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ALEXANDER

Mi padre era un bastardo. Durante muchos años a la única persona que consideré una familia. Fue a mi madre. Por desgracia, ella no parecía tener el suficiente valor para dejarlo y alejarse.

Nací en un pequeño pueblo remoto a las afueras de Italia. Viví en ese lugar durante los dos primeros años de mi vida hasta que por el trabajo de mi padre, mi madre decidió dejar toda su vida ya realizada atrás y seguirlo.

Fue uno de los peores errores que pudo haber cometido.

Jack Allister era un vendedor de seguros británico residido en Denver. Conoció a mi madre durante sus vacaciones y, mostrándole una personalidad encantadora, logró su cometido. Enamorarla.

Logrando así manipularla a su antojo y haciéndola hacer cada cosa que él pedía o exigía.

Ella solo era una mujer joven y vulnerable que había perdido a sus padres en un incendio, quedando así sola, sin nadie más en su vida.

Y él supo aprovecharse de eso.

Cuando nos mudamos, fui dándome cuenta de su verdadera naturaleza a medida que fui creciendo.

Era solo un chiquillo de nueve años que notaba a su madre encogerse cada vez que él estaba cerca.

Que notaba como su espalda se tensaba cada vez que él cruzaba un brazo sobre sus hombros, rodeándola.

Que podía percibir esa sonrisa apretada, pequeña, nerviosa y falsa que adornaba sus labios cuando me miraba para preguntarme qué quería desayunar.

Un chiquillo que podía ver el miedo y terror en su rostro cada vez que él llegaba borracho a casa. El que lo podía oler y sentir en el aire cuando ella corría apresuradamente por los pasillos para poder esconderme y encerrarme en mi habitación.

Ella nunca me diría la verdad sobre las marcas en sus brazos que tanto trataba de ocultar, pero que de vez en cuando podía llegar a notar gracias a las mangas cortas de su abrigo que se encogian durante cada ocasión que su brazo se doblara.

Fueron muchos años preguntándome, una y otra vez el por qué simplemente no nos íbamos.

Por qué no podíamos ser solo ella y yo.

Cuando me enteré de su muerte, la de mi padre, no sentí ningún tipo de emoción ligado a la pena. Jack Allister había muerto luego de caer a un lago apenas hondo. El alcohol encontrado en su sistema fue el culpable de que haya caminado directo a su tumba.

Me sentía culpable, porque mi madre sufría y yo no podía hacer nada. Me dije que tal vez con el tiempo mejoraría, y así fue.

Pero eso no duró mucho tiempo.

Ella amaba las flores, e hizo que yo también le tomara cariño a las malditas cosas.

Creó un huerto con todos los tipos y colores. Luego de un tiempo y después de pensarlo mucho, abrió su propia y pequeña floristería a la que le dedicó mucho tiempo. Querías una flor, no importa cuál. Ella la tendría. Era feliz cuando estaba en esos dos lugares.

Su felicidad era real y eso me emocionaba. Finalmente mi madre estaba comenzando a brillar.

Por un momento pensé que las cosas cambiarían. Que todo se arreglaría. Que tanto ella como yo al fin tendríamos una vida tranquila. Pero, la vida o el destino, no sé cuál de los dos hijos de puta, me dio un golpe directo a la cara diciéndome que estaba equivocado.

Supongo que, los años de estrés y abusos físicos y psicológicos que vivió con mi padre, decidieron tomarle factura.

Cáncer Linfático.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora