CAPÍTULO 7

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STELLA

Bajo las escaleras del edificio de Ethan con el corazón acelerado, imaginando un montón de posibles escenarios que nos involucran a él y a mí en una cama sin nada de ropa. ¿Cómo es posible que su simple cercanía y su confesión de querer besarme me hayan puesto así? Está claro que llevo demasiado tiempo sin vida sexual, sino no me explico las reacciones de mi cuerpo: el pulso descontrolado, el escalofrío que recorrió toda mi espalda cuando besó el lóbulo de mi oreja, la ola de calor que, incluso ahora, un par de minutos después, sigo sintiendo... ¿Qué haces conmigo Ethan?

Al llegar a mi casa solo pienso en darme una ducha y meterme en la cama, mañana comienza una nueva semana y debo estar descansada y preparada para todo lo que me pueda pasar, que, conociéndome, no creo que sea poco.

El lunes pasa bastante rápido, es un día tranquilo en el trabajo, faltan varios alumnos que, al igual que Maddie están enfermos, por lo que damos por empezada la temporada de resfriados, lo cual es normal, teniendo en cuenta que por la mañana ya hace un frío bastante considerable y luego por las tardes hace un calor que parece que volvemos a estar en verano para que, a la noche, las temperaturas vuelvan a caer en picado.

El resto de la semana hasta el viernes, transcurren con la misma normalidad que el lunes, Maddie y el resto de sus compañeros que estaban enfermos ya se han recuperado y han vuelto a las clases, pero hay algo que me tiene un tanto intranquila, y es que, no sé nada de Ethan desde que me despedí de él el otro día en su apartamento. No esperaba estar todo el día llamándonos o enviándonos mensajes como dos adolescentes rebosantes de hormonas, pero por lo menos me podría haber respondido el mensaje que le envié para saber cómo estaba después del fin de semana.

¿Se habrá arrepentido de querer conocerme más? No lo creo, parecía muy seguro cuando lo hablamos en su cocina, y, además, no parece ser el típico tío que desaparece sin dar ninguna explicación. Sea como sea necesito dejar de darle vueltas a la cabeza, ¿y qué mejor solución para eso que salir una noche de fiesta con Sasha? Cabe destacar que la idea fue suya no mía, pero, por primera vez en varios años, no me opongo de primeras a su plan.

Quedamos en vernos en la puerta de nuestro local favorito, y como siempre, tengo que esperar a Sasha casi media hora hasta que la veo aparecer por la otra punta de la calle. Lleva un mono de látex negro, con una cremallera que llega a la altura de su ombligo, combinado con unos tacones del mismo color y una cazadora de cuero roja, su melena rubia, que usualmente ondea con el viento, se encuentra recogida en una coleta en lo alto de su cabeza. Todas las personas que pasan por la acera se dan la vuelta para verla, y no es para menos, mi amiga es una bomba, y se lo hago saber en cuanto se acerca a mí.

- Tía tu tampoco te quedas atrás- dice examinándome de pies a cabeza- sabía que era buena idea que te comprases este vestido.

Lo cierto es que yo no lo había tenido tan claro cuando me lo probé por primera vez en la tienda, ni al volver a hacerlo un par de semanas después justo cuando vencía la fecha límite de devolución, pero hoy fue distinto, cuando me vi con el puesto frente al espejo me sentí como una diosa, como diría Sasha. Los elásticos que tiene a los costados hacen realzar mi figura, y el escote en forma de corazón consigue que, mi ya de por sí prominente busto, parezca más grande, por no hablar de lo largas que parecen mis piernas entre los tacones y lo corto que es el vestido.

- ¿Entramos ya? – pregunto queriendo desviar la atención de mí misma.

- Claro, la noche es nuestra amiga.

Adoro el entusiasmo que tiene Sasha siempre, tira de mi mano para que la siga dentro del local, hay bastante cola para acceder, pero gracias a la coquetería de mi amiga, el portero nos deja entrar sin tener que esperar, mi lado feminista quiere negarse, pues no es justo ni ético que nos dejen pasar primero por nuestros cuerpos, pero, del otro lado tenemos a mi parte cómoda, que sería capaz de cualquier cosa por no tener que esperar cuarenta minutos por entrar a un pub. Así que sigo a Sasha hasta la barra, atestada ya de gente y eso que es bastante pronto, pide una ronda de chupitos para las dos, según ella para calentar motores, pero yo estoy segura de que para cuando termine con los endemoniados chupitos ya estaré casi borracha, se podría decir que no tengo mucha resistencia al alcohol.

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