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BROOKE

El pensamiento y el deseo de mi padre estando muerto ha rondado en mi mente durante años.

Más de los que me gustaría admitir.

Siempre atormentándome.

Siempre haciéndome preguntar si realmente me encontraba bien mentalmente al desear aquello.

Nunca se lo había admitido a alguien, temía que si lo hiciera me miraran mal, me juzgaran, me señalaran.

Así que me lo guardé.

Entonces...¿Por qué se lo dije a aquel hombre?

Llevé el vaso de jugo a mis labios y di un pequeño trago mientras lo observaba, esperando a que dijera algo más, pero solo me miraba con esa pequeña sonrisa.

Era como si yo fuese algún objeto extraño al cual no podía dejar de contemplar.

Volví a dejar el vaso en la mesa y aclaré mi garganta.

—El que no me diga nada más y solo se quede ahí mirándome me hace suponer muchas cosas.

—¿Cómo cuáles? –dice mientras cruza sus brazos en su amplio pecho y se recuesta en el espaldar de la silla.

—Tal vez ahora está pensando que estoy loca o soy una mala hija.

—No pienso aquello señorita Stelle. Seguro tendrá sus razones para desear aquello.

—Las tengo, sí. Pero...¿por qué actúa con tanta normalidad?. Cualquier persona hubiese mostrado algún tipo de sorpresa al oír admitir algo así.

—No es la primera vez que alguien me dice algo así. El desear la muerte de otros es más común de lo cree. Además, son pocas las cosas que me sorprenden señorita Stelle.

—Actúa como si fuera...

—¿Cómo si fuera...?

—¿Es usted algún mafioso? –una de sus cejas se levanta y aprieta sus labios suprimiendo lo que creo es otra risa.

—¿Por qué piensa eso?

—No lo sé, yo...No debería juzgar un libro por su portada, pero, usted es un hombre peligroso señor Allister. Discúlpeme si lo ofendo, pero puedo ser muy sincera cuando quiero.

—Que sea una persona peligrosa no quiere decir que sea el líder o pertenezca a alguna organización criminal.

—Entonces admite que es una persona peligrosa, mas no un mafioso.

—Tal vez, eso lo deducirá usted con el pasar del tiempo.

—Lo dice como si fuéramos a seguirnos viendo después de esto.

—Es porque va a ser así.

—¿Debería tener miedo?

—Nunca –su voz se vuelve completamente seria, más de lo que ya es. Como si estuviera haciendo un voto que nunca rompería. –Nunca haría nada que la hiciera mirarme con ojos temerosos.

—No debería confiar en usted, nos hemos visto ¿qué?, dos veces. Además de que está ayudando a mi padre para llegar a ser senador de esta ciudad y...

—Nunca dije que su padre iba a ser el senador de esta ciudad.

—¿Qué?, pero lo está ayudando y...

—Falta poco para que anochezca, deberíamos irnos.

Se levanta de su asiento mientras abrocha su saco de vestir, deja unos cuantos billetes en la mesa y me hace seña para levantarme, lo hago.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora