-Felicidades Juan, terminó el comité de bienvenida, ahora vas a comenzar a hablar y más te vale decirme solo la verdad. Si llegas a mentirme lo sabré, si llegas a omitir algo lo sabré, y si llegas a aburrirme -guardó silencio y quitó de su funda un cuchillo de cacería-, ya no voy a manchar más mis puños.
Juan tragó saliva mezclada con sangre e hizo un gran esfuerzo por responder. -S...si.
Franco tomó asiento recostándose en el muro mientras se pasaba el cuchillo de mano en mano. -Te escucho.
Juan se tomó un tiempo para continuar, pero un quejido de Franco lo aceleró y comenzó a hablar intentando que sus palabras sonaran lo más armoniosamente posibles, sin tantas interrupciones de tos con sangre.
-Al comenzar todo esto, yo me encontraba con Renzo y su familia -comenzó a decir-. Aunque no duré mucho tiempo con ellos, querían entrar a la ciudad en pleno foco infeccioso. No podía seguirlos, era una locura así que me fui por mi lado. De todas formas no me tomó mucho tiempo descubrir que todo el resto del país y quizás del mundo estaban en la misma situación, haberme marchado o haberme quedado hubiese sido lo mismo. A veces me arrepiento de haber dejado a Roberto solo -dijo quebrando la voz en un llanto contenido.
-No pensé que lo harías tan rápido Juan, pero me estas aburriendo bastante -interrumpió Franco inclinándose hacia delante para levantarse.
- ¡Está bien, está bien! Estuve varios días, semanas creo, recorriendo de pueblo en pueblo, evadiendo las ciudades infectadas y sobreviviendo en pésimas condiciones, cuando un día, estaba escaso de alimentos y el automóvil que había robado se estaba quedando sin combustible, así que decidí entrar en una ciudad que encontré de camino.
-Aburrido... -interrumpió Franco colocándose de rodillas.
- ¡Y ahí fue cuando me lo crucé!
- ¿Con quién? ¿Con el Zorro?
-No, con alguien que tú conoces muy bien.
Inmediatamente la atención de Franco fue captada por sus palabras. -Continua -dijo, sentándose nuevamente en el suelo.
Juan suspiró, aliviado.
*****
Demasiado caliente como para seguir tomándolo. Esa gaseosa que se había encontrado en un golpe de suerte, aún sin abrir, enfrente de un restaurante familiar de aspecto rústico, estaba demasiado caliente como para seguir tomándolo. Pero aún así, ese ligero inconveniente no fue suficiente para impedirle bajarse la lata entera en menos de dos grandes sorbos.
Juan llevó su mano a sus rizados y largos cabellos oscuros y los sacudió, subió a su vehículo y siguió la marcha.
Desde el día rojo Juan habia adoptado una táctica de supervivencia que lo mantuvo a salvo durante un largo tiempo y el cual daba un buen resultado hasta la fecha; evadir ciudades, evadir personas ,muertas o no, y disparar antes de preguntar.
Siguiendo estas sencillas reglas al pie de la letra no habia tenido ningun inconveniente, y se sentía orgulloso de ello. Hasta el día de hoy, en el que habia decidido entrar en una gran ciudad al verse obligado a buscar alimentos y provisiones. Quebrantar una de sus reglas no era lo ideal para él, pero dado que el hambre apremiaba y que gozaba la ventaja de conocer bien esa ciudad, se animó a tentar a su suerte, al fin y al cabo, podria seguramente encontrar un mejor coche, uno más grande para cargar con todas sus armas y toda la comida que planeaba conseguir.
Evadió la entrada principal, no tenía humor para cruzarse con ese taller mecánico que atormentaba su conciencia de vez en cuando, y optó por la entrada sur de la ciudad.
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Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión Clásica
Science FictionTras despertarse en un callejón baldío, cubierto de sangre y sin ser capaz de recordar su identidad, un solitario y desconfiado joven no tendrá más opción que sobrevivir a un mundo en donde las leyes ya no existen, los muertos cobran vida, el orden...