- ¡Hey, alto, alto! ¡Espera!
El arma había cambiado de lugar, apuntando ahora al muchacho.
- ¡Calla a tu condenado perro o le volaré la cabeza!
El pequeño Zeta no se quedó de patas cruzadas y se abalanzó contra el misterioso sujeto de un salto. El largo del animal al estar en dos patas rozaba el metro y medio, y gracias a su moldeada musculatura fue necesario un simple empujón para arrojar al desprevenido atacante al suelo. El hombre cayó en un golpe seco dentro de la habitación de la que había salido, sin embargo, su mano no dejó nunca de sujetar su arma. Alzó su pistola apuntando al pequeño Zeta, pero evitó disparar al ver una reluciente Beretta color rojo apuntándolo a pocos centímetros de su cara.
-Tranquilo, chico -Ordenó Zeta, con seriedad.
-No voy a estar tranquilo con tu pistola en mi cabeza.
-No hablaba contigo, idiota-. Zeta procedió a acariciar al animal para calmarlo. Luego cerró la puerta a sus espaldas, y ayudó al sujeto a incorporarse-. Escúchame, no tenemos por qué matarnos entre nosotros.
-Dile eso a tu perro suicida, acaba de alertar a todo el maldito hospital.
-Él ya no volverá a ladrar, puedes estar tranquilo. Vine a ayudar.
- ¿Quién eres? ¿Iron man? -preguntó una voz infantil, proveniente del fondo de la habitación. Mientras con una linterna comenzó a iluminar los ojos de Zeta.
El joven desvió la mirada, la luz le resultaba muy molesta vista desde las gafas de visión nocturna. Se las quitó dejándolas sobre su frente, y miró hacia un espejo que se encontraba a su lado. Ciertamente el uniforme rojo y negro de la Nación escarlata, en conjunto con las gafas puestas, parecía un traje de superhéroe de historieta. No pudo evitar hacer una media sonrisa.
-No, mi nombre es Zeta y vengo de la Nación escarlata -Señalo al animal-. De no ser por él, jamás los hubiera encontrado. Podemos salir de aquí todos juntos.
En ese momento, un brutal estruendo resonó en la puerta, seguido de incesantes bramidos y golpes furiosos, anhelando el ingreso a la habitación.
-No será fácil ahora que saben dónde estamos -Se quejó el sujeto que había sido arrollado por el pequeño Zeta, luego se dirigió al animal frunciendo el ceño-. Muchas gracias Scooby.
El animal gruño, mostrando sus colmillos y el hombre dio un paso atrás.
-No lo molestes, Mar -dijo una voz femenina, que se acopló a la conversación. Detrás de ella, un grupo de seis personas se acercaban tímidamente. Todos observaban a Zeta con curiosidad.
- ¿Mar? -preguntó Zeta, con tinte burlón.
-Marcos, para ti -subrayó, y se acercó a un paso de Zeta-. Escúchame bien, todas estas personas son mi familia. Si intentas hacer algo que nos ponga en peligro -Miro hacia la puerta, los ruidos y golpes no cesaban-, una vez más. Te asesinaré sin dudarlo un segundo, y tu perro será el siguiente.
Zeta se tomó un momento para observar a todos en la habitación, sus rostros no parecieron inmutarse al escuchar sobre asesinar a alguien, ni siquiera un niño que también se encontraba en el grupo. Sus expresiones eran apagadas y sus miradas frías.
-Han pasado muchas cosas, se les nota. Pero no vengo a causarles problemas, les ayudaré a salir de aquí.
- ¿Dónde conseguiste los visores nocturnos? -preguntó un sujeto con un bigote pronunciado y una barba de varios días.
-De la Nación Escarlata, es un lugar seguro, con gente buena -Se tomó un tiempo para pensar en lo tan buenos que habían sido con él noqueándolo, encarcelándolo y mandándolo a una misión suicida-. Eso creo.
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Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión Clásica
Khoa học viễn tưởngTras despertarse en un callejón baldío, cubierto de sangre y sin ser capaz de recordar su identidad, un solitario y desconfiado joven no tendrá más opción que sobrevivir a un mundo en donde las leyes ya no existen, los muertos cobran vida, el orden...