Capítulo 41

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Despierto lo más temprano que el cuerpo me deja, no pude dormir en toda la noche porque nunca paré de pensar

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Despierto lo más temprano que el cuerpo me deja, no pude dormir en toda la noche porque nunca paré de pensar.

Todo se lo dije a Damen y me arrepiento un poco, no tenía que saber lo que pase porque si no me seguirá viendo como una persona indefensa.

En el momento de actuar, siempre arruino mis planes.

El día de hoy, prefiero no levantarme y bañarme, porque de hacerlo, lo despertaría y no lo quiero ver, no después de todo lo que pasó ayer. Aunque aun no entiendo qué fue lo que me sucedió, pero no logré controlarme, no con Damen cerca de mí. Y luego del momento emotivo me dice que en todo este tiempo nunca me ha perdido de vista, igual que de mis nuevos poderes, pero no me dijo cuáles, ¿Por qué siempre tienen que ser tan misteriosos?

Muchas veces mi cerebro piensa unas cosas, mientras mi corazón hace otras. Yo misma me prometí no volver a ser la misma ilusa que algún día fui, y aun así me mostré vulnerable.

Después de desayunar, voy a admirar el jardín. Hay personal designado solo a su cuidado, pero aun así quisiera que me dejaran cuidarlo y plantar hasta que no quede espacio.

Stella está pasando por ahí y me dedica una sonrisa melancólica ¿Qué le está pasando? Es difícil admitirlo, pero me preocupa, no entiendo su tristeza. Me levanto y salgo corriendo a su encuentro, y la veo camino al despacho de Damen.

—¡Stella! ¿Te encuentras bien? —Pregunto preocupada.

—Sí, no te preocupes—Dice intentando parecer normal, pero su voz le tiembla.

—¿Me acompañas a dar una vuelta por el castillo?

— Está bien, vamos — Contesta, sin ganas.

Caminamos en silencio por el jardín, para después pasar por la biblioteca y se me van acabando las ideas de hacia donde más caminar.

Y tampoco se me ocurre cómo iniciar la conversación, si bien, el paseo, siento que no ha sido incómodo, siento que mi deber como amiga es preguntarle porqué está tan afligida.

—¿Me acompañas a explorar todo lo cerca de la catedral? es de los pocos lugares que me faltan — Sugiero esperanzada.

—Sí, vamos.

Al llegar ahí, todo está silencioso, tengo entendido que este lugar se ocupa únicamente en fechas importantes, además de que como está lejos, no es mantenido tan bien como el castillo.

—¿Sabes que puedes confiar en mí para toda verdad? —Señalo con temor.

—Sí, muchas gracias, te lo agradezco.

—¿No quisieras hablarme de la razón por la cual estás tan triste?

—Aún no lo sé, sigo sin poder entenderte, y contarte esto, podría arruinarlo todo.

—No puedes arruinarlo más de lo que ya está, vamos, sentémonos en el pasto, tiene mucho que no me ensucio — Ambas nos sentamos, sin importarnos que los vestidos se llenen de tierra.

Sed de PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora