12. Cuenta Regresiva (V)

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-Entiendo, gracias Ulises -dijo Jin, mientras ambos salían de la tienda-. Vamos con los demás.

*****


- ¿Cuántas balas te quedan? -preguntó Claudia, aferrada lo más posible a la puerta.

Zeta y Abigail se encontraban espalda con espalda luchando con cada monstruo que se aproximaba a su posición. La masa de criaturas se aglomeraba en un semicírculo alrededor de una improvisada trinchera que Zeta había construido, en un intento por darles un poco más de tiempo de vida.

-A mi hace rato se me acabaron, por eso estoy bateando cabezas con esto -respondió Zeta, usando la culata de la escopeta para arrancar la cabeza de un zombi que se le aproximaba.

-No te preguntaba a ti, ella raciona más las balas que tú, es obvio que se te acabarían rápido si disparas como un animal.

-Me quedan apenas tres -respondió Abigail, mientras se encargaba de extraer su chuchillo del ojo de un zombi.

Zeta dio otro batazo más a uno de ellos, provocando que cayera de espaldas y tumbara a un grupo detrás de él, luego utilizó su pierna para propenderle una patada feroz a otro que se acercaba peligrosamente a Abi.

-No disparo como un animal, simplemente uso mis armas en su máxima capacidad, ¿Qué tiene de malo eso? -Se excusó, mientras empujaba a dos monstruos con el reverso del arma-. No dejen que pasen de la barricada o se amontonarán más.

-Que moriremos ahora, eso tiene de malo -se quejó Claudia.

-No moriremos, alguien nos salvará en el último minuto -respondió Zeta, utilizando nuevamente su arma como un bate-. Eso espero.

Abigail no vio más remedio que volver a utilizar su pistola, apuntó a un zombi Parca que se acercaba velozmente por el lateral derecho y cuando la criatura tomo vuelo en el salto final, la muchacha efectuó el disparo que terminó con su muerta vida. El cadáver cayó junto a Zeta, quien lo arrojó a la manada de muertos para abrir un poco de espacio. Noelia, mientras tanto, seguía golpeando la puerta a sus espaldas, con el anhelo de que se abriera en algún momento, pero no fue el caso.

- ¿A quién se le ocurre cerrar la puerta habiendo gente dentro? -dijo Noelia, quien por cada palabra, golpeaba más fuerte intentando ser escuchada por alguien.

-Lo hicieron por su seguridad personal, es bastante lógico. Evitan que todos estos monstruos pasen al otro lado -respondió Abigail, quien uso su segunda bala en un cortador.

- ¿Cómo puedes pensar tan fríamente en una situación así? -inquirió Claudia.

-La soledad te vuelve frio y calculador-afirmó, la muchacha.

-En eso tienes razón -la secundó, Zeta-. Por eso mismo yo cantaba todo el tiempo.

Ambas lo miraron con confusión, luego retomaron sus actividades.

-En situaciones en donde todo está mal, lo mejor es cantar para despejar a la mente del peligro que estás viviendo -explicó Zeta, mientras ahora usaba un madero ancho para batear a los monstruos.

-Entonces no era mi imaginación -dijo Abi, aguantando una sonrisa-. Si estabas tarareando una canción cuando matabas zombis hace un rato.

-Yo también lo escuché, pero creí que me lo imaginaba -compartió, Claudia-. ¿Estabas tarareando Ojo de tigre?

-Es la mejor canción para matar zombis -. Exclamó Zeta, alegremente mientras se dirigía a un zombi a la carrera efectuándole un brutal gancho emulando a un boxeador-. La escuchaba siempre que hacia boxeo. ¡Chan... chan, chan, chan!

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora