1

24.2K 1.6K 258
                                    

BROOKE

20 años.

Presente.

Hoy era uno de esos días en donde tenia que esforzarme aún más en mostrar algo que no era y no sentía.

Estar rodeada de tantas personas me hacia sentir como si me faltara el aire, era como si tuviese una soga alrededor de mi cuello y no pudiera deshacerme de ella.

Pero tenía que actuar.

Tenía que mostrar que todo estaba bien.

Rostro sonriente.

Mirada serena.

Sonrisa encantadora.

Simplemente falsedad.

Me preguntaba si las personas a mi alrededor estaban actuando al igual que yo, si ocultaban lo que verdaderamente estaban sintiendo detrás de ese cabello bien peinado, esa ropa de diseñador y esos rostros pulcros y sofisticados que las personas de la alta sociedad se esmeraban tanto por mostrar.

Cualquier persona que me mirase en este momento pensaría que estaba encantada de estar aquí, felíz, en realidad.

Pero no era así.

Solo quería salir corriendo y encontrar ese lugar que me hacía sentir segura.

—Brooke. ¿Estás bien? –giré mi rostro hacia la voz y alce mi mirada, sonreí.

—Estoy bien Ro.

—Te he dicho que ya no me llames así. Es tan difícil llamarme por mi nombre completo.

—Ro me gusta más, además es más corto.  –Mi hermano de catorce años me miró con exasperación mientras negaba con su cabeza, por primera vez desde que llegamos a este lugar sonreí verdaderamente.

—¿Por qué mejor no hacen silencio?. Es un día importante para nuestro padre. No quisieran que alguna de sus tontas acciones manche su nombre. –Tanto Roland como yo nos giramos hacia la voz chillona a nuestro lado. Cabello castaño claro, ojos verdes, piel clara y un cuerpo que cualquier modelo desearía. Rose claramente era una mujer hermosa, la mirada que estaba recibiendo por los hombres dentro de la gran sala lo confirmaría. Pero todo eso era superficial.

Detrás de esa belleza se encontraba alguien verdaderamente desagradable y cruel que disfrutaba del sufrimiento de otros.

Era exactamente una copia de su madre.

La esposa actual de mi padre y por ende nuestra madrastra.

Rose no era hija de mi padre, pero el la acogió cuando se casó con su madre.

Talvez no eran padre e hija, pero ambos bien podrían ser confundidos como tal.

Yo en ocasiones lo hacía. Ambos eran tal para cual.

—¿Por qué mejor no te metes en tus asuntos?

—Roland...

—No me hables así mocoso, soy tu hermana. –Una sonrisa cruel se formó en el rostro de mi hermano. Era una sonrisa a la que no estaba acostumbrada. Con el pasar de los años Roland cambió. A sus catorce años era más alto incluso que nuestro padre y esa inocencia que antes había en él había desaparecido por completo.

—Mi única hermana se llama Brooke. Nunca olvides esa información de tu hueca cabeza. –Lo miré sorprendida.
El quejido de indignación de Rose hizo voltear algunas cabezas y dirigí mi mirada hacia mi padre, un suspiro salió de mis labios al ver que no se había dado cuenta de la situación.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora