Salí corriendo tras Pedro, dispuesta a exigirle una explicación a por qué había dejado las cosas así, a medio camino de lo que podría haber sido una impresionante segunda vez. No entendía por qué había hecho eso.
—¡Pedro!— Medio susurré, medio grité, ya que los empleados del restaurante estaban empezando a entrar y no quería hacer un escándalo. —¿Puedes explicarme qué mierda acaba de pasar?
Pedro se dio media vuelta y exhibió una sonrisa socarrona que deseé borrar de un plumazo inmediatamente. Me irritaba demasiado cuando se ponía soberbio.
—Eso, niñata, es tu castigo. Tú te portas mal conmigo, yo te castigo, así de simple. No me gustan las bromas.
Se volteó nuevamente para seguir su camino por los pasillos de personal del restaurante y, atónita, me dispuse a seguirlo, pero al pasar por la puerta del despacho de mi padre, esta se abrió y me topé con él.
—¡Lola, hija! Te estaba buscando. Te mandé un mensaje, ¿no lo has visto?
—Lo siento, papá, estaba ocupada con otra cosa. —dije, mirando con frustración hacia el pasillo por el que había desaparecido Pedro. No entendía qué se traía entre manos, y cómo había sido capaz de cortar todo nuestro rollo solo por mostrar su punto. Me molestaba enormemente ese tipo de manipulación. De todos modos decidí aparcar el tema y enfocarme en mi padre, que me estaba esperando. Entré en el despacho y me senté frente a él, mientras esperé pacientemente a que me explicara para qué me necesitaba.
—Lola: Estoy algo preocupado. Estuve revisando los números de estas últimas dos semanas y encontré varios errores en las planillas de balances y de rendiciones de cuentas. Sé que después los controla el contador, pero nunca he tenido problemas de este tipo contigo. Además, claramente son errores producto de distracciones. ¿Qué te está pasando, hija?
Puse mis ojos en blanco y respiré hondo. «Pues tal vez sea que hago yo sola el trabajo de tres personas, papi». Eso quise decirle, pero no lo hice. Él no tenía la culpa de mi cabreo generalizado, el único culpable era Pedro.
—Lo siento, papá. Puede ser que esté algo distraída. Estas últimas semanas he estado con muchas cosas, y como no me permites contratar a nadie que me eche una mano, a veces no doy abasto. Es eso. —dije con sinceridad.
Mi padre me observó con afabilidad, arqueó sus tupidas cejas blancas que enmarcaban sus ojos azules, y me sonrió. Estaba a punto de cumplir sus cincuenta años, pero su cabello era blanco desde que tenía recuerdos. Era muy guapo y muchas mujeres se le insinuaban en el restaurante, sobre todo las clientas. Él, muy galante, las seducía a todas y era cortés, pero la verdad es que nunca le había conocido una novia formal. Igual no podía ser tan necia como para negar que las hubiera tenido, pero era muy celoso de su intimidad.
—Lo siento, Lola. Estás bajo mucha presión. Intentaré darte una mano. ¿Hay algo más que quieras contarme? —insistió. Joder, me conocía tanto... —¿Tiene algo que ver con el motivo de tu distracción? ¿Andas con la cabeza en algo, o en alguien?
Sopesé la idea de contarle todo a papá, pero sería condenar a muerte nuestra relación, porque Pedro prefería que le cuelguen antes que permitir que mi padre se entere de lo nuestro. De todos modos, decidí contar mi parte, sin involucrarlo a él.
—Pues...a decir verdad, sí hay algo. Estoy saliendo con alguien, papá, pero no estoy lista para presentártelo aún. Espero que respetes eso.
Mi padre tragó saliva, sonrió, y me aseguró que me entendía y que esperaría a que estuviera lista. Luego me despachó sutilmente y me pidió que le ubicara a Pedro. Una vez que lo hice, y de malos modos le avisé a Pedro que mi padre lo estaba buscando, me dediqué a trabajar un rato con los stocks de alimentos en la cocina. Me senté con Paco, el chef, que para mí era como si fuera mi abuelo ya que estaba en el restaurante desde que era niña, y lo quería como tal. Paco era una de las personas que más me habían apoyado cuando era pequeña y adolescente, y sufría por la ausencia de mi mamá. No tenía, o al menos no conocía, a mi familia materna, y las pocas veces que había preguntado a mi padre o a Ángela, me respondían con evasivas. Simplemente me decían que la familia de mamá vivía en el exterior.
Cuando estaba terminando el inventario con Paco, entró Pedro, muy serio, y me pidió que hablásemos. Lo seguí hasta la sala de personal, donde habíamos estado más temprano. Pedro estaba molesto, podía notarlo por la expresión de su rostro, y esperé que no siguiera con el mismo tema de la mañana. Pero me sorprendió agarrándome con fuerza del antebrazo y apretándome tan fuerte que casi grito, por el dolor y la sorpresa.
—¡¿Qué mierda estás haciendo, Pedro?! ¡Suéltame ya! Me estás haciendo daño —supliqué, asustada y con lágrimas en los ojos.
—¿Qué cojones le dijiste a tu padre?
—¿De qué hablas?—dije, mientras me soltaba de su agarre, mirando fijamente a esos ojos verdes que ya no me resultaban tan familiares.
—Tu padre me dijo que le contaste que estás saliendo con alguien. ¿Por qué le dijiste eso? ¿No te das cuenta de que atará cabos y se terminará por enterar?
—¡Solo se enterará si sigues haciendo espectáculos, Pedro! Yo no le dije tu nombre, y que sepas que si me vuelves a agarrar así será lo último que hagas conmigo. No vuelvas a tocarme de esa manera, pedazo de imbécil. —le espeté. Estaba furiosa con él. Me estaba cansando su cobardía y su violencia. —Si estás acostumbrado a manejar a todo el mundo a tu antojo y atropellando a los demás, vete sabiendo que conmigo no lo harás. Y ya no quiero hablar contigo...
—Espera, ¡Lola! ¡Perdóname!
Pero no quería escuchar de perdones. Estaba cabreadísima, y necesitaba poner distancia o rompería algo, o a alguien. Así que tomé mi bolso y salí de allí.
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Secretos en la Alhambra
Mystery / ThrillerSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...