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BROOKE

La primera vez que conocí a Tim fue cuando estaba en mi último año de secundaria. Él llegó como el nuevo chico presentándose ante todos con una gran sonrisa mientras hacía una reverencia un tanto exagerada y miraba todo a su alrededor con curiosidad y picardía.

Su cabello en rulos, sus ojos claros y su sonrisa jovial fue el blanco de muchas chicas desde ese momento.

"Seguro es otro cliché del típico chico popular"

Fue lo que pensé.

Me equivoqué.

Bien dicen que no se debe juzgar a un libro por su portada.

Al final éste te puede llegar a sorprender.

Cuando mi profesora de en ese entonces le pidió que buscara un lugar en donde sentarse, a él le tomó varios segundos el poder elegir.

No importaba si varios de los otros estudiantes lo animaron a sentarse junto a sus grupos.

No le hizo caso a ninguno de ellos y desechó sus invitaciones.

Miró por todo el salón, recorriendo parte por parte del mismo, cada asiento y a cada persona mientras sujetaba su mochila la cual colgaba de uno de sus hombros.

Me llené de sorpresa cuando sus ojos se posaron en mí y comenzó a acercarse hasta donde me encontraba.

Él había elegido sentarse a mi lado.

Siempre había sido la típica chica solitaria. La que se sentaba hasta al final de la clase y no pertenecía ningún grupo.

La chica de la que se burlaban.

Pero lo disfrutaba, disfrutaba de mi soledad y no me importaban los comentarios que cualquiera de ellos lanzara.

Al final aquello solo te afecta si tú lo permites.

Yo nunca lo permití.

¿Por qué lo haría?

Solo eran un montón de niñatos infantiles que buscaban sentirse bien consigo mismos, que buscaban sobresalir y mostrar algún tipo de poder tonto mientras hacían daño a otros.

Cuando Tim se sentó a mi lado no lo miré, no lo saludé y tampoco hice el intento de entablar una conversación con él para llegar a conocerlo.

Seguí en mi mundo y esperaba que él siguiera en el suyo.

Que me ignorara al igual que todos.

Una vez más, me equivoqué con él.

Tocó mi hombro suavemente, llamando mi atención, preguntó por mi nombre y luego me ofreció su mano.

Siempre sonriente.

Desde ese primer momento en donde ambos nos presentamos de manera torpe, él no se apartó de mi lado.

No importó las veces que le dijera que se mantuviera alejado. Que si se juntaba conmigo también iba a ser el objeto de burlas. Que no tenía nada en contra de él, pero que era lo mejor.

El chico no me hacía caso. Siempre estaría detrás de mí donde fuera que vaya.

Soltando chistes bastante malos que me hacían reír por algún motivo, o intentando  sacar cualquier tema para hablar y del cual, al final, no tendría idea alguna.

Me caía bien, podía sentir que era diferente al resto y que no estaba manchado con esa aura de superioridad e hipocresía que muchos de ahí tenían.

Después de unos días que él llegara y como si hubiese previsto el futuro. Pasó lo que más temía.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora