CAPÍTULO 24

12 5 0
                                    

ETHAN

Después de la ducha vamos al salón, el día se ha torcido y parece que en cualquier momento romperá a llover, así que decidimos que lo mejor será no salir de casa. Pongo algo de música en el altavoz que está conectado a la tele, y me siento en el sofá junto con Stella, que no se de dónde ha sacado el libro que tiene entre manos.

- ¿Y eso? – pregunto señalándolo.

- Siempre llevo uno en el bolso, da igual donde vaya.

Sonrió porque yo también llevo siempre en el coche una libreta con varios lápices, bolis y demás cosas para dibujar, y precisamente eso es lo que voy a hacer ahora. Salgo de un momento al coche y tomo todo lo necesario, cuando entro Stella ya está enfrascada en la lectura, sentada en un extremo del sofá, con la espalda apoyada en uno de los reposabrazos. Yo me siento a su lado, y paso sus piernas flexionadas por encima de las mías, de modo que puedo acariciarla distraídamente, ella sonríe ante mi tacto y yo me dispongo a abrir el pequeño block de dibujo.

- ¿Te molesta? – pregunto cuando me apoyo ligeramente sobre sus piernas para empezar a dibujar.

- Para nada.

Por un par de horas no nos movemos de la misma posición, de vez en cuando noto la mirada curiosa de la maestra en mí, pero no le permito ver lo que estoy haciendo, quiero que lo vea totalmente acabado. Mis manos se mueven solas sobre la hoja, es como si ya supieran el camino y las líneas a trazar. En este momento solo puedo pensar en ella, en como hace un rato estaba sobre la cama, desnuda y sonrojada, mostrándose tal y como es, dejándose llevar por el deseo y el placer, y eso precisamente es lo que intento plasmar. Trato de recordar la expresión de sus ojos, el latido de su corazón. Visualizo cada uno de sus tatuajes, y recuerdo como algunos parecen tener vida propia, como esa mariposa que parece que va a alzar el vuelo desde su tobillo, o la rosa que grácilmente adorna su muñeca.

Me quedo absorto plasmando cada uno de sus detalles, cada una de las pequeñas cosas que hacen de ella una mujer única, y no es hasta que escucho su risa que vuelvo mi rostro hacia ella, notando como cada musculo que muevo está en tensión de permanecer tanto tiempo en la misma postura.

- ¿De qué te ríes? – pregunto curioso.

- De tu expresión de concentración, es como si tuvieras una imagen en tu cabeza y tratarás de grabarla a fuego en esa hoja.

Una sonrisa tira de la comisura de mis labios porque precisamente eso es lo que estoy haciendo, muevo un poco el cuerpo hasta que mi rostro queda frente al suyo, y uno nuestros labios en una simple caricia.

- Me encanta que seas tan observadora.

- Y a mí me encantaría que me dejases ver lo que dibujas, no creas que no me he dado cuenta de que cada vez que intentaba mirar lo tapabas con tu brazo.

- Unos minutos más y te prometo que lo puedes ver.

Vuelvo a besar sus labios y retomamos lo que estábamos haciendo. Como la he prometido, en cuestión de minutos he acabado de dar los últimos detalles al dibujo y se lo muestro. Cuando le tiendo el papel, el cual acabo de arrancar del block, mi mano tiembla, y por algunos segundos soy incapaz de mirarla, me da vergüenza. Ella no dice nada por lo que se me antoja una eternidad, y solo cuando su mano toma mi barbilla para alzar mi rostro es cuando me atrevo a mirarla. De sus ojos brotan dos lágrimas, que me desconciertan, ¿no le habrá gustado el dibujo? ¿habré hecho algo mal? Pero cuando junta nuestros labios en un beso lento, sensual y de lo más romántico, dejo escapar el aire que no sabía que estaba reteniendo.

- Es precioso Ethan, nadie nunca había conseguido ver mí verdadero yo, y tu solo no lo has visto, sino que también has sido capaz de plasmarlo de la forma más maravillosa que podría haber imaginado.

NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora