Comencé a hiperventilar y temí que me estuviera dando un ataque de ansiedad. Salva me sacó de debajo de la tela y me sentó en la silla del escritorio. Me obligó a mirarlo a los ojos y poco a poco fui recuperando mi ritmo normal de respiración.
-¿Qué te ocurre, mi amor? -preguntó Salvador.
Comencé a hablar, sin ser verdaderamente consciente de lo que estaba diciendo, las palabras solo salían de mi boca, como un modo de exorcizar eso que había soñado tantas veces desde que era niña y que era una imagen recurrente de mis pesadillas y mayores miedos de toda mi vida.
-Esa puerta conduce a un sótano. Es el origen de uno de los sueños que te conté cuando estábamos en la playa, ¿recuerdas? La descubrí cuando tenía siete años. Estaba sola y bajé las escaleras. -Las lágrimas comenzaron a correr sin control, pero no hice nada por detenerlas. Ahora los recuerdos fluían a borbotones y temía que si dejaba de hablar, volviera a olvidar. -Cuando llegué abajo escuché unos ruidos, y pensé que era un perrito que mi papá me iba a dar por mi cumpleaños, pero cuando comencé a caminar descubrí algo horrible. Había un hombre con un pasamontañas que tenía a otro hombre atado y amordazado. Estaba todo golpeado y en un momento, el de pasamontañas le cortó la garganta. Fue horrible, Salva. Salí corriendo de allí y cuando empecé a subir la escalera me tropecé y caí. Toda mi vida he recordado ese momento a través de sueños, y mi padre me convenció que solo era mi imaginación, trastornada por ver tantas películas. No puedo creer esto, Salva. Todo esto es una pesadilla. No puedo creer que haya bloqueado esto tanto tiempo...
Salvador estaba conmovido por mi relato, lo noté al ver sus ojos vidriosos.
-Tranquila, mi amor. Entiendo cómo te sientes. Estarás bien. Es normal que hayas bloqueado esos recuerdos. Eran muy traumáticos para ti.
Me dio un corto beso y volvió a su papel de investigador. Fue para atrás de la tela y volvió enseguida.
-Mierda. Está cerrada. Tenemos que abrir esta puerta, Lola. ¿Tienes idea de dónde puede estar la llave?
Negué con mi cabeza, y nos pusimos manos a la obra para buscar la dichosa llave. Revisamos por todos lados sin tener suerte, y en medio de la búsqueda quedé frente a un cuadro, al único cuadro que había en el despacho. Técnicamente no era un cuadro, era una foto enmarcada de mi padre y yo el día de mi graduación de la Universidad. Los dos lucíamos una amplia sonrisa y mostrábamos mi diploma. Papá vestía un elegante traje gris hecho a medida y yo usaba la toga y el birrete de graduación. Qué feliz estaba, y qué engañada. Tomé la foto para verla de cerca mientras que Salva, comprensivo pero firme, me decía que lo lamentaba pero que no era momento para ponerme sensible, porque teníamos que encontrar la llave. Lo entendí, y me puse en puntas de pie para colgar nuevamente el cuadro, pero al tocar la parte trasera noté que el papel que la cubría estaba despegado. Lo di vuelta y ¡bingo! Entre el marco y la foto había un pequeño hueco, y dentro, la llave.
Salva me levantó en el aire y me plantó un beso. No pude evitar reír con él y devolverle el beso. Cuando me bajó y nos dirigimos a abrir la puerta, escuchamos un ruido. Muy suave al principio, pero que se iba intensificando. ¡Había alguien en el restaurante! Estábamos atrapados allí. Salvador corrió al lado de la puerta para confirmar lo que ya sabíamos: los pasos se estaban acercando al despacho. Apagó la luz rápidamente y, sin saber muy bien qué hacer, nos metió a ambos detrás del lienzo y colocó la llave en la puerta. La buena noticia, la llave pertenecía a la puerta. La mala, entramos y quedamos sumidos en la más profunda oscuridad. No queríamos siquiera encender nuestras linternas del celular por miedo a que se viera desde el despacho.
Alguien entró, y se encendió la luz. Lo notamos por el resplandor que veíamos debajo de la puerta. Pegamos las orejas para intentar escuchar. Afortunadamente la maldita era delgada, y pudimos escuchar el diálogo en detalle.
-¡Maldito imbécil! Mira que olvidarte de activar la alarma justo hoy.
-Lo siento, José. Estaba seguro que la conecté. Evidentemente estaba muy nervioso.
-Me importa muy poco el motivo, Pedro. Tenemos que terminar todo este tema antes de que se haga más grande. ¿Pensaste cómo resolverlo?
-Tengo su teléfono conmigo. Está apagado. De algo nos va a servir.
Me tapé la boca con las manos para no sollozar. Estaban hablando de Ailén.
-Ya veremos... ¿Qué te dijo Latorre?
-Que está viniendo para aquí. Dice que tiene algo que preguntarnos, y que es urgente.
-Menudo gilipollas. ¿Por qué no se dedica a hacer su trabajo en lugar de hacernos perder tiempo?
Salva apoyó su mano en mi hombro y me besó la mejilla. Me susurró que me quedara tranquila, que había enviado a sus colegas de Interpol un mensaje para que rastrearan el teléfono de Ailén. Aunque estuviera apagado podrían descubrir la última ubicación.
Luego de unos minutos de silencio se escuchó que se abría la puerta y se reinició el diálogo.
-Bienvenido, Latorre. ¿Puedo ofrecerle un trago? -mi padre haciendo uso de su gentileza, cuánta hipocresía, por favor.
-No, muchas gracias. Vayamos al grano. Mire, Arguiñano, le mandé llamar porque he recibido un llamado muy extraño de su hija.
-¿De Lola? ¿Y qué le dijo?
-Me habló acerca de la desaparición de su amiga, una tal Ailén Martínez, que también trabaja aquí. Dice que le dejó un mensaje muy asustada diciendo que estaba en peligro.
Bueno, eso era bueno. Al menos mostraba que Latorre no estaba implicado, porque le estaba contando las cosas tal como yo se las había dicho. O al menos eso pensé hasta que continuaron hablando.
-¿Pero tú eres imbécil o qué, Latorre? ¿Cómo esperas hasta esta hora para avisarnos de esto?
-¿Estáis implicados? No pensé que...
-¡Pues claro que estamos implicados! La niñata esa se metió donde no la llamaban y escuchó de más.
-Mierda. Lo siento. Tenéis que tener cuidado con estas cosas y avisarme enseguida. He estado con otras cosas y recién ahora pude desocuparme, estoy con mucho trabajo porque el subjefe está con ...
-Me paso por los huevos tu trabajo, el del subjefe y el del comisario. Creo que tenemos un acuerdo, y creo que no has entendido quién manda aquí. ¿Necesitas que Pedro te lo recuerde o lo tienes claro?
-Sí, sí, lo tengo claro. Prioridad total. Es así, don José. Siempre es así.
-Pues recuérdalo, no quiero tener que recordártelo yo. Si mi hija te llama le dices que estás buscando a su amiga y que le avisarás apenas sepas algo. Cuando Pedro y yo definamos qué hacer con ella te diremos. Ahora vete, que tengo cosas que hacer.
No podía creerlo. Mi padre era un mafioso, y tenía comprado al jefe de policía y vete a saber a quién más.
Siguieron charlando de temas incomprensibles y finalmente salieron del despacho, apagando la luz. Salva me abrazó y me susurró que lo sentía, y me preguntó si quería salir, a lo que le respondí que no. Si habíamos llegado hasta ahí, seguiríamos adelante. Quizá abajo encontráramos las respuestas que estábamos buscando.
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Secretos en la Alhambra
Misterio / SuspensoSecretos. Sueños. Mentiras. El lugar donde has vivido siempre puede ocultar tu peor pesadilla. Lola lo experimentará cuando vea que toda su vida se desmorona y que todo lo que creía verdadero, tal vez no lo sea. Su existencia pacífica y rutinaria...