13. No eres un héroe (VI)

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Una serie de bombas comenzó a estallar en todo el edificio, el lugar se tiño de blanco, amarillo y rojo. Las explosiones eran consecutivas, una tras la otra y no parecía querer detenerse. El centro del suelo se resquebrajó y se abrió, derrumbándose en escombros, arrojando a todos quienes estuvieran cerca al vacío. Uno a uno, todos fueron cayendo. Los gritos desesperados inundaban todo el ambiente. Las explosiones continuaron, ya no se sabía la proveniencia de cada una, si explotaba cerca o lejos, arriba o abajo. Todo para Franco era un caos, pedregones y escombros volaban chocando con todo a su paso. No veía nada, todo era humo y polvo esparcido por el lugar. La única certeza que tenía era que todavía se hallaba sobre suelo firme. Para su suerte o desgracia, todavía estaba vivo. El sector del suelo cercano al muro no había terminado por derrumbarse lo que había permitido a Franco conservar por unos momentos más su vida.

El joven intentó colocarse de pie al notar que las explosiones ya habían acabado. Sus oídos le zumbaban, como si tuviese un panal de abejas dentro de su cabeza, la visión se le dificultaba, pero poco a poco, el humo se iba disipando. Revisó instintivamente su armamento, ya no tenía su fusil. En algún momento de las explosiones se había caído al vacío. Solo contaba con su pistola y un fuerte dolor de cabeza. Esforzó su vista para poder ver mejor entre la humareda de polvo, y esbozó una mueca de sorpresa al ver que era el único en la habitación. Todos sus compañeros habían caído al vacío de tres pisos de altura. Se asomó un poco al borde, con cuidado de no resbalar. Todo se encontraba muy oscuro ahí abajo, pero luego de agudizar un poco su oído, pudo notar una serie de sonidos guturales en el fondo del pozo. Sonidos de monstruos.

En ese momento recordó lo que Romero le había dicho, el subsuelo era como un enorme pozo y se encontraba repleto de esas bestias. Calavera había planificado todo con sumo detalle para que ninguno se salvara arrojando a todos al pozo. Si alguno caía y sobrevivía, los monstruos se encargarían del resto. Una fuerte ira comenzó a crecer en su interior. Toda la misión había sido un total fracaso. Calavera jamás quiso adueñarse de la torre, la destruyó sin compasión alguna, deshabilitando cualquier medio de comunicación. Destruiría toda la ciudad si fuera necesario para acabar con la Nación Escarlata. Franco se encontraba totalmente contrariado, pero no podía bajar los brazos ahora, tenía que volver y avisar a la Nación Escarlata cuanto antes.

- ¡Oye! -Una voz familiar se escuchó cercana a su posición. Sus ojos se dispararon hacia todos los rincones del lugar, buscando la fuente del sonido. Hasta que volvió a hablar-. ¡Aquí abajo!

Franco se asomó al borde con curiosidad. A unos pocos metros de distancia, se encontraba Rex, colgado de unas cañerías al borde del segundo piso.

- ¿Me ayudas?

Franco no perdió tiempo, recorrió cuidadosamente el borde de lo que quedaba de suelo para llegar hasta Rex. Cuando finalmente pudo alcanzarlo, lo tomó del brazo y utilizó todas sus fuerzas para alzarlo. Una vez arriba Rex pudo respirar otra vez, se quitó su gorra de lana verde y sacudió todo el polvo que tenía antes de volver a colocársela.

-Esos tipos están dementes, volar un edificio entero es una locura.

- ¿Hay alguien más que haya sobrevivido aparte de nosotros?

-No lo creo-. Contestó Rex, observando hacia el vacío. No veo a nadie desde aquí.

Franco suspiró, secándose la transpiración.

-Entonces volvamos, no podemos enfrentar a Calavera solos -concluyó Franco.

En ese momento, la puerta principal del primer piso se abrió bruscamente. Franco y Rex escucharon con claridad el portazo, y unas voces comenzaron a hablar entre sí. Ambos se cubrieron tirándose al suelo, y solo asomaban minúsculamente sus cabezas para ver hacia abajo sin ser descubiertos.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora