Capítulo 9

1.5K 420 88
                                    

¿Creo en el destino?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Creo en el destino?

Despierto, como es de esperarse con un dolor de cabeza fuerte y sin saber en dónde estoy. Abro los ojos y solo veo una habitación que no es la mía, como puedo me levanto lo más rápido posible preparada para cualquier ataque, al levantarme noto que solo traigo puesto el camisón ¡No puede ser!, no recuerdo nada.

Inspecciono la habitación con los nervios de punta, en busca de algo con lo cual pueda defenderme, solo encuentro un bonito reloj que tiene la manecilla muy puntiaguda y afilada.

Espero a que la persona que me tiene cautiva, entre, para poder atacarle, pero mientras más pasa el tiempo me relajo, hasta que llega el momento en que vuelvo a recorrer esta habitación con la mirada, y ya más tranquila me doy cuenta de que este cuarto aún está dentro del castillo, y es nada más y nada menos que del príncipe, me doy cuenta de ello gracias a la extravagante y enorme pintura de él, en la cabecera de su cama, que por cierto es más suave que las nubes.

Pero como si me hubieran devuelto la memoria, recuerdo que ayer bebí mucho vino, platicando con el príncipe, no recuerdo sobre de qué platicamos, pero sí que tenía mucho sueño.

La puerta se abre de golpe, y el príncipe se asoma, me asusto y escondo lo más rápido que puedo el reloj que había tomado de su mesita.

— ¡Al fin despertó la borrachita! — Se burla.

— Hola, ¿Cómo es que acabe aquí?, sólo tengo vagos recuerdos.

— Pues lo de siempre, te emborrachaste y caíste dormida o muerta, a mí me pareció más la segunda, pesas demasiado para ese pequeño cuerpo que tienes, parecías una roca cuando tuve que traerte aquí.

— Oye— Me sonrojo con lo que estoy pensando y lo tengo que decir — ¿Pero no hicimos nada, ¿verdad?, es que como solo tengo el camisón puesto, no sé qué pensar.

Carcajadas brotan del tinieblo.

— Obviamente no, sigues teniéndome en un mal concepto, solo pensé que estarías más cómoda durmiendo sin esos vestidos que pesan más que tú.

Estoy más roja que un tomate, otra vez lo ofendí y no sé ni como, lo bueno que ahora no explotó, pues le encanta hacerlo.

— Bueno pues muchas gracias por todo, tengo que irme, hoy es mi día libre y quiero salir a conocer el pueblo— Es la forma más ingeniosa que se me ocurre para escapar de este momento tan incómodo.

Caminando a la puerta, siento que me toma la mano con mucha fuerza.

— Si quieres conocer el pueblo, necesitas un buen guía, y nada mejor que el príncipe soberano— De nuevo sonrío, ahora despertó de muy buen humor.

— ¿Estás seguro de que quieres acompañarme?

—Obviamente, de otra manera no te hubiera invitado. Te veo en quince minutos en la entrada principal, pediré un carruaje— Dichas estas palabras me suelta, y yo salgo corriendo, en busca de mi habitación compartida, apresuro el paso en todo el pasillo de los aposentos del príncipe y cuando salgo de este, lo aminoro. Estar tan cerca de él me provocaba escalofríos.

Sed de PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora