CAPÍTULO 3

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STELLA

El fin de semana se me pasa a la velocidad de la luz corrigiendo trabajos y preparando las clases de la próxima semana, y para cuando quiero hacer algo más productivo con mi vida ya ha llegado el lunes. El tiempo estos días ha estado un poco revuelto, no sabes si va a llover o va a salir el sol, supongo que ese es el encanto del otoño, pero siendo sincera, yo lo odio. Detesto ver las hojas secas esparcidas por el suelo, carentes de vida, en lugar de adornando las copas de los árboles dando color a los paisajes. Aborrezco todo lo que tenga que ver con esta estación desde aquel fatídico día.

Pero la vida sigue, al menos para mí, y no puedo permitirme volver a caer en esa espiral de dolor en la que me sumí algún tiempo atrás, por eso, salgo de la cama, me doy una ducha, y me visto mientras se hace el café. En menos de media hora ya estoy totalmente lista para enfrentar este nuevo día, tomo una profunda respiración frente a la puerta de mi apartamento y salgo en dirección a mi coche.

Mientras conduzco por la ciudad, no puedo evitar pensar en cómo el viernes recorrí estas mismas calles, pero en el coche de Ethan, no puedo olvidar sus palabras, que han rondado por mi cabeza todo el fin de semana. Me sorprendí bastante cuando me lo encontré nada más bajarme del taxi, y, cuando descubrí, que era el con quien debería tener esa especie de cita a ciegas que Sasha me había organizado... juro por dios que estuve a punto de poner cualquier excusa barata y largarme de allí, pero algo en el me hizo quedarme, y lo cierto es que no puedo lamentarme por ello, hacía demasiado tiempo que no me encontraba así de relajada con alguien que no fuera mi mejor amiga. Aunque, cuando quedamos nosotros dos solos, la realidad me golpeó, y así se lo hice saber, al despedirme de él quise volver mis pasos atrás, decirle que olvidase todo lo que acaba de decirle y dejar que la noche terminase como en verdad quería, sin embargo, no lo hice, y no fue por cobardía o por miedo al rechazo, el problema es que creo que lo nuestro no podría quedarse solo en un polvo esporádico, y ahora mismo, eso es lo único a lo que estoy dispuesta.

Llego al aparcamiento privado de profesores que tiene el colegio, y aparco mi coche en la plaza que tengo asignada. Desde allí, puedo ver como los niños comienzan a llegar, y corren hacia al interior del edificio para refugiarse de la ligera llovizna que está cayendo, yo no tardo en hacer lo mismo cuando empieza a llover con más intensidad.

Al pasar por la puerta, Maddie entra corriendo por mi lado y, automáticamente, me giro en busca del chico de ojos azules, pero solo logro ver su espalda alejándose hacia el horizonte. Desecho todos los pensamientos que me vienen a la cabeza sobre Ethan y me encamino a mi aula donde, veinticinco terremotos de siete años están ya esperando por mí.

El lunes se me pasa con una lentitud abrumadora, como todos los lunes, ya que mi jornada laboral no se reduce a las horas de docencia, sino que también tengo reuniones con el resto de profesores para organizarnos como grupo, comentar algunos aspectos que nos preocupan o queremos cambiar, o, simplemente para poner en común nuevas iniciativas, como la que acabamos de aceptar, y es que, a partir de ahora, el último viernes de cada mes haremos un taller creativo en el que las familias también participarán.

El martes a primera hora, me encuentro explicándoles a mis alumnos que el viernes haremos una actividad especial pero no les digo de que se trata, ya que hemos decidido que sea una sorpresa. También les doy una circular que deben entregar en casa en la que, desde la dirección del centro, se pide ayuda a los padres para poder llevar a cabo el taller, en ella se especifica que, aquellos que estén interesados en participar deben venir el jueves por la tarde a una especie de reunión, presidida por la directora, en la que les explicaremos de que tratará la actividad y cómo nos pueden ayudar.

A mitad de semana los niños están más que intrigados sobre lo que pasará el viernes, incluso tienen algunas teorías bastante interesantes de las cuales, sin duda, tomaré nota. Cuando salgo del colegio, aunque me pese, tengo que pasar por el supermercado ya que no tengo prácticamente nada en casa.

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