Capítulo 27 - Desconocido

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Me quedé de boca abierta, y todo lo que esperé fue que Salva empezara a reírse y me dijera que era un chiste, pero la risa nunca llegó.

—¿Qué me estás diciendo? ¿Cómo que eres un policía? —susurré sin terminar de creérmelo.

—Lo que has escuchado. Estoy en una misión de la Interpol, como policía encubierto.

—A ver. Creo que no te estoy entendiendo. ¿Cómo que eres poli? ¿No eres de Brasil? —Necesitaba algo de claridad pero cada vez entendía menos.

—Sí lo soy. Soy de Brasil, aunque pertenezco a la Interpol, y me enviaron en una misión aquí a Granada.

Me froté los ojos, atónita por lo que estaba escuchando.

—Tengo tantas preguntas...no entiendo por qué vendría la Interpol aquí a espiar a Pedro.

Salva me miró, comprensivo. Se rascó la frente y palmeó el sofá.

—Ven, Lola. Creo que deberías sentarte para que hablemos.

—¡No me quiero sentar! ¡Quiero entender algo, porque en menos de veinticuatro horas mi vida se ha transformado en una puta película de horror!

—Lola: la investigación no apunta a Pedro. Él es solo un peón. Estamos investigando a tu padre.

Y ahí sí se me cayó toda la estantería. No podía ser lo que me estaba diciendo.

—Eso es mentira —dije, negando. Sus palabras me habían sentado como un baldazo de agua fría.—No puedes estar diciendo que investigas a mi padre. ¿Por qué cojones lo investigarías?

—Ojalá fuera mentira. José Arguiñano tiene muchos cargos en su contra, y hace muchos años que vamos tras él. Pero no quiero que te involucres en esto, es muy peligroso, es un asunto de vida o muerte. ¿Si no qué piensas que fue el auto que casi te atropella cuando nos conocimos, o los que te dieron la golpiza en el restaurante?

—No. Esto no puede estar pasando, —dije mientras caminaba de un lado a otro.

—Entiendo que te sientas así, pero...

—¡Tú no entiendes una mierda! A ti no te acaban de decir que tu vida es una mentira. Yo... necesito sentarme. No puedo creer esto... ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué no me protegiste si estaba en peligro mi vida? —le pregunté, llorando. Las preguntas se agolpaban a raudales en mi mente, y las iba largando a medida que se me ocurrían.

—Pues... te protegí como pude, pero... al principio tú también eras sospechosa.

—¿¡Cómo!? —grité, presa de la incredulidad. —¿Yo, sospechosa?

—Sí, Lola. Tú también lo eras. Vamos, llevas las finanzas del restaurante desde hace años. Lo más probable era que estuvieras al tanto de todo. Teníamos que investigarte. Eras sospechosa.

—¿Y cuándo dejé de serlo? ¿Cuando te acostaste conmigo por primera vez? ¿O todavía soy sospechosa? ¿Cuando me quedaba dormida revisabas mis cajones a ver si encontrabas evidencia?

—No digas eso, no fue así.

—Ah, ¿no? ¿Y cómo puedo yo saber que te has acercado a mí porque te gusto y no como parte de la investigación? ¿Cómo puedo creer que me quieres? ¿Ahora qué va a pasar? ¿Me vas a llevar detenida? Tampoco me has respondido por qué cargos lo investigan: ¿evasión de impuestos? ¿O declaró algunas cosas fuera de...

—Tiene muchos cargos —me interrumpió, respondiendo solo mi última pregunta. —Pero los principales son: narcotráfico, asociación para delinquir, extorsión, secuestro... y asesinato.

Secretos en la AlhambraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora