18

19.6K 1.4K 941
                                    

BROOKE

Cuando salgo de la oficina me detengo en el pasillo tratando de calmar el ardor en mi rostro. Estoy segura que debo estar completamente roja debido a la vergüenza de ser atrapada por su hermano mientras estaba sentada en las piernas de Alexander.

Me comienzo a ventilar con las manos y le doy una última mirada a la oficina.

Camino hacia el pasillo por donde antes la señora Bertha desapareció con los niños y veo a través de las puertas transparentes tratando de encontrarlos. Solo hay unas pocas personas dentro de las oficinas, pero no hay ninguna señal de ellos.

—¿Terminaste tu conversación con Alexander? –doy un respingo y me giro hacia la voz.

—Su hermano tenía algo importante que decirle. Vine a buscar a los niños mientras él termina su conversación –el ceño de la señora Bertha se frunce ligeramente. Miro sus manos y me doy cuenta de que lleva una charola con un plato lleno galletas y dos vasos de leche. –¿Eso es para los chicos?

—Oh sí, les pregunté si querían algo de comer y dijeron que sí.

—¿Puedo llevárselos?, si me dice dónde están lo haré. Estoy segura que debe estar ocupada.

—Te lo agradecería mucho Brooke –se detiene. –¿Puedo llamarte Brooke?

—Claro que sí –le sonrío.

—Entonces te dejaré esto –me tiende la charola y la tomo. –El lugar donde están  es en la última puerta de este pasillo –señala hacia la única puerta que está unos centímetros abierta.

—Está bien, gracias.

—Gracias a ti Brooke. Ahora iré a ver qué están haciendo esos dos hermanos.

Nos despedimos y ella se voltea para regresar.

Con los bocadillos y bebidas en mano termino de recorrer los pocos pasos que faltaban y llego hasta el lugar de descanso en donde se supone deben estar Roland y Cecil.

Escucho sus voces a través de las paredes y cuando voy a abrir por completo la puerta para poder entrar con más facilidad me detengo al escucharlos hablar.

—¿Por qué no intentas leer tú también? –pregunta Roland. Me muevo tratando de hacer el menor ruido posible para poder mirar dentro, esperando que ellos no noten mi presencia.

Ambos están sentados juntos en un sillón largo. Roland tiene el libro en sus manos y se lo ofrece a Cecil, pero ella no lo toma.

—No, está bien. Puedes hacerlo tú. Es entretenido escucharte.

—¿Estás segura?

—Sí, además es tu libro. No quiero dañarlo.

—Eso no importa, tengo muchos. Anda, tómalo.

La niña se queda callada y enfoca sus bonitos ojos en sus pies colgantes. Éstos están suspendidos en el aire sin tocar el suelo y los mueve hacia adelante y hacia atrás. Jugando con ellos.

—La verdad...no sé leer muy bien.

Sus palabras salen en un susurro tan bajo que es casi un esfuerzo poder escucharlas. Los ojos de mi hermano se abren. Aquella reacción solo dura un segundo.

—Pero ahora me están enseñando en la fundación –continúa Cecil, esta vez más emocionada.

—¿Vives en una fundación?

—Sip, ahí me llevaron cuando me rescataron del hombre malo.

—¿Qué...hombre malo? –la voz de mi hermano se escuchaba serena mientras miraba a Cecil con mucha cautela.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora