Capítulo 19 - Bomba

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Volvimos a la cabaña para almorzar y dormir una pequeña siesta, ya que nos habíamos despertado muy temprano. Comimos las pizzas de la noche anterior y armamos unos sandwiches para complementar. Cuando quedamos satisfechos, Ailén y Manu se fueron a dormir, o eso dijeron, mientras que Bea y Jime salieron a caminar un rato.

Salva se me acercó por detrás mientras estaba lavando los vasos y platos que habíamos ensuciado. Manu se había ofrecido, pero dados sus antecedentes en el restaurante, le dije que ya lo hacía yo. No quería que tuviéramos que pagar recargo por la vajilla rota. Mi chico apoyó su barbilla en mi hombro derecho y comenzó a besar mi cuello, mientras que sus manos recorrían mi abdomen. Le pedí que se detuviera o iba a terminar tirando todo al suelo y me empezarían a llamar "Manu" a mí también.

Me propuso ir a la piscina en vez de dormir, y me pareció una excelente idea. Como el sol estaba muy fuerte porque eran las dos de la tarde, fuimos a la piscina interior. Estaba prácticamente desierta. Parece que el momento de la siesta en España es sagrado hasta cuando se está vacacionando.

Nadamos un buen rato, y también nos dedicamos a gastarnos los labios de tanto besarnos, y solo salimos del agua cuando teníamos los dedos como viejitos y nuestra temperatura estaba a más de diez grados del resto del ambiente.

Nadamos un buen rato, y también nos dedicamos a gastarnos los labios de tanto besarnos, y solo salimos del agua cuando teníamos los dedos como viejitos y nuestra temperatura estaba a más de diez grados del resto del ambiente

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Con la respiración agitada salimos de la piscina y nos quedamos tumbados en unas reposeras, disfrutando de la sensación de estar agarrados de las manos, acariciándonos y besándonos cuando nos viniera en gana.

Con la respiración agitada salimos de la piscina y nos quedamos tumbados en unas reposeras, disfrutando de la sensación de estar agarrados de las manos, acariciándonos y besándonos cuando nos viniera en gana

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Estuvimos charlando un largo rato y continuando nuestra sesión de besos, hasta que en un momento Salva se puso serio, con el entrecejo fruncido. Parecía preocupado.

-¿Qué ocurre? -pregunté, algo inquieta.

-Nada, no es nada...

-No te creo. ¿Estás preocupado por tu familia? - aventuré.

-No es eso - se comenzó a morder las uñas y me preocupé un poco más.

-Me estás asustando, Salva.

-Es que tengo algo que decirte, pero no sé cómo lo vas a tomar...

-Con más razón tienes que decírmelo.

Secretos en la AlhambraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora