Llevo toda la tarde llorando en mi oficina por nada y por todo a la vez. La llegada de Olivia no tendría porqué resurgir miedos ni inseguridades en mí, pero lo hace. Y me estoy comportando como una niñata ahora mismo, lo sé, pero es que no puedo dejar de rayarme y pensar todo negativamente.
Unos toques en la puerta hacen que me sobresalte. Sé que voy a encontrarme con Hugo tras ella. No tengo ganas de hablar con él ni con nadie en estos momentos. Pero insiste picando la puerta sin parar, haciendo que al final me limpie lo más rápido que puedo las lágrimas y me levante para ir a abrirle.
Al ver mi cara echa una mierda por la llorera que me he pegado, niega triste envolviéndome entre sus brazos. Me aferro con fuerza a él, rompiéndome de nuevo. Él intenta calmarme acariciando mi espalda a la vez que deja pequeños besos sobre mi cabeza.
—Mi niña... ¿qué pasa?
—Nada —digo entre sollozos y suspira.
—Por nada no estás así, Eva. Venga, cuéntame qué pasa —limpia dulcemente las lágrimas de mis ojos.
—Solo es que ya echo de menos a mi familia.
—Seguro que volverás a verles muy pronto, amor. En nada llegan las vacaciones de verano... Y sino, puedo llevarte siempre que quieras, como si tengo que recorrer todos los findes más de 500 km en coche hasta Galicia, pero no me llores más porfa.
Una sonrisa triste se dibuja inevitablemente en mis labios. Es que es tan adorable... No es justo enserio. Vuelvo a abrazarle con fuerza, escondiendo mi cara en mi hueco favorito, entre su hombro y su cuello.
—¿No estás así solo porque echas de menos a tu familia, verdad? Es otra cosa lo que ronda por esta cabecita tuya —suelto una pequeña risa.
Es increíble lo bien que me conoce.
—¿Es por Olivia? ¿Te ha dicho algo mientras yo no estaba? Solía ser un poco borde y desconfiada de primeras, así que si te ha molestado o algo, ahora mismo hablo con ella para que te pida perdón.
Niego inmediatamente con mi cabeza.
—No, no, tranquilo. No me ha hecho nada.
—Bien, pero si pasa cualquier cosa, me dices, ¿vale? Que por mucho que sea mi amiga, tú eres mi novia, Eva. Y no voy a dejar que te haga nada malo. Ni ella ni nadie —me asegura mirándome fijamente a los ojos. Le sonrío y pasa un mechón de mi pelo por detrás de mi oreja, sonriéndome también.
—Gracias —susurro.
Él roza mi nariz con la suya antes de juntar nuestros labios en un dulce beso. Pero aunque me diga esas cosas tan bonitas, yo sigo estando mal.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, claro.
Suspiro y juego con mis manos nerviosa.
—¿Habéis tenido algo Olivia y tú antes? Me refiero a que si alguna vez pasó algo entre vosotros, ya sabes, cuando estabais juntos en Córdoba y eso...
Muerde su labio y aparta su mirada de la mía incómodo, dándome la respuesta que ya había podido intuir desde que les he visto juntos.
—Si te digo que no te estaría mintiendo, Eva.
Trago saliva, sintiendo un pinchazo en mi pecho.
—¿Puedo saber qué pasó? Bueno, solo si quieres contármelo —resoplo, pasándome las manos por el pelo y la cara una y otra vez con ansiedad —. Dios, parezco una novia loquísima ahora mismo...
Hugo se acerca y coge mis manos con las suyas haciendo así que me calme y le preste atención.
—Eva, amor, escúchame —asiento mirándole a los ojos —. Olivia y yo nos conocimos porque íbamos al mismo instituto y teníamos amigos en común. Al principio no es que nos llevásemos demasiado bien, porque como ya te he dicho, ella era bastante borde de primeras y bueno, yo también. Acababa de perder a mi padre y estaba hecho una mierda por aquel entonces. Pero según nos íbamos conociendo, pues nos llevábamos cada vez mejor, tanto que al final nos volvimos inseparables. Yo me acabé pillando mucho por ella, y Olivia por mí, pero nunca hablamos de nuestros sentimientos. Ambos fingimos ser solo amigos durante un largo tiempo, hasta que un día nos liamos en una fiesta.
Siento otro pinchazo más fuerte en mi pecho, que ignoro para seguir escuchándole atentamente.
—Después de esa vez, nos seguimos liando unas cuantas veces más, confesándonos también lo que sentíamos por el otro. Hasta que decidimos, bueno, Olivia decidió, que lo mejor era seguir siendo solo amigos. Olvidar lo que sentíamos por el bien de nuestra amistad, porque nos daba miedo que se fuese todo a la mierda por intentar algo juntos. Entonces lo nuestro se quedó ahí. Poco después, ella empezó una relación con otro y yo también para intentar olvidarla. Seguíamos siendo amigos, pero cada vez nos veíamos menos porque a ambos nos hacía daño. Y al mudarme yo a Madrid, pues ya sí que perdimos el contacto por completo, hasta ahora. Pero que para mí todo eso ya es pasado, hace mucho que olvidé mis sentimientos por ella. La quiero pero solamente como una amiga, nada más, de verdad. Ahora estoy locamente enamorado de ti, solo de ti, Eva.
Me quedo quieta, mirándole a los ojos como él a mí, asimilando todo lo que me ha contado. Tienen una historia juntos. Hugo me ha asegurado que ya la ha olvidado, que es pasado, lo sé, pero...
—¿Y si ella todavía sigue sintiendo algo por ti?
—No creo... Pero si lo hace, ya hablaré con Olivia para dejarle claro cuáles son mis sentimientos, que no quiero nada más allá de una amistad con ella.
Asiento lentamente con mi cabeza.
—Pero si a ti todo esto te hace daño, puedo poner distancia entre ella y yo... No quiero que estés mal.
—No, no, y no. No voy a permitir que dejes de ser su amigo por mí. Eso está mal, muy mal, Hugo. Yo no quiero ser ni una egoísta ni una tóxica contigo. Solo estoy mal porque yo que sé, me rayo pensando que todo se va a joder entre nosotros, que mereces a alguien mucho mejor que yo y... —coge mi cara entre sus manos y me besa cortando mis palabras.
—Tú lo mereces todo, ¿vale? Incluso a alguien mucho mejor que yo... Porque yo también tengo inseguridades muchas veces, pensando que soy poca cosa para ti, que no te merezco...
—No digas tonterías, Hugo.
—Entonces tú tampoco las digas, Eva. Confía en mí, confía en nosotros, por favor —me pide.
Suspiro después de unos segundos en los que solo nos miramos a los ojos, y le abrazo.
—Perdóname, soy gilipollas.
—No lo eres, bebé. Yo también me pondría un poco celoso si tu ex o uno de tus amigos se presentara aquí, más sabiendo que habéis tenido algo antes.
—No estoy celosa...
—Ya —dice con ironía y le pego suave en el pecho.
—Idiota —se ríe.
—¿Estamos bien?
—Sí —nos sonreímos y seguimos abrazados un buen rato más —. ¿Esta noche vienes a dormir a mi casa y me das muchos mimos? —le pregunto con voz de bebé y seguidamente llena mi cara de besos.
—Todos los que mi niña quiera.
Sonrío como una tonta y beso sus labios. Un grito de sorpresa sale de mi garganta cuando me coge en brazos para llevarme fuera de la oficina, por los pasillos de la editorial, hasta su coche entre risas.