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Brooke

Había momentos de mi vida en los que sentía una felicidad inexplicable. Y hoy precisamente era uno de esos días. Todo gracias a la mañana nublosa que se podía vislumbrar a través de los altos ventanales del restaurante en el que me encontraba.

Levanté la mirada y sonreí al ver el cielo gris que se expandía sobre la ciudad con la amenaza de soltar un poco de lluvia en cualquier momento.

Amaba este tipo de clima. Me daba tanta paz que hacían a mi cuerpo entrar en una calma refrescante. Agradable.

Me moví en mi asiento, ajusté el abrigo que llevaba y me encogí debajo de el cuando sentí un leve escalofrío recorrerme. El olor de Alexander llegó a mis fosas nasales y respiré hondo. Cerré brevemente mis ojos y solté un suspiro. Lo había puesto sobre mí cuando apenas y había terminado de acercarme a él luego de salir de la universidad.

Durante estos últimos días y desde lo último que pasó con los traficantes se ha vuelto mucho más protector. Mucho. Como mucho más. Si antes ya lo era, ese nivel de protección que lo rodeaba aumentó en gran medida y llegó a una escala desconcertante y abrumadora.

Realmente no se me despegaba. Y si en dado caso no podía estar conmigo por alguna situación importante que requería de su presencia. Llamaba.  Cada media hora. Durante mucho tiempo hasta que nos volvíamos a ver. . A ese extremo. Dios mío, ¿Debería comenzar a preocuparme? No por mí. Por él. Siento que en cualquier momento al pobre le va a dar un ictus por el estrés al que se ve sometido del solo pensar en mí sufriendo algún tipo de daño.

Tengo la leve sospecha de que si por él fuera me pegaría a su cuerpo sin darme opción de ir a ningún lado. Todo para tenerme vigilada las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.

No es que me opusiera si eso llegara a suceder.

Niego internamente sin poder creer lo que mi loco cerebro me hace pensar.

Realmente parece que perdí la razón.

Mis ojos van hacia la acera concurrida fuera del restaurante y lo miro. Está de espaldas a mí con su celular en mano pegado a su oreja.

Luego de que pasara por mí a la universidad había insistido en traerme por algo de comida. Todo después de enterarse que durante todo el día solo había ingerido una barra de granolas. Se enojó. Como siempre. Luego me dio una charla de por qué debería alimentarme correctamente y finalmente me trajo hasta aquí. No me culpen. La universidad tiende a hacerme olvidar ese tipo de cosas.

Realmente la vida de un estudiante puede llegar a ser triste y estresante.

Como si pudiera sentir mi mirada sobre él, voltea la parte superior de su cuerpo en mi dirección y trago pesadamente. A pesar de la distancia en la que nos encontramos, y teniendo como obstáculo los ventanales que le hacen imposible ver desde afuera hacia dentro. Puedo sentir su penetrante mirada grisácea a través del espacioso restaurante.

Había salido un momento después de que le llegara una llamada importante. El ruido dentro del lugar le hizo imposible atenderla aquí.

Sigue hablando sin dejar de mirar. Él sabe justamente dónde estoy. No importa si no puede verme. No lo necesita. Es como si estuviéramos conectados con algún tipo de sensor invisible que nos hace percibir la presencia del otro. Es algo completamente loco. Pero es exactamente como lo siento.

Era un desastre lo que mi cuerpo experimentaba cuando ese hombre estaba cerca. Pero era un buen desastre. Fue muy fácil para mí aceptar mis sentimientos hacia él y caer en sus encantadores y protectores brazos. No pude evitarlo.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora