Capitulo 3

2K 275 16
                                    

Antes creía que Caín disfrutaba de joderme la vida.

Ahora estoy segura.

—¿De qué sirve que me tengas de sirviente, si cuando me necesitas no me llamas, Ada?—Susurra Caín en mi oído, y en ese momento vuelvo a la realidad y lo empujo lejos, deshaciendo su agarre en mí, él me mira anonadado, yo retrocedo, fulminandolo con la mirada—¿Qué?

—Malnacido...—murmuro, levantándome y alejándome de él.

—No se por qué te enojas—Chilla en mi oído, un poderoso dolor de cabeza se apodera de mí, y no puedo evitar cerrar los ojos mientras me cubro los oídos—Uy, que delicada.

Miro hacía delante, en frente de mí se alza la enorme obra arquitectónica que mi padre diseño y construyó para que mi madre y yo estuviéramos seguras. La casa en la cual viví por 17 años, la misma en la que jugué todas las tardes con mi hermano, dónde celebraron mis fiestas de cumpleaños, navidades y año nuevo. Ese mágico lugar que siempre pensé que albergaría mi fe y me protegería de todo mal, ahora sólo logra contener mis pesadillas más sanguinarias.

Ignoro el dolor punzante en mi tobillo, y avanzo a pasos largos hacia la reja enorme pintada de blanco, miro fijamente a la cámara, y la reja se abre.  Siento a Caín cómo una sombra, silencioso, detrás de mí, mientras que yo enfilo hacia los escalones que dan alcance a la enorme puerta de mármol.

—Señorita Ada—Apenas pongo un pie en el último escalón, la enorme puerta se abre, por ella salen las tres mujeres que se encargan de la limpieza, con sus trajes negros. Tatiana, la que lleva más tiempo trabajando en mi familia, se tapa la boca con sus arrugadas manos y soltó un sollozo ahogado, sus ojos se llenan de lágrimas, y se me lanzo encima, recostando su frente de la fea camisa que me prestó la secretaria de la comisaría—Pensamos...que jamás volvería...el señor Adam...

La separo de mí, la mujer me mira boquiabierta, no quiero ser descortés, pero la mención de mi padre me da unas horribles náuseas. Aún se proyectan en mi mente las imágenes que reflejan el horrible final de mi padre.

—Señorita—Murmuro otra, al ver que me había quedado estática.

—Pues aquí estoy, y no pienso volver a irme—Me hago paso entre las tres y entre por la puerta, de una sentí el aroma que impregna la recepción, uno que mi mamá siempre pedía, por ser su favorito—lavanda.

Miro todo a mi alrededor, la casa esta impecable, todo esta como antes de lo sucedido esa noche, cualquiera pensaría que nada paso, y solo fue un horrible sueño. Una pesadilla que se volvió realidad.

—¿Le preparamos algo en especial, señorita?—Pregunta Flora, la única de mis empleadas que parece mantener la compostura, porque las otras dos se fueron llorando y berreando escaleras arriba—¿Café, té, algún batido? ¿Tiene hambre de algo especial?

—Quiero café con leche...y un pastel de chocolate negro y blanco.

Camino hacía la sala de estár, se expande de manera hermosa, los ventanales dan una perfecta iluminación a los muebles de terciopelo que se hayan situados en medio de la sala.

¡Papá! ¡Santa me trajo la muñeca que pedí!

Una sombra pasa a mi lado, giro la cabeza en su dirección, y me veo a mi yo de 5 años, corriendo emocionada con la muñeca en brazos. Hay una sonrisa en mí rostro infantil, los pequeños lunares brillan en mi rostro, tiene una herida con puntos en la barbilla, de la vez que me caí corriendo en mi caballo.

La sombra desaparece de mi vista escaleras arriba, yo no puedo contenerme y terminé siguiendola, giro mi cuerpo velozmente y me precipito hacia las escaleras, el tobillo me palpita, pero en este momento solo pienso en alcanzar ese recuerdo.

CAÍN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora