9. El pequeño Zeta (II)

55.3K 2.9K 860
                                    

Los oscuros ojos de Franco se cruzaron con los de la muchacha, ojos gélidos invadidos por un terror desorbitante.

-Esta vez, veo alucinaciones.

*****


La máquina de afeitar recorría de lado a lado su rostro con perfecta sincronización. Sentía agradable el aroma a limpieza que manaba de su cuerpo, lo había extrañado. Su empapado pelo se acomodaba como él quisiese con solo pasar sus dedos entre ellos. Su nueva ropa tampoco lucia nada mal frente al espejo; ese Jean azul con textura deshilachada en las piernas, y su camiseta blanca, con las mangas y el cuello en color negro le daba un increíble aspecto, y conservó su viejo cinturón rojo, le gustaba la combinación que ofrecía. También se tomó unos segundos para apreciar su buen estado físico, atribuido por supuesto a las constantes situaciones en las que tuvo que escapar corriendo. Nunca en toda su vida se sintió tan activo como hoy en día.

-El maldito apocalipsis tiene sus ventajas al menos -bromeó para sí mismo.

Salió del baño luego de terminar de alistarse con unas buenas zapatillas deportivas y se dirigió a las escaleras, se cruzó con varias personas en el camino que lo saludaron amablemente. Le pareció raro pero devolvió los saludos de manera educada.

-Entonces si era por la ropa -sonrió ante la ironía.

Bajó las escaleras a paso lento, viendo todo a su alrededor, ya había examinado la nación por completo pero la cantidad de gente que había ahí le resultaba interminable de reconocer. Decidió buscar a su compañero Rex en el ala norte. Recorrió, entretenido, los pasillos del ala sur mientras observaba como un grupo de, al menos quince personas entre jóvenes y adultos, combatían en un sector aislado con colchonetas a sus pies. Un movimiento de defensa personal de un muchacho de aspecto fortachón, lo sorprendió cuando levantó por los aires a su contrincante para arrojarlo fuera de un improvisado ring circular.

En ese instante sintió un golpe en el estómago, no muy fuerte, pero fue suficiente para que su atención se desviara a intentar descubrir de qué se trataba. A sus pies pudo ver una pequeña pelota de tenis con varias rajaduras, y aparentemente baboseada. La recogió y seguidamente notó como un perro negro como la noche, de considerable tamaño, se acercaba a grandes zancadas hacia él.

Zeta se escudó en sus brazos anticipando el ataque, pero el can frenó la carrera en seco antes de llegar a chocar con él. Al darse cuenta de que no corría peligro Zeta se permitió relajar los músculos y adoptar una postura menos defensiva. Le cedió el pequeño juguete a su dueño canino, mientras lo observaba mordisquearlo juguetonamente.

- ¡Lo siento, amigo! -dijo una voz a lo lejos, mientras se acercaba apresuradamente. El sujeto a simple vista parecía de los que les encanta hacer ejercicio a diario, músculos pronunciados y un corte de cabello del que obligan hacerse en la milicia, o en la policía a juzgar por su uniforme azulado oscuro-. No te vi, y cuando lance la pelota ya era demasiado tarde. Espero no haberte asustado.

-No pasa nada, tranquilo.

-Qué bueno. La gente todavía no se acostumbra a él, no los culpo ya que es nuestro primer día en la nación -dijo frotando la cabeza de su perro-. Pero ya lo harán, no da tanto miedo cuando vuelves a mirarlo.

A Zeta le sorprendió que hubiera alguien todavía más nuevo que él, pero le agrado ese hecho.

-Pues sí, ahora que lo veo bien parece más amable, incluso tierno, ¿qué raza es?

-No sé mucho de perros, pero se parece a un Bóxer americano, o eso me han dicho.

-Si, en apariencia, pero si te fijas bien este es mucho más bonito que un bóxer; su hocico es más alargado y sus orejas son caídas en vez puntiagudas. Quizás no sea de una raza fiel.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora