Capítulo 31

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— Kaia, despierta, ya es hora de que te levantes — Me dice Lea con voz baja y mucha tranquilidad

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— Kaia, despierta, ya es hora de que te levantes — Me dice Lea con voz baja y mucha tranquilidad.

Mis ojos están muy pesados para poder abrirlos, y me siento como si hubiera dormido por horas, de igual forma no quiero despertar, quiero seguir durmiendo, mi cuerpo me pide más.

Aun así, Lea no deja de moverme para que abra los ojos y me obligo a despertar y comenzar mi nuevo día.

Más a fuerza que de ganas, abro los ojos para demostrarle a ella y a las demás damas, que desperté.

Y comienza la rutina diaria...

Me bañan, me arreglan y a desayunar.

Ahora la excepción es que me dejaron en una bata sencilla, color rosa claro, y una tela muy suave.

Lea me hace de desayunar y la verdad su comida sabe muy fea, con razón en sus tareas como servidora en este castillo, no están incluidas las de la cocina. La excepción fue ahora, ya que es el día de la boda.

Nadie me quiere aquí, solo que no lo demuestran debido a que terminarían muy mal con su amado príncipe. Tienen una extraña admiración hacia él y ciegamente lo siguen, aunque muchas decisiones de las que tome, no les agraden, un ejemplo de esas decisiones, soy yo.

Sacando conclusiones, sé que una de las razones por las que no me quieren, es por lo que me dijo Luna, su deber del príncipe, era escoger a alguien para compartir el resto de su vida, antes de ser coronado, podía escoger cualquier mujer casadera en el pueblo, y conociéndolo, seguramente un día llegó ordenando que hicieran un cuarto porque había encontrado con quien casarse, olvidando a su pueblo.

Curiosamente en vez de que lo odien a él, me odian a mí.

Como si yo lo hubiera querido enamorar, ni siquiera lo conocía, después escapé y aun así no me dejó ir, aumentando la furia de su pueblo en contra de mí, está tan cegado que sigue con su jueguito de una boda feliz y espero que no quiera una familia.

Acabo de desayunar y me llevan directamente a mi cuarto, ya casi es hora de que el espectáculo empiece y tienen que arreglarme, cambiarme y todo lo que quieran hacer conmigo, estoy a su merced, como una vil muñeca.

Empiezan con el peinado, desenredándome el cabello, porque dicen que mi cabello nunca se queda quieto, y les cuesta mucho trabajo arreglarlo, cuando por fin terminan, parece que tengo kilos de cabello sobre mi cabeza, pero sigue siendo el mismo, sólo que está esponjado. Otra vez tienen que echarle agua, y cepillar y cepillar hasta que hacen la prueba final, pasándome el dedo por encima, y no se enredó, afortunadamente para ellas.

Me tienen viendo mi propio sufrimiento, porque estoy sentada en el tocador de mi cuarto, muy considerado de su parte, se escuchan unos toques en la puerta y detrás de ello la voz del tinieblo.

— ¿Puedo pasar? — Pregunta.

Una de las sin nombre, rápidamente le abre la puerta al príncipe tinieblo.

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