"Cuando estés a punto de llorar recuerda
que todo esto pasará algún día,
y vamos a llegar muy alto.Dado que seremos por siempre tú y yo,
tú me ayudarás a mantenerme siempre
volando alto en el cielo del amor."Alcanzamos el muro con los últimos rayos de sol en el cielo. Todo se veía hermoso con ese resplandor rojizo del atardecer. La altura de ese tramo de la muralla externa era de unos tres metros. Para ser un muro no era muy alto; para pensar en saltarlo, y más con mi altura, era una demencia. Al menos si quería hacerlo sin quebrarme alguna parte del cuerpo.
Salva saltó prácticamente sin problemas, ¡cómo no!, y una vez estuvo abajo me pidió que saltara rápido para evitar que me vieran. Afortunadamente no había muchas personas en ese momento, y los que estaban no miraban hacia donde estábamos nosotros, sino que iban absortos en la maravilla del lugar y ni se percataron de los dos salvajes que saltaban uno de los muros exteriores. Tampoco vimos a ningún guardia en los alrededores. Salté y caí en brazos de Salva, lo que hubiera sido muy romántico, de no ser porque me dejó sin respiración de lo fuerte que me apretó al sostenerme. Depositó un corto beso en mis labios, me dejó en el suelo y comenzamos a caminar por el sendero exterior, procurando que nadie nos viera. Bajamos la cabeza y nos movimos rápido, de la mano. Queríamos llegar a alguna oficina o teléfono sin llamar demasiado la atención.
Caminamos durante una media hora por el exterior de la pequeña ciudad, y cuando empezamos a desviarnos hacia el sector de los patios para buscar un teléfono, una voz nos detuvo:
—Excuse me. Can you take us a photo please?
Quedé paralizada porque pensé que nos iban a delatar, pero cuando vi que se trataba de una pareja de mediana edad, con más pinta de turistas que un par de japoneses con sus cámaras colgando del cuello, respiré. Me imaginé que ellos no andarían mirando las noticias. Accedí a su petición y tomé el celular para sacarles un par de fotos. Salva me codeó, señalándome el teléfono, pero le dije que no, que no le robaría el celular a la pobre pareja. En cambio, decidí ir por el camino de la amabilidad.
—I'm sorry, but, can I just make a very very short call? I've lost my phone and I need to let my family know that I'm ok.
La mentira del celular perdido dio resultado y ellos me prestaron el celular. Se lo entregué a Salva que marcó un número que claramente sabía de memoria. Se movió, nervioso, balanceándose de un lado para el otro. Apenas atendió alguien del otro lado vi su cara de alivio y me la contagió a mí también.
—Buenas tardes. Le llamo de la agencia de transportes "El viaje feliz", quería avisarle que la excursión está lista y los viajantes le esperan en la Alhambra. En... —Salva me miró desesperado para que le indicara un lugar específico donde buscarnos. No dudé y le dije que nos buscaran en mi sitio favorito. —...En el patio de los Arrayanes. Si, allí estarán esperando. Gracias.
Vaya con sus mensajes en código. ¿No era más fácil decir: "Soy Salvador, vengan a sacar mi trasero de aquí"? Pero no, tenían que complicarlo todo con frases extrañas del estilo: "El pavo está en el saco".
Salva devolvió el móvil a la pareja de turistas agradeciéndoles y cuando se fueron, me tomó en sus brazos y comenzó a girarme en el aire.
—¡Lo logramos! Ya vienen a buscarnos, amor. En menos de media hora estaremos lejos de esta puta ciudad y arrestaremos a tu padre.
No sé por qué, pero en lugar de ponerme feliz, las palabras de Salva me provocaron un profundo dolor. En esta situación no había ganadores, porque Ailén ya no estaba, y yo había perdido a mi padre. Aunque siguiera vivo no tenía más padre.
Salva se dio cuenta, como siempre, que estaba triste, entonces me abrazó y me besó con ternura. Yo me apoyé en él y no pude evitar respirar con alivio.
—Tranquila, hermosa. Ya pasó todo. Vamos al patio a esperar a mis colegas. Y mientras te voy a contar todo lo que te voy a hacer una vez que pueda comer algo y darme una ducha.
Me reí con ganas, en parte por su promesa y en parte por el alivio. Las últimas cuarenta y ocho horas habían sido un infierno, y necesitaba algo de paz.
Caminamos juntos hasta el patio de los Arrayanes, que estaba relativamente cerca de donde habíamos hecho la llamada. Llegamos frente al hermoso estanque y le conté a Salva lo especial que era aquel lugar, aunque ya se lo había dicho aquella vez en el mirador de San Nicolás. Ya casi no me quedaban lágrimas pero le expliqué cuánto significaba ese sitio y cómo a veces sentía a mi madre en aquella torre. Le conté cuánto la extrañaba y la falta que me hacía. Estaba segura de que me entendía, porque él también había perdido a su papá. Aunque de una manera espantosa. En cambio mamá no había sufrido tanto. ¿O sí? De pronto todo lo que creía saber, todo lo que me había dicho mi padre quedó en tela de juicio. Si me había mentido toda mi vida, ¿qué me hacía pensar que en la muerte de mi madre había sido sincero? Reprimí un escalofrío y me senté junto a Salva. Tal vez, algún día, cuando pudiera volver a mirar a la cara a mi padre, se lo preguntaría. Ahora tenía demasiado en la cabeza.
Sentimos movimiento en el ingreso de una de las salas. Ya casi era de noche y la iluminación era escasa. No nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde de que la gente que solía bullir por todos los portales del lugar brillaba por su ausencia.
Percibí un movimiento con el rabillo del ojo en una de las puertas a mi derecha, y pensé que tal vez habían llegado los de Interpol. Pero apenas escuché esa voz, me di cuenta de que nuestros problemas no hacían más que comenzar.
Mi padre me habló como cuando me retaba de niña, y tuvo el mismo efecto, porque me asusté al punto que casi me hice en los pantalones.
—Eres igual de obstinada que tu madre, Lola. ¿No aprendiste nada de lo que te enseñé acaso?
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Secretos en la Alhambra
Mystery / ThrillerSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...