—¿Qué me dices, Eva? ¿Me das otra oportunidad?
Todo mi cuerpo está completamente congelado, y apenas puedo respirar.
—¿Eva? —repite de nuevo buscando mi mirada.
Siento el nudo en mi garganta asfixiarme. Alzo mis ojos llenos de lágrimas del suelo para fijarlos en los suyos que esperan impacientemente una respuesta.
Doy unos pasos hacía adelante, hasta detenerme frente a él. Mis manos agarran ambos lados de su cara y cierro los ojos juntando nuestros labios. Él, aunque se sorprenda por mi espontánea reacción, responde a mi beso pegándome más a su cuerpo.
Conozco sus besos, sus suaves labios, su boca... Siempre me han gustado, desde hace cuatro años, cuando los conocí por primera vez. Pero esta vez no los siento igual. Solo siento sus labios chocar contra los míos. No siento la electricidad, ni el hormigueo, ni las mariposas en el estómago... No siento nada. Me es inevitable comparar este beso con los que Hugo y yo nos hemos robado durante el fin de semana. Con él siento todo eso y más. Tan solo quería comprobar si era cierto lo que mi corazón llevaba intentando gritarme desde hace tiempo pero ignoraba por miedo: mis sentimientos por Eric han cambiado. Le sigo queriendo, pero ya no estoy enamorada de él.
Mientras nuestros labios aún están unidos me planteo si es necesario romperle el corazón, si puedo ignorar todo lo pasado y enamorarme nuevamente de él. Si merece la pena seguir luchando por nuestra relación, y seguir juntos.
Pero no, no puedo. No sería capaz de vivir con esta culpa que me carcome por dentro el resto de mi vida, pasándola a su lado. No sería capaz de disfrutar de la increíble comida que seguramente ha preparado para mí, ni de dormir con él, ni hacer nada con él... No soy capaz de hacerle algo así, cuando solo pienso en poder estar con Hugo.
Eric quiere arreglarlo, volver a la normalidad, a la rutina, a lo de siempre entre nosotros. Pero ya nada será igual, aunque se esfuerce una vida entera para ello. Hay cosas que no se pueden arreglar, que por mucho que lo intentes es imposible. Y esta es una de ellas. Ya es demasiado tarde para arreglarlo.
Separo nuestros labios y mis manos de su cara despacio, con el corazón en un puño. Porque no quiero hacerle daño, romper el suyo en añicos.
—¿Eso es un sí? —susurra confuso.
Niego lentamente con la cabeza.
—Lo siento —repito una y otra vez entre sollozos.
Cada vez me cuesta más respirar, la ansiedad que siento en mi pecho no me deja hacerlo. Eric, con preocupación en sus ojos, me sienta en una de las sillas y acaricia mi espalda intentando calmarme. Y eso hace que me sienta aún más culpable por todo.
—¿Por qué? ¿De qué hablas?
—No puedo más —me mira cada vez más confuso.
—¿Con qué? No te entiendo, cariño.
—Te he engañado con otro, Eric —consigo soltarlo al fin con un hilo de voz —. Lo siento mucho...
Su mano que acariciaba mi espalda se detiene de golpe. Se mantiene en silencio por no sé cuántos segundos y luego, oigo como se ríe con sarcasmo.
—¿Estás mintiendo, no? Porque tú no serías capaz de hacerme algo así, de follarte a otro. ¿Verdad, Eva? —me demanda con dureza en su voz.