CAPÍTULO 40

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ETHAN

-        Enana venga, date prisa que sino no llegamos- grito desde la planta de abajo.

Es hora de ir al colegio, y, como todas las mañanas, vamos con la hora pegada al culo, lo he probado todo para llegar puntuales, empezando por despertarnos antes, pero nada funciona, Maddie siempre encuentra la forma de hacer que salgamos tarde de casa. Ayer fueron unos libros olvidados en la mesa de su habitación, hoy no se siente cómoda con ninguna prenda de su armario y se ha cambiado de ropa como seis veces, y mañana seguro que encuentra otra escusa para hacernos perder el tiempo.

Cuando por fin baja las escaleras de la casa, lleva puesto un vestido de flores con unas mallas y sus playeras favoritas del momento, parece bastante conforme así que, cuando llega a mi altura, le ayudo a ponerse la mochila y cojo las llaves de la casa para poder salir. Ponemos rumbo al colegio, como todas las mañanas vamos andando, practicando un poco el italiano que, he de decir, cada vez se me da mejor. Dejo a Maddie en su escuela y yo me voy a trabajar, hace poco que dejé de trabajar como friegaplatos gracias a que, al ir paseando un día por el centro vi un cartel en un estudio de tatuajes diciendo que buscaban gente, sin pensarlo mucho me presente. Me hicieron una prueba, a la dueña del estudio, una mujer de unos treinta y cinco años, le daba igual que no manejara a la perfección el idioma, por lo que, después de evaluar la prueba que me hizo me dio el trabajo. Llevaba ya un par de semanas trabajando allí y la verdad es que estaba muy cómodo, definitivamente lo único que me había costado un poco más había sido el echo de no ser el jefe, de antes, en mi estudio, yo me encargaba de todo: hacer pedidos, las cuentas, coger citas... Aquí cada uno tenemos nuestro papel.

Paola es la dueña, se encarga de hacer los pedidos y de tatuar. Luego está Dante, un chaval de dieciocho años recién cumplidos que se encarga de llevar la agenda del estudio y los perfiles en las redes sociales. Y por último está Stefania, que es más o menos de mi edad y se encarga de llevar las cuentas de la empresa. Ah, por cierto, es la hermana de Paola.

Recojo a Maddie de la escuela al mediodía, caminamos de vuelta a casa mientras la enana me cuenta que tal le ha ido el día. Hoy no me apetece cocinar así que, después de dejar la mochila en casa y aprovechar para ir al baño volvemos a salir en busca de un restaurante donde comer.

Estoy de espaldas a la calle, cerrando la puerta de casa cuando escucho a mi hermana hablar.

-        Stella- grita como si la acabase de ver.

-        Enana estoy seguro de que no...

Cuando me giro las palabras se atascan en mi boca impidiendo que salgan, abrazada a mi hermana está Stella, con una maleta a su lado, lágrimas brotando de sus ojos y una sonrisa contagiosas plasmada en su cara.

-        Ethan, Ethan, es Stella. Está aquí. Ha vuelto.

Mi hermana no cabe en sí de gozo, pero yo sigo completamente paralizado, cuando ve que no reacciono, Stella borra su sonrisa y se acerca muy despacio a mí, como si tuviera miedo de mi reacción.

Cuando está frente a mí se limpia las lágrimas que empañan su precioso rostro y me saluda.

-        Hola- su voz suena tal cual como la recordaba.

No soy capaz de decirle nada, pero mi cuerpo toma el control cuando recorto la distancia que nos separa y la beso como si sus labios fueran el oxigeno que necesito para vivir. Ella no responde por unos segundos, creo que la he pillado por sorpresa, pero después del primer impacto me sigue el beso. Nuestros labios se enredan entre sí, entretejiendo la promesa de nuestro nuevo camino. Juntos.

-        Eh, que yo también quiero estar con ella- dice Maddie tirando de mi camiseta.

Stella y yo nos separamos riendo, y me agacho para coger a mi hermana en brazos para que quede a la misma altura que nosotros. Nosotros. Había echado de menos esa palabra.

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