27

19.5K 1.2K 544
                                    

BROOKE

Si no estuviera tratando de actuar como si realmente estuviese molesta, aunque lo estoy, pero solo un poco, me reiría de la expresión que tiene plasmada Alexander en su rostro.

Parece un niño. Un niño que hizo alguna travesura y está a punto de ser regañado por su madre.

Un rastro de desconcierto cruza por su rostro confuso, pero así como aparece, desparece en tan solo unos segundos.

Me asombra la manera en la que este hombre puede controlar cada una de sus emociones.

Puede pasar de un estado a otro en tan solo un pestañeo.

Veo como su nuez de Adán sube y baja cuando traga. Me quedo prendada viendo aquel movimiento, que, por algún motivo, ahora considero algo seductor. Cosa que antes no pensé con ningún otro hombre.

Es...,hipnotizante.

Sacudo mi cabeza internamente.

Vuelve a tu centro Brooke. No viniste aquí para admirarlo de pies a cabeza como una colegiala enamorada.

—No entiendo de lo que estás hablando cariño.

Su voz sale confiada y bordeada de seguridad. Como si él realmente se creyese su propia mentira. No hay ningún atisbo de culpa en ella. Se encoge de hombros y se vuelve a sentar. Si no lo conociera bien y no supiera realmente que él fue el causante de lo que le sucedió a Carl. Podría creerle muy fácilmente –Por qué no vienes aquí y...

—No voy a ir a ningún lado –sus labios se cierran y aclara su garganta. –Crees que no sé que si voy hasta ahí usarás tus trucos de seducción para confundirme. Y así evitar la razón del por qué estoy aquí. No soy tan tonta señor Allister.

La comisura de su labio se inclina hacia arriba. –¿Te estás riendo de mí?

—Nunca haría eso amor. Pero, si me explicas la razón, podría entenderla.

—Mi padre –esta vez no se inmuta ante mis palabras.

Más bien toda su atención está fijada en recorrer mi cuerpo por completo.

Su mirada va desde mis feas pantuflas hasta mi rostro. Mis mejillas se vuelven calientes al recordar la forma en la que estoy vestida.

Dudo mucho que mi aspecto de ahora le pueda gustar. Entonces, ¿Por qué me está mirando como si él fuese un hombre hambriento y yo fuera su platillo de comida favorito? Platillo que no puede esperar a comer.

Me muevo con nerviosismo en mi lugar ante su apreciativa y atenta mirada.

—D-deja de mirarme así.

—¿Así cómo? –su voz barítona me produce un escalofrío. En el buen sentido.

—Sabés a qué me refiero.

—Podría no saberlo. –Dios bendito. Dame paciencia con este hombre.

—Alexander, no lo vas a lograr. Sé lo que intentas hacer. Ahora, respóndeme a la pregunta que te voy a hacer –doy un respiro hondo. –¿Tú tienes algo que ver con lo que le pasó a mi padre.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora