cogiendo forma poco a poco ya que ordenar todas mis ideas no está siendo fácil.
—Eva.
Aparto mis ojos de la pantalla para mirar a Hugo.
—¿Qué?
—¿Tú me ves guapo? —alzo mis cejas confusa.
—¿A qué viene esa pregunta ahora Hugo?
—Pues que mis amigos no dejan de vacilarme con que no saben cómo puedo ligar tanto si soy un tío "normalito"... —dice frustrado guardando su móvil.
Suelto una carcajada.
—Bueno, hay otras cosas que pueden hacer que ligues y no solo el físico, ¿no? —frunce su ceño.
—Ósea que piensas lo mismo que ellos —me río.
—Noo. Solo digo que tienes muchas más cosas por las que puedes gustarle a alguien a parte de ser guapo, Hugo —asiente lentamente con su cabeza.
—¿Entonces me ves guapo eh? —me pregunta con una sonrisa ladeada en sus labios y ruedo los ojos.
—Ay... ¿Por qué me habrá tocado trabajar con un compañero tan idiota? —digo dramáticamente y se ríe —. No ligues tanto y céntrate en lo tuyo anda.
—Eh, que últimamente estoy muy centrado. Solo he tenido unos tres líos desde que trabajo aquí...
Entrecierro mis ojos.
—¡Pero si solo llevas tres semanas trabajando aquí! ¿Es una por semana o cómo va la cosa? —se ríe.
—Más o menos, sí.
Pongo cara de asco arrugando mi nariz.
—Eres un guarro, Hugo. Y encima de eso te quejas. ¿Qué quieres, que te presente a todas mis amigas?
—Oye pues no estaría mal...
—No no, que te me distraes aún más.
—Ya sé que solo me quieres para ti, Evita —me guiña sonriendo y vuelvo a rodar mis ojos.
—Imbécil... —ríe de nuevo y se levanta de su mesa para tumbarse en el sofá soltando un suspiro.
—Hoy estoy cero inspirado. ¿Qué tal vas tú?
—Pues bueno, a mí también me está costando bastante escribir el segundo capítulo —suspiro.
—Ya... La inspiración hoy no quiere aparecer.
—No, y es una mierda —nos reímos.
Miro mi móvil un momento para ver si me ha llegado algún mensaje de Eric porque llevo sin saber nada de él desde hace dos días. La última vez que hablamos me dijo que iba a estar muy ocupado con el trabajo estos días y no vendría a casa. Pero contestar a un puto mensaje tampoco cuesta tanto.
—¿Te casarías con alguien que llevase dos días ignorando tus mensajes? —me mira confuso.
—No. ¿Por?