Abrí los ojos cuando alguien apuntó una linterna directamente a mis pupilas. Me retorcí, encandilada, e intenté cubrirme con las manos, pero tenía los brazos sujetos por algo, o alguien.
-Quédate quieta, cariño, o no podremos ponerte esta vía - escuché que alguien me decía con delicadeza. ¿Vía? ¿Qué había pasado? -¡Qué bueno que despertaste! ¿Sabes cómo es tu nombre? Sigue la luz de la linterna.
Giré la cabeza hacia la voz que me hablaba, y descubrí que era una doctora muy alta y delgada, con unas gafas gruesas y el cabello negro y muy corto. Me sonrió con amabilidad cuando logré enfocar mi vista. Hice lo que me pedía y seguí la luz de la linterna.
-Me llamo Dolores Arguiñano - dije, algo confundida. -Oiga, ¿por qué estoy aquí? ¿Qué me pasó? ¿Quién es usted? -pregunté.
-¿No lo recuerdas? Dime qué recuerdos tienes. Soy la doctora Luisa Márquez, perdona por no haberme presentado antes.
La pregunta de la doctora entró por la penumbra de mi adormilada mente y comencé a recordar fragmentos de lo ocurrido en esta noche, no necesariamente en ese orden: los destrozos en el restaurante, mi celular olvidado, los platos rotos, los tres hombres que me golpearon con saña, Salvador en el teléfono...
-¡Salvador! -grité y me incorporé rápidamente. Mala idea. Todo comenzó a dar vueltas rápidamente y gracias a una atenta enfermera que me acercó un cuenco, devolví allí todo el contenido de mi estómago, aunque no es que tuviera mucho en el estómago. Debería recordar no hacer movimientos bruscos de ahora en más. La doctora me ayudó a recostarme en la almohada y volvió a hablarme con dulzura. Ya me estaba fastidiando con su tonito agradable.
-Si con Salvador te refieres al chico que vino contigo cuando te trajo la ambulancia, está afuera haciendo unos llamados y completando unas planillas. Está muy angustiado. Deberías haber visto su cara, pobrecito. Ahora, Dolores, trata de quedarte lo más quieta posible, tenemos que examinarte bien y hacerte algunos análisis. También necesito hacerte algunas preguntas sobre lo que pasó para hablar con la policía, aunque no te prometo que no vengan a hablar contigo luego. Más tarde lo podrás ver, de preferencia mañana después de que descanses bien.
Hice caso a la doctora. Me quedé quieta mientras me pinchaba, auscultaba, revisaba y todos los posibles verbos terminados en "aba". Mientras lo hacía, recordé fragmentos de mi terrorífica noche. Lo que más me afectaba era el recuerdo de esos hombres horribles que me golpearon con ganas y encima se burlaban de mí mientras hablaban de mi padre. Intenté dejar de pensar porque las pulsaciones se me estaban disparando.
Después de revisarme en la habitación me trasladaron para hacerme una tomografía computada por unos golpes que tenía en la cabeza. Luego, más análisis de sangre, de orina, una ecografía y finalmente a la sala de radiografías. Cuando terminó toda la batería de exámenes me devolvieron a la habitación y vi por la ventana que el día estaba clareando. Cuando pregunté qué hora era, la enfermera que me acababa de acomodar en la cama me respondió que eran las seis mientras salía presurosa de mi campo visual. ¡Vaya! Me había pasado la noche dando vueltas por el hospital. Al cabo de un minuto, la misma enfermera volvió a entrar a la habitación con una sonrisa en el rostro.
-Disculpa, Dolores. Se supone que no debería hacer esto, porque la doctora dejó bien en claro que debes descansar hasta que ella vuelva con el resultado de tus pruebas, pero me partió el alma verlo así. Le dije a tu novio que podía entrar pero solo si no te altera y te deja dormir. ¡Estaba a punto de dejar un surco en el suelo de caminar para arriba y para abajo!
Momento...¿Novio? ¿Pedro estaba aquí? Pero él no era más mi novio...lo había dejado anoche, ¿o lo había soñado? Estaba algo confundida y la cara de felicidad de la enfermera no contribuía a aclarar mi mente.
Más confundida me sentí cuando la enfermera desapareció de la puerta y en el umbral vi a Salvador. Estaba muy pálido y ojeroso, y tenía las manos en los bolsillos de su pantalón de chándal. Le eché un vistazo y noté que estaba vestido con un look casual, como si estuviera acostado. Seguramente eso estaba haciendo cuando lo llamé de urgencia. Además del pantalón y un par de zapatillas, usaba un jersey deportivo. Tengo que reconocer que el panorama era muy agradable. Se acercó rápidamente a la cama y me tomó las manos, para luego besar mis nudillos. Me sonrió y se me olvidó toda la confusión.
-Perdona. Tuve que decir que eres mi novia para que me dejaran quedarme contigo. No he podido comunicarme con tu padre aún, aunque le llamé varias veces y le dejé mensajes. ¿Cómo te sientes? -preguntó con dulzura, corriendo un mechón de cabello que atravesaba mi frente.
El gesto tierno y la cercanía de alguien que no fuera personal de la salud me conmovió, al tiempo que me hizo caer en la gravedad de lo que había pasado. ¡Podrían haberme matado! Y además, ¿dónde cojones estaba mi padre?
Comencé a llorar como una niña desconsolada, abrumada por las emociones vividas horas atrás; entonces Salvador hizo lo que necesitaba más que nada en ese momento: se sentó en la cabecera de la cama, se apoyó en el respaldo y me tomó en sus brazos, sin importarle que supuestamente debía quedarme inmóvil según lo que me había dicho la doctora.
-¡Que les den a las recomendaciones de los médicos! -exclamó mientras me abrazaba y acariciaba la espalda, leyendo mis pensamientos. Beso mi coronilla y con su consuelo logré calmarme un poco. Me sentía demasiado bien entre sus brazos, y no quise cuestionarme de más acerca de las sensaciones que me despertaba su cercanía. Respiré profundo su exquisito aroma y me di cuenta de que podría estar gustosa en sus brazos toda la vida y sin chistar. Tampoco hablamos de nada de lo que había pasado. Él no preguntó nada, yo tampoco lo hice. Solo me dediqué a disfrutar de sus caricias y sus mimos, y no tardé en quedarme dormida en sus brazos.
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Secretos en la Alhambra
Mystery / ThrillerSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...