Capítulo 32 - Despertares

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Como si estuviera en un sueño, sentí que Salva me hablaba, pero no podía escucharlo. Una cosa es que alguien te diga que tu padre y tu ex son delincuentes, otra muy diferente es ver con tus ojos que han matado a tu mejor amiga. Me sentía confundida, desorientada.

Intenté recordar mis últimas veinticuatro horas, y parecía mentira pero había vivido toda clase de cosas. Pensé en las últimas palabras de Ailén, en la notita que me había dejado y ¡mierda! Si hubiera dormido menos la habría visto cuando vino a traerme el celular. Habría un momento más para recordar.

Pensé en ella, en su alegría, sus ganas de vivir, su buen humor, en cómo siempre tenía la palabra justa para hacer que lo grave se viera menos grave. Me pregunté qué diría en esta situación.

«Coge un avión y lárgate con Salvador a una isla desierta.»

Eso me diría, que me pire de aquí. Pero no podía hacerlo. Tenía que destapar toda esta mierda. Se lo debía a ella.

Cuando volví a la realidad noté que Salva me estaba abrazando y arrastrando fuera de ese maldito cuarto. Yo me dejé llevar por él. Caminamos por el pasillo hasta la primera de las puertas.

No me di cuenta de que estaba llorando, sin embargo sentía mis ojos ardiendo, sin dudas por todas las lágrimas que había derramado. Cuando llegamos al pie de la escalera, Salva se puso frente a mí y me acarició el rostro.

-Mi amor, sé que estás en shock, pero tienes que ser fuerte. Todo terminará pronto. Apenas salgamos de este sótano y tenga señal en el celular llamaré a mis compañeros y les pediré que intervengan y detengan a tu padre y a Pedro, además de a Latorre. No puedo avisar a la policía local, tengo que llamar a un número particular y decir unas palabras claves relacionadas con el caso, para que se aseguren de que soy yo. Cualquier otro movimiento alertaría a la policía de Granada y ya sabemos que están comprados. Con lo que hay en este lugar tenemos suficiente para meterlos a la cárcel. Lo haré enseguida. No te derrumbes, Lola. Mantente fuerte por Ailén, ya lloraremos luego. Te amo.

Le besé, le besé como si mi vida dependiera de eso, pero me di cuenta de que acababa de vomitar, así que me alejé de él y se lo comenté. Es increíble lo que hace la mente. Mira que preocuparme por si tengo mal aliento o no. Salva se rió pero no volvió a besarme, respetando mi petición.

-Como quieras, pero tus besos siempre me saben a cielo.

Tomó mi mano y comenzamos a subir los escalones del sótano. Antes de abrir la puerta Salva apoyó la oreja en la puerta y escuchó atentamente que no hubiera nadie. La luz estaba apagada pero aún así debíamos ser precavidos.

Una vez estuvo seguro, abrió la puerta. Salimos en silencio y con mucho cuidado de detrás del mapa de Granada. Cuando nos dirigíamos a la puerta del despacho, se encendió la luz del escritorio de pronto. Ambos giramos hacia ahí y nos encontramos frente a frente con Pedro. Estaba sentado en la silla giratoria y sonreía con malicia. En sus manos tenía un arma, con la que nos estaba apuntando.

 En sus manos tenía un arma, con la que nos estaba apuntando

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