CAPÍTULO 4

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ETHAN

Veo por el retrovisor como el Jeep de la morena me sigue, no me ha dado mucho tiempo para pensar dónde llevarla, supuse que preferiría escoger ella el sitio, pero de nuevo me ha sorprendido, sobre todo cuando ha dejado caer que volveremos a quedar, no puedo negar que cuando la invité a tomar un café tenía ya asumido que su respuesta iba a ser un no, pero, ahora que me ha dado la oportunidad de pasar un rato más con ella, planeo llevarla a una cafetería que estoy seguro de que le encantará.

Conducimos hasta las afueras de la ciudad y nos adentramos en uno de los barrios más pintorescos que he conocido nunca, las paredes de todos y cada uno de los edificios están decoradas con coloridos dibujos, que, distintos artistas, nacionales e internacionales, han ido haciendo a lo largo de los años.

Aparcamos los vehículos en el primer sitio que encontramos, y caminamos hasta la cafetería, Stella mira todo asombrada, como una niña pequeña la primera vez que la llevan a un parque de atracciones. Al llegar a nuestro destino, abro la puerta y dejo que pase ella primero, examina cada rincón de la cafetería con curiosidad, hasta que sus ojos vuelven a fijarse en los míos.

-        Bienvenida a la cafetería donde sirven el mejor café de toda la ciudad- digo en un tono cómico.

-        Eso hay que comprobarlo- me contesta dirigiéndose a una de las mesas que está situada junto al ventanal.

Una de las camareras no tarda mucho en acercarse a nosotros para pedir nota, Stella se pide un café negro con azúcar mientras que yo me pido un latte. A estas horas el local no está muy concurrido, solo un par de parejas de adolescentes, y una chica ocupada con su ordenador ocupan el lugar, además de nosotros. El olor a café y la canción, Joanne de Lady Gaga, que suena por los altavoces, hacen que mi cuerpo se relaje.

-        ¿Vienes mucho por aquí? – pregunta curiosa mientras esperamos a que traigan nuestros pedidos.

-        De vez en cuando, suelo pasar por el barrio cuando necesito inspiración.

-        ¿Inspiración?

Asiento con la cabeza sin querer darle más explicaciones, ella parece captar que no quiero hablar de ello y cambia de tema.

-        ¿Cómo es que al final te has decidido a ayudarnos en el taller de mañana?

-        Maddie no paró de insistir hasta que al final dije que sí, es increíble lo insistente que puede llegar a ser cuando se le mete algo entre ceja y ceja.

Me río al recordar los pucheros de mi hermana cuando le dije que no iría a ese estúpido taller bajo ningún concepto, justo en ese momento la camarera nos trae nuestros cafés, dejando junto al mío un pequeño papel, con su número de teléfono y una nota.

"Mi turno termina en media hora, si quieres pasar un buen rato y olvidarte de la aburrida esa con la que estás sentado, te espero en el callejón de detrás de la cafetería.

Un caluroso saludo, Amy"

Una pequeña carcajada escapa de Stella haciéndome volver la atención a ella.

-        ¿Qué es lo que te causa tanta gracia? – pregunto confundido.

-        Tú- dice sincera y sin titubear- ¿siempre es así? Qué las camareras liguen contigo, quiero decir – antes de que me dé tiempo a decirle que está equivocada habla- Oh, vamos, no me lo niegues, esa chica no te ha quitado el ojo de encima desde que hemos entrado por la puerta.

Bebo un sorbo de mi café antes de contestarla, más que nada porque no sé muy bien que decir, nunca me había encontrado en una situación como esta, normalmente iría al callejón a encontrarme con la desconocida sin siquiera dudarlo, pero hoy es diferente, hoy ni se me ha pasado por la cabeza aceptar su propuesta, por lo que respondo a Stella con lo primero que se me pasa por la cabeza.

-        ¿Es que acaso estás celosa?

La expresión de su rostro cambia por completo, y es entonces cuando sé que la he cagado, ¿por qué no habré pensado un poco antes de abrir la boca?

-        Para estar celosa debería sentir algo por ti, cosa que claramente no hago.

Tengo que reconocer que sus palabras me afectan más de lo que deberían, y, cuando me quiero dar cuenta, Stella se está levantando de la mesa alegando que es tarde y tiene que irse a casa, deja dinero suficiente sobre la mesa para pagar su consumición y se va.

Si hubiera una competición de idiotas, estoy seguro de que ganaría el primer premio.

Pago por mi bebida y salgo del establecimiento escuchando como la camarera suelta un par de exabruptos hacia mi persona. La temperatura ha bajado considerablemente y amenaza tormenta, tengo que llegar a casa y recoger a Maddie antes de que eso suceda, ir en moto mientras llueve no es que sea muy buena combinación que digamos.

Aparco el vehículo en el garaje de mi edificio y voy andando hasta la academia de baile en la que Maddie está tomando clases de ballet, llego cinco minutos tarde, por lo que mi hermana se encuentra esperando junto con su profesora, quien me da una mirada recriminatoria, pero eso pasa a segundo plano cuando los pequeños bracitos de Maddie rodean mi cuello. No hay nadie igual a ella.

-        ¿Por qué llegaste tarde? Tu nunca llegas tarde- dice soltándome de su agarre y tomándome de la mano para empezar a caminar.

-        Estaba en la reunión de ese dichoso taller que hará tu clase mañana.

-        ¿Eso quiere decir que vendrás a ayudarnos? – pregunta entusiasmada.

Cuando asiento, ella comienza a dar saltos de alegría por toda la acera, ganándose la mirada de varios de los viandantes. Llegamos a mi edificio unos minutos después, y, mientras batallo con Maddie para que se vaya a la ducha, saco todo lo necesario para preparar la cena.

Cenamos viendo un episodio de su serie favorita, como casi todos los días, solo variamos de programación cuando retrasmiten algún partido de baloncesto, para cuando mi hermana se va a la cama, las palabras de Stella no dejan de repetirse en mi cabeza una y otra vez. Sus palabras dejaron en claro que no sentía nada por mí, pero su cuerpo parecía decir lo contrario, ese cambio de expresión en su cara, la huida repentina... ¿Sentirá ella algo por mí? ¿Siento yo algo por ella?

Joder, tengo la cabeza hecha un lío por la chica de ojos grises, está claro que no me es indiferente, hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de la compañía femenina, esa manera de ser que tiene, cómo me reta y me enfrenta sin amilanarse. Siento la necesidad de coger papel y lápiz y comenzar a dibujar, los trazos salen solos, uno tras otro, plasmando todos mis pensamientos, me dejo llevar y, cuando creo terminado el dibujo, me separo por primera vez de la hoja. Allí está ella, devolviéndome la mirada desde el papel.

-        ¿Qué haces?

La adormilada voz de Maddie me hace girarme para encontrármela en el marco de la puerta de la habitación, con su peluche favorito en las manos. Giro la cabeza en busca del despertador, y, cuando lo encuentro veo que marca las tres de la mañana.

-        ¿Qué haces despierta tan tarde enana? Mañana hay que madrugar y no habrá quien te saque de la cama.

-        Es que no podía dormir, he vuelto a tener pesadillas- dice haciendo un puchero que hace que se me encoja el corazón- ¿Estabas dibujando?

¿Cómo he podido estar tan inmerso como para no darme cuenta de que mi hermana estaba teniendo una pesadilla? ¿Qué estás haciendo conmigo Stella?

-        Ethan- la voz de Maddie me devuelve a la realidad y doy la vuelta al dibujo para que ella no pueda verlo.

-        Si, estaba dibujando, pero ya terminé, vamos a dormir que ya es tarde.

-        ¿Puedo dormir contigo? Es que tengo miedo de tener otra pesadilla...

-        Está bien enana, pero solo por hoy.

Maddie se sube a mi cama mientras que yo voy al baño a ponerme el pijama, que, básicamente, consta de un pantalón viejo de chándal gris. Cuando vuelvo a la habitación, mi hermana sigue despierta esperando por mí, por lo que subo también a la cama y nos tapo a ambos con las sábanas, después de dar varias vueltas, termino con los pequeños brazos de Maddie rodeándome y con su cabecita apoyada en mi pecho, al igual que cuando era un bebé.

-        Buenas noches princesa- susurro dándole un beso en la cabeza.

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