Capítulo 38 - Sangre

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El cuerpo se me transformó en un flan en el momento que vi a mi padre y a Pedro. Cada uno empuñaba un arma y nos apuntaban, Pedro a Salva; mi padre a mí.

«No te disparará, tú tranquila», pensé. Pero ya no estaba segura de nada.

-¿Por qué has hecho esto, Lola? ¿Por qué tuviste que meter tu nariz donde no te llamaban? ¿Este te obligó, hija? ¿Sabes qué descubrimos? Tu pobrecito novio es un agente infiltrado, ¿a qué no lo sabías? No voy a negarte que me sorprendió mucho. Latorre también ha pagado caro su descuido. Pero este -dijo señalando a Salva -Te ha estado mintiendo para acercarse a mí. ¿Cómo te hace sentir eso, hija?

Lo miré, desafiante, y vi cuando su rostro cambiaba su gesto.

-¡Vaya! No te sorprende. Veo que ya lo sabías. ¿Por qué me has hecho esto, Lola? Me has entregado a los leones. Eso no es propio de una hija. ¡Qué desilusión! Qué bueno que tengo conocidos aquí que me son fieles, y apenas saltaron ese muro me avisaron. ¿Cómo pensasteis que ibais a entrar aquí sin que los vieran cientos de cámaras? No puedo creer que me hayas traicionado, Lola.

Presa de la rabia por haber sido delatada y porque mi padre se pusiera en plan víctima, estallé:

-¡¿Yo?! Yo no te hecho nada. ¡Tú eres el que me has mentido toda la puta vida! Eres un delincuente, un narcotraficante, un mierda. ¡Mataste a mi mejor amiga! ¿Cómo puedes vivir siendo lo que eres?

-A ver si te callas un poco, hija. Puede haber alguien escuchando por aquí...

-¡Me importa muy poco que puedan escuchar! Vas a pagar por esto José, y te digo así porque tú ya no eres mi padre. Me has decepcionado tanto que no sé por dónde empezar.

-Lola, vamos...Quédate tranquila, hablemos. Déjame explicarte todo. Sé que lo entenderás.

-Yo no voy a entender nada. Me das asco.

-Ay, Lola. Qué difícil me lo estás haciendo. No sé qué hacer contigo. Necesito que cooperes conmigo. No te voy a matar. Jamás lo haría, te amo demasiado. Eres mi única hija y sé que estás confundida...pero no sé de verdad qué hacer. Aunque imagino que entenderás que este poli de mierda no va a poder contar el cuento.

Salva se mantenía en silencio, cabizbajo. Necesitaba su intervención para saber que estaba haciendo las cosas bien. Supuse que si lo hacía hablar, pasaría el tiempo y estaríamos más cerca de que lleguen los de Interpol.

En un momento, Salva levantó la mirada y miró con odio a mi padre.

-¿Puedo preguntar algo?

-Supongo que puedes hacerlo. Vas a morir, así que da igual. Sería una última pregunta, en vez de una última cena. -dijo, riendo. Pedro le festejó el chiste, como el perro faldero que era. Yo los miré con desprecio.

-¿Por qué mataste a mi padre?

Mi padre cerró los ojos con hartazgo.

-He matado a muchas personas. Necesito que me des más datos, porque si no no vamos a llegar a ningún lado. -dijo con cinismo.

-Edgardo. Edgardo Gomes. Hace diez años le mataste.

Los ojos de mi padre se abrieron enormemente y me pareció ver un breve gesto de culpa.

-¿Eres el hijo de Edgardo? ¡Vaya! Ahora entiendo por qué me caíste tan bien desde el principio. Bueno, eso hasta que supe que eras un impostor. Edgardo era un buen amigo, una excelente persona...Verás, yo nunca le hablé de mis negocios, pero hubo una confusión, un soplón que dio información a la policía sobre mí. Yo pensé que había sido él. Entonces bueno, lo mandé traer y...las cosas se fueron un poco de las manos. Al final resultó que no había sido él.

Secretos en la AlhambraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora