Capítulo 50

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Después de llegar al castillo, las ansias me carcomen pues Damen no llega y hasta el recibidor se escuchan los llantos de mi pequeña, pero tengo que dejar que Lidia la cuide, ella es una persona totalmente capacitada

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Después de llegar al castillo, las ansias me carcomen pues Damen no llega y hasta el recibidor se escuchan los llantos de mi pequeña, pero tengo que dejar que Lidia la cuide, ella es una persona totalmente capacitada.

Solo doy vueltas esperando la llegada de Damen.

A lo lejos se escucha un carruaje y casi corro para ir a recibir a Damen, pero no soy la única que lo espera, todos los miembros importantes en este reino se acercan a la puerta para recibirlo.

No se enteraron por mí del altercado, pero a los minutos después de que llegue, lo hicieron ellos, y han estado esperando a Damen al igual que yo.

Tan solo baja Damen del carruaje y ya todos se abalanzan sobre él, yo desde lejos le grito que no se preocupe por mí.

Mi grito pasa desapercibido, pues Damen invita a todos a la sala de juntas. Todos vamos caminando rápidamente, pero yo me quedo atrás, espero a que entren todos y cuando yo voy a entrar, el que pasó antes de mí, cierra la puerta en mi cara.

Estoy a punto de gritar, pero de lejos me ve Cédric y con su expresión me pide perdón, mientras el también entra.

Otra vez, regreso a un ciclo de ansiedad, esperando a que todos salgan de tan larga reunión para poder hablar con Damen.

No puedo creer que me excluyeran de esa forma, cuando yo soy su soberana. Para ya no estar pensando más, voy a la cocina a platicar con Lily y también para pedirle algún aperitivo.

Tiene una tarta de frambuesas y me sabe deliciosa, mientras platicamos, devoro todas las que pueda y ella solo sonríe cada que tomo una más.

Cuando nos quedamos sin tema de conversación y estoy satisfecha, me vuelvo a ir a asomar a la sala de reuniones, pero aún siguen adentro.

Entonces voy a ver a mi bebé, aún no se puede sacarla al aire libre, entonces todo el día, ella y Lidia permanecen en su habitación.

Al llegar, Lidia la está arrullando y cantándole una canción de cuna, en su idioma natal, me nota y me extiende a mi pequeña para que yo siga con su trabajo, pero al ver que las dos están tan tranquilas decido negarme y solo dedicarme a mirar.

No sé nada de crianza, pero Lidia ha tenido cuatro hijos, puedo aprenderle algo observándola.

No se avergüenza y sigue arrullando a mi bebé, hasta que los brazos se le cansan y la acuesta en su cuna.

—Puedo enseñarte la canción si quieres.

—¿Y tú bebé, con quien lo dejas? —La ataco con mis preguntas, pero ella ni se inmuta.

—Se queda con sus hermanos, ellos saben cuidarlo— Dice.

Le sonrío en silencio, mientras escucho que en el pasillo alguien está llamándome.

Me despido con una sonrisa y salgo a atender a quien me busca, es alguien de la servidumbre quien me informa que Damen está esperándome en su despacho.

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