Llegué al andén en el momento en que estaban anunciando la salida del autobús. Las chicas me hicieron señas desde arriba para que subiera, y yo no pude evitar mirar hacia todos lados para ver si lo veía venir. No fue así, y, afligida, subí los tres escalones y entré al vehículo.
Ailén y Manu estaban sentados juntos, y en los asientos contiguos estaban Jime y Bea, así que me senté sola detrás de ellas dos, imaginando que hubiera sido un viaje interesante sentada junto a Salva, pero todo parecía indicar que me iba a quedar con las ganas. Bea se dio la vuelta y me contó que su novio no había podido viajar porque trabajaba el fin de semana. «Vaya, qué interesante, ¿y por qué nadie me dice dónde hostias está Salvador?» pensé. No quería preguntar directamente para no quedar en evidencia, así que esperé pacientemente. Teníamos un viaje de dos horas y veinte minutos. En algún momento el tema tendría que surgir.
Lamentablemente mi amiga pasó todo el trayecto dándose el lote con Manu, así que no pude hablar nada con ella. Recién a mitad de camino Jimena deslizó que Ailén había llamado a Salva y no le había contestado, y que estaba furiosa con él por no avisar que se bajaba del fin de semana playero.
Apoyé mi cabeza en la ventana y me puse a escuchar música mientras intentaba poner mi mejor voluntad para pasar un excelente fin de semana con mis amigos, aunque iba a echar mucho de menos a Salvador. Pensé en escribirle pero me detuve a tiempo: tengo mi orgullo. Si no había sido capaz de avisarme que no venía, pues mala suerte. No tendría tantas ganas de venir a fin de cuentas. Me percaté de que estaba haciendo un berrinche interno y me reí. Dios, este chico me hacía reaccionar de maneras que no conocía.
Llegamos un poco antes del tiempo estipulado y fuimos directo al bungalow, que estaba relativamente cerca de la estación de autobuses. El lugar era precioso, muy grande e iluminado, y con salida directa al mar. Tenía un comedor espacioso con una gran mesa y sillas, y un estar amplio con chimenea y una gran alfombra. También allí había un sofá de tres cuerpos y otros muebles muy cómodos. La cabaña contaba también con una cocina totalmente equipada. Había una heladera, cocina, y varios electrodomésticos. Un plasma gigante colgaba de la pared encima de la chimenea, pero, ¿quién querría ponerse a mirar tele con este maravilloso lugar para pasear y divertirse? El complejo, además, contaba con una piscina externa y una interna, vamos, lujo total.
Como eran más de las diez de la noche y a ninguno de nosotros nos apetecía cocinar, Ailén y Manu salieron a comprar comida. Volvieron al cabo de media hora con unas pizzas calientes y deliciosas, y unos cuantos botellines de cerveza. Comimos hasta hartarnos y sobró bastante para el desayuno, aunque la estadía incluía desayuno buffet. Bueno, sería para el almuerzo.
No tenía ganas de dormir, entonces me quedé sentada en el porche de la cabaña, en unas cómodas sillas de madera, terminando una de las botellas de cerveza. De pronto sentí unos pasos cerca de la entrada y me asomé. Casi infarto cuando vi llegar a Salvador, con su mochila, entrando en el bungalow. Me invadió la ansiedad, como si fuera una chiquilla adolescente cuando ve llegar a su pretendiente. Intenté calmarme antes de acercarme a él.
«¡Madre del amor hermoso!» pensé. Qué guapo era. Estaba vestido con una remera blanca con cuello en uve, y encima llevaba una chaqueta de cuero. Estaba muy serio, pero apenas me vio sonrió y me plantó dos besos.
—Lo siento mucho. Me quedé sin batería en el celular y se me hizo tarde. No pude avisarles. Cuando llegué a la estación el autobús ya se había ido, y tuve que esperar el siguiente. — echó un vistazo a la cabaña. —Qué lindo lugar. ¿Los demás ya están durmiendo?
—Sí. O al menos ya están en la cama. —Dije, con algo de vergüenza al escuchar ruidos procedentes de la habitación de Ailén y Manu. Luego le mostré rápidamente el lugar, y le comenté sobre la distribución de los cuartos. —Te toca dormir en el living, porque hay tres dormitorios, pero ya están ocupados. —lo noté algo desilusionado. —Salvo que quieras compartir habitación conmigo. —Y la ilusión volvió a su rostro. —El cuarto que tiene cama matrimonial se lo quedaron Ailén y Manu; la otra habitación tiene dos camas paralelas, y allí se quedan Jime y Bea; y el tercer dormitorio tiene una cucheta. Yo puse mis cosas abajo. No tengo problema en compartir contigo, pero tendrás que dormir arriba, aunque quizá prefieras quedarte en el sofá.
—Me quedo contigo. Y me gusta arriba.. —dijo en un tono de voz sugerente, que me hizo sospechar que se refería a algo más que a un lugar para dormir. —Si no te molesta, claro.
Intenté no parecer desesperada ni demasiado entusiasmada, pero es que cualquier cosa que dijera me provocaba sensaciones indescriptibles, así que fingí desinterés y le hice señas para que me siguiera.
—No me molesta para nada. —dije, sacudiendo la mano. — Me da igual quién comparta habitación conmigo. Tengo un sueño que podría dormir arriba de una cama de clavos. Vamos, ponte cómodo. Yo voy a cepillar mis dientes y a ponerme el pijama.
Esa noche, sin embargo, casi no pude pegar un ojo.
Cuando volví de lavarme los dientes Salvador ya estaba acostado en la litera de arriba. Llevaba un fino pantalón de chándal y ¡nada encima! Apenas lo ví tuve que hacer un esfuerzo para no hiperventilar, y el muy maldito se incorporó sobre sus codos y comenzó a jugar conmigo, diciendo que si usaba ese pijama no iba a poder dormir. Yo le aseguré que la advertencia era mutua.
Estaba muy cansada, pero mi cuerpo era demasiado consciente de la proximidad de Salvador. Cada respiración profunda o movimiento en la cama me ponían alerta. ¡Cielos! Estaba más pillada por él de lo que creía. Traté de conciliar el sueño con todas mis fuerzas. Mañana sería otra historia.
De todos modos, ambos estábamos seguros de que era cuestión de tiempo para que hiciéramos explosión. La atracción que sentíamos era demasiado fuerte.
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Secretos en la Alhambra
Misterio / SuspensoSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...