Dormí lo que me parecieron horas, y desperté con el sonido de la puerta de la habitación. La doctora que me había atendido durante la noche entró con una enfermera.
—Buen día, cariño. Veo que has podido descansar un poco, eso es bueno. Aunque especifiqué que debías estar tranquila... —exclamó la doctora con tono de regaño al ver a Salvador. Pasé de ella.
Me incorporé levemente. Estaba apoyada en el muslo de Salvador, a modo de almohada, quien seguía en la misma posición que horas atrás. Cuando intenté sentarme en la cama me resultó imposible. Me dolía todo el cuerpo. La cabeza me retumbaba y las náuseas me invadían. Se lo comenté a la doctora y ella y Salvador me ayudaron a ubicarme bien en la cama. Salvador se sentó a mi lado en una silla.
—Bueno, Dolores. Ya recibí el resultado de todos los estudios. Déjame decirte que tienes un Dios aparte, o de lo contrario deberás pagarle horas extras a tu ángel de la guarda.
La miré, confundida. ¿Cómo era posible que me hablara de un ángel de la guarda cuando había sido molida a golpes por tres desconocidos?
—Sé que te puede resultar extraño lo que te estoy diciendo, pero a lo que me refiero es que, a pesar de los golpes fuertes que te dieron, no tienes heridas graves ni de riesgo. Créeme, el saldo normal con una paliza como la que recibiste sería, al menos, unos cuantos huesos rotos, y tal vez algún traumatismo importante en el cráneo. Afortunadamente solo tienes algunos cortes y magulladuras, que irán sanando con el tiempo. Me preocupaba un golpe muy fuerte que descubrí a la altura del abdomen, producto de las patadas, temí que tuvieras alguna rotura o desgarro interno, pero la ecografía mostró que no tienes líquido, lo que es una excelente noticia. ¿Tienes hambre?
—Mucha —respondí. Cielos, no me había dado cuenta hasta que ella lo mencionó.
—Haré que te traigan un desayuno, y le pediré a la nutricionista que venga a visitarte para conversar contigo qué dieta darte. Te dejaré al menos veinticuatro horas en observación. Me quiero quedar tranquila de que estás controlada. Y tú —se dirigió a Salvador, —ahora que sabes que está fuera de peligro deberías ir a casa a dormir. No ayudarás a nadie si caes desmayado por hambre y falta de sueño.
—No me pienso mover. Me iré cuando ella se vaya. Mientras tanto, estaré aquí. Pero gracias por preocuparse, doctora —respondió con amabilidad.
Acto seguido, la doctora y la enfermera se retiraron de la habitación. Nos volvimos a quedar solos y le pregunté directamente.
—¿Acaso no dormiste nada?
—No pude. No quería dormirme, por si te pasaba algo o me necesitabas.
—¿Así que estuviste toda la mañana mirándome dormir? —pregunté, algo sorprendida.
—Te contemplaría toda la vida. No se me ocurre nada mejor que hacer.
Wow, ¿cómo se responde a eso sin derretirse como un hielo al sol? Literalmente estaba con la boca abierta y las palabras no me salían, y él tan solo me miraba con un gesto divertido. Apoyó su codo en el colchón, con su mentón en la mano, y me miró con ternura.
—Te advierto que si no cierras la boca pueden pasar dos cosas, Lola. Uno: puede meterse alguna mosca. O dos: trataré de cerrarla con un beso. Tú eliges, la cierras tú o te la cierro yo.
Ok, ahora sí, definitivamente iba a necesitar un pegamento industrial para cerrarla, porque no había manera de que lo hiciera por voluntad propia, y menos con ese "castigo" que me estaba prometiendo.
Se acercó lentamente a mí, sin dejar de mirar mis labios, y mi respiración se volvió superficial, ansiosa por hacer eso que había querido desde el primer momento en que lo vi. Y cuando estábamos a punto de besarnos, la puerta se abrió abruptamente y llegó mi desayuno.
Por supuesto, el "momento Disney" se esfumó. Él se alejó, algo incómodo, y se puso a mirar por la ventana, mientras la chica traía la bandeja y la colocaba sobre la mesita ajustable a la cama.
Desayuné en silencio, y Salvador se fue a buscar una bebida de la máquina de café. Volvió con el pequeño vasito y se sentó nuevamente en la incómoda silla.
Ya que el romance había pasado, decidí que tenía que saber qué había pasado anoche. Hasta el momento de la golpiza lo tenía dolorosamente claro, pero necesitaba saber qué había pasado después.
—Salva, cuéntame qué pasó cuando llegaste al restaurante.
—No sé si te hará bien revivirlo todo, pero es tu decisión... Está bien, pero primero quiero que me cuentes lo que pasó antes. Lola, me asusté muito cuando te encontré ahí tirada.
Asentí y le conté en detalle todo lo que había ocurrido: que había ido a buscar mi celular, lo extrañas que me habían resultado las calles en el camino, y luego todo el destrozo: el salón, la cocina, lo extraño de que no hubieran roto la caja ni el despacho de mi padre, y finalmente, la golpiza que me habían dado los tres hombres, y la extraña frase que había pronunciado uno de ellos.
—No eran ladrones comunes, Salva. Iban por mi padre, y ahora tengo miedo de que le haya pasado algo. Nunca deja de responderme, no entiendo qué está pasando. —dije, echándome a llorar por vigésima vez en veinticuatro horas.
Salvador tomó mi mano y la acarició, y procedió a completar los vacíos en mi historia.
—Cuando se cortó la comunicación me volví loco. Salí de casa corriendo y fui al local. Cuando vi cómo estaba todo me dio mucho miedo. Te busqué por todos lados y no te veía. Al final te encontré y estabas desmayada. No reaccionabas. Pensé que... —dejó de hablar y se masajeó la frente con frustración. —Pensé que te habían matado... Luego vino la policía y te trajimos aquí. No hay mucho más...
Nos acercamos una vez más y nos abrazamos, esta vez él desde la silla y yo desde la cama. Me besó la frente y la nariz, y luego hundí mi cara en su cuello. Olía a su perfume y a café.
—¿Qué tan mal está mi cara? —pregunté de sopetón. Salvador puso cara de circunstancia y yo me eché a reír. —Vamos, ¿tan mal está?
—Va a cicatrizar. No debes preocuparte por eso. Pensemos en lo que dijo la doctora: tienes trabajando horas extras a tu ángel de la guarda.
—Eso es cierto —dije. —¿Aceptas pago con tarjeta?
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Secretos en la Alhambra
Mystery / ThrillerSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...