Capítulo 21 - Edén

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El domingo nos despertamos relativamente temprano, a pesar de habernos dormido tarde. La cama era bastante incómoda, y definitivamente no estaba hecha para dos personas. Pero no me quejaba, porque despertarme en los brazos de Salva era toda una novedad, y de las buenas. Los arrumacos perezosos habían ido a más y al final habíamos arrancando el día de una manera de lo más placentera.

Me levanté y aprovechando que el resto dormía me fui directo a la ducha. Estaba hambrienta y necesitaba un café más que respirar. Cuando salí del baño, después de vestirme con una musculosa blanca y un short de jean, me encontré con Salva en la cocina, preparando el desayuno. Tuve que pasar de puntillas por el living porque estaba Jime durmiendo en el sofá. Evidentemente como el novio de Bea había venido, había querido dejarles algo de privacidad.

Una vez que estuvo listo el desayuno, despertamos a todos. Eran las diez y media, pero igualmente nos lanzaron todo lo que tenían a mano para castigarnos. ¡Ni que fueran las seis de la mañana!

-¡Eso pasa por irse de juerga! -regañé a mis amigos en tono de broma.

Jime fue la que se despertó con más facilidad, seguida de Bea y su novio. Tuve que plantarme detrás de la puerta como una madre insistente para que Ailén y Manu dieran señales de vida. Cuando la abrió, mi amiga me miró con cara de pocos amigos y pasó por delante de mí llevándome puesta en su camino hacia el baño.

-Recién follada y sin resaca...¡Te odio Lola! -exclamó, malhumorada.

Yo la ignoré. Ailén no se caracterizaba por el buen humor matutino, y menos si se levantaba resacosa.

Entre el desayuno y el hecho de que parecían extras de The walking dead, todo iba a media marcha. Salva y yo estábamos listos desde hacía media hora y todos seguían de pijama. Decidimos irnos a la playa solos y encontrarnos allí con los demás, porque de lo contrario iba a terminar agarrando de los pelos a mis amigos. Después de unos cuarenta y cinco minutos de arrumacos en el agua, aparecieron los muertos vivientes.

Pasamos un excelente día y una espectacular tarde, y cuando Ailén volvió a tomar contacto con la tierra, hizo lo que toda buena amiga hace: me interrogó acerca de nuestra noche de pasión. No me guardé nada, (tampoco es que me dejara) y cuando terminé el relato, me miró con los ojos como rendijas.

-Guau, tres veces en menos de ocho horas...sí que eres afortunada. Estoy sintiendo mucha envidia en este momento.

-No seas ridícula. Que tú también tienes tu frecuencia con Manu, ¿eh? Que no hay muros demasiado gruesos...

-Lo sé. Lo sé. Pero ese brasilero tiene una pinta...es que mira tu cara de felicidad, apuesto que no podrías borrarla ni que hicieras un esfuerzo, para muestra basta un botón. Ay Lolita, míranos nomás, las dos felices y contentas. Ya era hora, hija mía, siempre andábamos desparejas, va a ser lindo poder salir los cuatro a pasear. Eso siempre y cuando esta máquina sexual importada de Brasil te deje salir de la cama en algún momento.

Rompimos a reír y volvimos al agua, donde nos esperaba el resto de nuestros amigos. Había sido un fin de semana espectacular, pero tocaba volver.

Jugamos un partido de voleibol en la arena que nos dejó agotados y felices. Ailén y yo nos defendíamos bastante en el deporte, pero Bea y Jime no lograron tocar la pelota en todo el juego, lo que nos provocó ataques de risa porque Bea culpaba a su novio y el pobre solo quería pegarle una vez. Por su parte, Manu demostró que no solo tenía problemas con las copas, ya que dejó caer la pelota innumerables veces. En conclusión, pasamos más tiempo agachados buscando la pelota o tirados en la arena riéndonos a carcajadas que jugando. Cuando nos empezó a doler el estómago de hambre, volvimos al bungalow.

Salva nos preparó un plato típico brasileño de la zona de Bahía: Acarajé o akara, que consiste en un platillo recogido de la cocina africana: se trata de unas deliciosas fritangas elaboradas con una masa de frijoles y camarón, acompañadas de una salsa de pimienta, vatapá (elaborado con pan o harina, jengibre, cacahuate, leche de coco, aceite de palma y cebolla).

Salva nos preparó un plato típico brasileño de la zona de Bahía: Acarajé o akara, que consiste en un platillo recogido de la cocina africana: se trata de unas deliciosas fritangas elaboradas con una masa de frijoles y camarón, acompañadas de una s...

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Estaban tan ricos que no dejamos ni las migas, y después de acomodar un poco (aunque el complejo incluía la limpieza no nos gustaba dejar todo tirado), nos dispusimos a marcharnos.

Mientras ordenábamos la habitación, elogié a Salva por su talento culinario.

-Cada día me sorprendes más. No sabía que cocinas tan rico.

-Me gusta agasajar a mis amigos. Y me gusta continuar las tradiciones de mi país. Algún día cocinaré para ti sola, y algún día probarás los platillos de mi madre, ahí te darás cuenta de que lo mío es basura al lado de ella.

Me encantó la idea de viajar con Salva a Brasil y conocer a su familia, me estaba demostrando que iba en serio y tal vez pudiéramos pensar en un futuro juntos.

Armamos los bolsos y valijas, y revisamos bien por si dejábamos algo olvidado. Cuando estuvimos los siete prontos, dejamos la llave del bungalow en la administración, entonces Salva me llevó aparte y me propuso algo.

-¿Y si nos quedamos?

Lo miré, entrecerrando los ojos.

-¿Cómo? ¿Aquí?

-Claro. Sé que ya empieza la semana, pero quiero quedarme contigo un par de días más. Como tú me has dicho, luego se reinaugurará el restaurante y no nos será tan fácil escaparnos. ¿Qué dices? ¡Vamos, Lola! Di que sí...

Lo miré y evalué su propuesta. Era verdad lo que decía. Más adelante sería imposible venir, salvo cuando estuviéramos de vacaciones, y pasaría mucho tiempo antes de eso. Por otra parte, la idea de estar juntos las veinticuatro horas me resultaba de lo más tentadora. Así que sin meditar mucho más, accedí.

-Acepto, pero con una condición.

-Tú dirás.

-Que paguemos a medias la cabaña.

No quería ser condescendiente, pero sabía que la familia de Salva no la estaba pasando bien, y me parecía justo que cada uno pagara la mitad. Aceptó mi propuesta, entonces les dijimos a nuestros amigos que volverían sin nosotros.

Una vez que acabaron las burlas y las bromas, nos despedimos y regresamos a la administración a pedir una cabañita más pequeña, esta vez solo para dos. Decidimos quedarnos tres días más, que sin duda serían un paraíso para nosotros.

Secretos en la AlhambraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora