6. Acuerdo de paz (VI)

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Franco asintió dando la razón a Matías. -En efecto, no lo podría haber dicho mejor, hasta ahora nunca había visto algún bicho que se comiera a los de su misma especie, está fuera de los parámetros de su normalidad.

Zeta no pudo evitar interrumpir con una breve risa. - ¿De verdad hablas de normalidad teniendo en frente a estas cosas? Pensé que eras el inteligente Franco, pero déjame decirte que en este mundo ya nada puede llamarse normal -suspiró-. Ni tú ni yo somos normales, nadie lo es, mucho menos lo van a ser estos bichos, como les dices -desenvainó su machete apuntándolo al zombi-. Cada día, en cualquier momento puede llegar a aparecer uno nuevo y mucho más peligroso que los anteriores. Y cada uno de nosotros como humanos vamos a tener que adaptarnos a ellos -bajó el machete para subir con su otro brazo su Beretta modificada y apuntó nuevamente al zombi-. Porque el que se adapta por ultimo... muere.

Presionó el gatillo. Una bala salió disparada del arma de zeta para terminar su recorrido justo en la sien del monstruo, la misma reboto impactando consiguientemente en algún lugar de la calle. El impactó tomó de lleno al zombi obligándolo a dar una media vuelta sobre sus pies y caer de rodillas justo en frente del grupo de la nación oscura. Zeta al presenciar su improvisto fallo, no pudo evitar abrir la boca en un ridículo gesto de sorpresa. - ¿Alguien más vio eso?

*****

- ¡Por eso mismo tenemos que escapar!- explicó el sujeto calvo apuntando a la bestia con su arma-. A esa cosa no le afectan las balas de ningún tipo.

-Eso veo, menudo problema ¿eh? -dijo Calavera fingiendo temor.

- ¡Jefe! ¡¿Acaso no ve que no podemos perder más tiempo?! Ya perdimos a Rodrigo por este infeliz.

Calavera simplemente sonrió de una manera altanera y respondió. -No mi querido amigo, Rodrigo murió por su propia incompetencia -miró de soslayo con su ojo sano a su secuaz, y alzó el lanzamisiles a su hombro apuntando al zombi-. Y te recuerdo algo, y que no se te olvide. Yo no soy Rodrigo.

Al ver esto Franco no perdió tiempo en dar la orden a todos de refugiarse detrás de dos vehículos abandonados a ambos extremos de la calzada para evitar salir dañados. Franco, Samantha y Rex se ocultaron detrás de un camión mientras que Zeta junto con Anna, Noelia y Matías se dirigieron a toda velocidad detrás de una camioneta blanca.

Mientras tanto, el disparo producido anteriormente por Zeta pareció enfadar a la bestia la cual emitió un bramido de guerra similar al que la clase parca usa para anunciar su ataque. Prosiguió a alzar un pie mientras estaba de rodillas, y luego el otro incorporándose definitivamente. Se echó a la carrera en dirección a Calavera y su grupo, pero dos pasos fueron los únicos que llegó a dar antes de ser interrumpido por un misil que explotó frente a él haciéndolo volar varios metros atrás, desplomándose a pocos pasos del camión donde se refugiaban Franco y los demás.

Calavera y su grupo hicieron lo propio refugiándose tras el jeep mientras apuntaban con sus armas al grupo de Zeta. Calavera arrojó a un lado el lanzamisiles y tomó una pistola que uso para efectuar un disparo que rozó el pie de Franco, pero sin acertarle. - ¡Bueno novato! Parece que las negociaciones se acabaron, en pocos minutos este lugar estará lleno hasta tu culo de zombis, y sabes que me encantaría quedarme y verte morir pero me urgen cosas más importantes. Encontrar la nación escarlata por ejemplo -otro disparo, esta vez a uno de los vidrios de la camioneta-. Un placer conocerlos chicos. Espero que nos volvamos a ver todos en el puto infie...

Calavera se calló. No porque fuese interrumpido, simplemente por el hecho de que lo que vio a continuación lo hizo enmudecer completamente. El zombi, ese mismo zombi que recientemente había recibido un disparo de lleno del lanzamisiles, ahora volvía a colocarse lentamente de pie. Sano y sin rasguño alguno. -Me cago en ese hijo de...-dijo y disparó tres veces consecutivas al zombi sin vacilar en ningún momento. Las balas rebotaban de su piel como si de un chaleco antibalas se tratase, enfadando aún más a la bestia quien parecía alterarse más con cada disparo, pero en vez de perfilarse hacia Calavera, dirigió su mirada hacia su objetivo más cercano. Franco.

-Esa cosa va comerse a Franco si no actuamos rápido -anunció Noelia preocupada.

- ¿Alguien tiene algún plan exprés? -preguntó Matías.

Zeta y Anna cruzaron miradas, Anna entrecerró los ojos y frunció el seño en una mueca de «Necesitamos tu ayuda». Zeta comprendió a la perfección. - ¿Me apoyas? -preguntó-. Yo me encargaré del zombi.

Anna asintió y dejó a Noelia en los brazos de Matías, tomó su rifle francotirador y apuntó directamente a Calavera, pero Zeta inmediatamente bajó la mira de su rifle con su mano. -Se que puedes matarlo. Pero preferiría que de momento no lo hicieras.

Anna no comprendió el porqué, pero decidió respetarlo y efectuó su tiro en el capó del Jeep provocando que Calavera interrumpiera su desfile de disparos y corriera a ocultarse. Juan y sus compañeros no dudaron en apoyar a su jefe desde detrás del jeep. Anna les hacia frente fácilmente con su rifle y seguidamente Noelia y Matías se sumaron en el tiroteo.

- ¡Nos superan drásticamente en número! Así no vamos a poder siquiera apuntar con claridad -dijo el sujeto calvo de la nación oscura.

Calavera volvió a hacer uso de su especial sonrisa altanera. -No hace falta que malgasten sus municiones amigos, ¿o se olvidaron que tenemos un aliado muerto haciendo el trabajo sucio por nosotros?

En ese momento, Rex sujetó a Franco de su abrigo y lo apartó alejándolo de la bestia para luego ocultarse en la parte lateral derecha del camión. El zombi procedió a dar un paso hacia delante, luego otro hacia atrás observando hacia los lados al azar y alzando su nariz para olfatear mejor.

-Parece desorientado -susurró Sam.

-Eso es bueno, podemos distraerlo de alguna manera y ganar tiempo -añadió Franco.

-Me gustaría saber esa manera -dijo Rex mientras se agazapaba y procedía a asomar su cabeza por la esquina del camión para observar a la bestia, pero volvió a cubierto rápidamente-. Esta muy cerca -dijo en un tono apenas audible, pero que Sam y Franco interpretaron a la perfección por la preocupada expresión de su cara.

El zombi se acercaba cada vez más, Franco sabía que no podían huir hacia ningún otro lugar sin quedar totalmente expuestos a la vista de Calavera y su grupo. Pero también sabía que si se quedaba sin hacer nada, ese maldito e indestructible bicho se haría un bonito manjar con sus cabezas. La situación apremiaba, y el tiempo se acortaba cada paso que daba el zombie, olisqueando el hedor a carne fresca para guiar sus pasos. No quedaba mucho, si no podía hacer algo pronto moriría. « ¿Pero qué? ¿Qué puedo hacer?-pensó». El aliento putrefacto y caluroso del zombi escocía las fosas nasales de Franco. Observaba a Samantha, sus ojos denotaban un revoltijo de temor y preocupación. «Piensa Franco, tienes que buscar una solución rápida y ponerla a ella a salvo». El semblante del joven ex militar cambió a preocupación, frunció el seño cerrando fuertemente sus ojos como deseando que alguna mágica idea apareciera de repente. Y funcionó. « ¡Eso es! ¿Cómo no me di cuenta antes?». Metió la mano en su pantalón y extrajo de ahí una granada que había conseguido en su misión anterior, esa era la clave para deshacerse del maldito demonio. Pero sabía perfectamente que si el lanza-misiles de Calavera no le había provocado daño alguno, una simple granada de fragmentación tendría el mismo resultado. Recordó el momento en que Zeta derrotó a aquel zombi gigante haciéndole volar la cabeza desde dentro. Esa podría ser la solución, podrían ser muy fuertes en el exterior pero por dentro solo carne podrida. Franco aferró su mano a la granada con intenciones de metérsela dentro de la garganta en el momento que abriera su gigantesca boca forrada de esa afilada y putrefacta dentadura. Solo debía esperar el momento adecuado, cuando se acercase y...

¡Paff! Un destello resonó y el sonido de una bala impactó en la cabeza de la bestia, la misma rebotó y termino su trayecto en algún lugar del suelo. Provocando consiguientemente que el demonio virara a ciento ochenta grados, olvidándose por completo de lo que buscaba con anterioridad. Otro balazo más, esta vez en el torso, el zombi gruñó y comenzó a avanzar aceleradamente hacia el lugar de donde provenían los disparos. Franco desconcertado, observó quien podría estar tan loco de atraer a esa bestia. Y por alguna razón, la respuesta al ver a Zeta de pie sobre la caja trasera de una camioneta en la senda de en frente, no lo sorprendió del todo.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora