Capítulo 15 - Evolución

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El tiempo es un concepto algo arbitrario. Cuando lo estás pasando fantásticamente parece volar. Cuando estás sufriendo, parece que no se mueven las manecillas del reloj. Por esto mismo las semanas después de mi agresión pasaron lentamente. Mis heridas del cuerpo sanaron con facilidad, pero las psicológicas tardaron un poco más. Prácticamente no podía salir a la calle sin estar aterrorizada y mirar para todos lados todo el tiempo. Sufría pesadillas varias veces a la semana; en ellas los tres encapuchados me perseguían y aunque trataba de esconderme, me encontraban.

Hacía poco más de quince días del ataque, y desde ese momento nos habíamos visto varias veces con Salvador, aunque no habíamos traspasado la barrera de la amistad. Parecía algo absurdo, teniendo en cuenta que habíamos estado a punto de besarnos más de una vez. Pero siempre ocurría algo que nos arruinaba el momento. De todos modos no era malo del todo. Nos estábamos tomando nuestro tiempo para conocernos, y cada cosa que aprendía de él, me gustaba más. Me daba la sensación de que a él le pasaba lo mismo.

Una tarde habíamos ido a pasear por la ciudad y estábamos en la plaza del Campillo comiendo unos espectaculares churros con chocolate caliente. Aunque hacía calor, los churros se comían con chocolate, sí señor.

—Cuéntame algo de Brasil. ¿Con quién vives allí? ¿Qué haces? Vamos, que siempre hablo y hablo y tú...bueno, anda, es tu turno.

Salvador sonrió y depositó su churro en el plato, y luego se chupó los dedos llenos de azúcar. Un estremecimiento involuntario me obligó a acomodarme en la silla. ¡Quién pudiera ser azúcar! Pensé mientras me obligaba a enfocar mi atención en lo que me estaba contando.

—Bueno... Soy de Salvador de Bahía, antes de venir para acá vivía con mi madre Jandiara y mis tres hermanos pequeños: Antonio, de veintisiete años; Luiz, de veinticuatro; y el más joven: Daví, con veinte años.

—Guau, sois todos hombres, cuánto trabajo para tu pobre madre... y qué bonito nombre tiene: Jandiara. Nunca lo había escuchado.

—Sí. Es muito bonito. Significa "nacida de la luna".

Lo miré, embelesada por cómo le brillaban los ojos al hablar de su madre y sus hermanos. Se notaba cuánto los quería y por momentos me sentí algo triste por no tener esa experiencia de familia: no tenía ni madre, ni hermanos.

—¿Y tu papá? ¿Ellos están casados? ¿O están divorciados? —pregunté. Ahora que estaba hablando por fin, no me iba a quedar callada. Debí decir algo inadecuado, porque bajó su mirada y se puso serio. ¡Rayos!

—Mi papá murió —dijo con ojos tristes.

—Lo siento, Salva. No lo sabía. ¿Fue hace mucho tiempo?

—Veintiún años. Mi mamá estaba embarazada de Daví cuando pasó.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Quién me mandaba abrir mi bocota? Ahora estaba triste. Una emoción diferente cruzó por su mirada, fue tan rápida que no pude darme cuenta de qué se trató, pero de pronto volvió a ser el mismo de siempre, y para mi sorpresa, siguió hablando.

—También tengo un gato.

—¿Un gato? Joder, no te hacía de gatos, pensaba que eras más de perros.

—¿Y eso? —preguntó, divertido.

—Pues no sé, solo me imaginé. Cuéntame de tu gato.

—Ya está algo viejito, lo tengo hace muchos años, se llama Geral, que en español significa General.

—¿General? Qué nombre más extraño. —comenté, sin embargo me sonaba familiar el nombre, pero no podía recordar de dónde.

—Le puse ese nombre por mi película favorita. Es muito velha...—se esforzó por traducir porque vio mi cara de confusión. "Muito" sabía que quería decir "mucho", pero "velha" me dejó en jaque. — Velha...es...como dicen aquí... ¡vieja!

Secretos en la AlhambraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora